Ayer, en LG Play, el diputado nacional por el Frente de Todos Mario Leito arrojó cuatro definiciones políticas vinculadas a la interna del oficialismo y agitó las aguas del PJ: 1- Manzur regresa a Tucumán “antes de lo que se piensa”; 2- Manzur “será candidato a vicegobernador”; 3- Manzur “es el gran elector”, y 4- Manzur es el conductor del peronismo en Tucumán. No lo hizo de manera inocente, pues el mensaje puertas adentro del oficialismo fue dirigido al corazón del jaldismo, al gobernador interino, Osvaldo Jaldo, y a sus acólitos. Básicamente dejó en claro que al manzurismo no lo van a jubilar -menos al jefe del espacio- y que el jefe de Gabinete regresará a tomar las riendas del PJ tucumano.
Es lo mismo que decir que con ese movimiento en el tablero oficialista van a crecer las acciones de los manzuristas de la primera hora; los mismos que festejaron el triunfo en las PASO sobre el vicegobernador y que luego vieron cómo el adversario se convertía en dueño provisorio del sillón de Lucas Córdoba; y cómo Manzur los dejaba “huérfanos” para acomodarse en el escenario nacional. Por lo que mencionar la sola posibilidad de la vuelta del referente principal del espacio implica renovar las esperanzas y los aires de un manzurismo que había quedado en stand by cuando el gobernador aceptó la invitación de Cristina Fernández para ser jefe de Gabinete de un golpeado Alberto Fernández.
En el jaldismo se prestó atención a los dichos de Leito, aunque le restaron relevancia a la intencionalidad política detrás de aquellas afirmaciones; sin embargo se pusieron en alerta. Especialmente por el punto en el que refiere que Manzur será el gran elector: ¿acaso él postulará un candidato para secundarlo en la boleta, y así presidir la Legislatura? Esto es lo mismo que decir que hará la “Gran Cristina”: imponer el uno y tratar de seguir manteniendo el poder político desde el segundo lugar. Para consolidar esa jugada debe hacer muchos movimientos adicionales.
¿No será Jaldo el elegido, entonces? El tranqueño es, en boca de muchos dirigentes, incluso afines a Manzur, el “candidato natural” del PJ. Ergo, he aquí el gran debate interno y posiblemente conflictivo que asoma: ¿Jaldo necesita que Manzur lo bendiga para el puesto de gobernador o tiene que acordarlo de igual a igual con su compañero de fórmula de 2015 y 2019? Porque una cosa es recibir la bendición ya que significaría admitir que el otro es quien manda; y otra muy distinta es cerrar un pacto político en igualdad de condiciones. Lo de Leito va más por el primer lado que por el segundo; y eso es lo que puede tornar complicada la relación y hasta la gobernabilidad de la provincia.
Ahora bien, si Manzur y Jaldo ya han arribado a un acuerdo y lo mantienen en reserva, bajo cuatro llaves, todo lo que se pueda decir sólo alimentará el folclore de un peronismo acostumbrado a vivir en internismo. De hecho, Manzur y Jaldo regresan juntos de Buenos Aires. Que se enfrenten sería el sueño de la oposición, la de Juntos por el Cambio, porque hasta ellos -por lo que se viene observando- pueden presentar varias fórmulas alternativas. Además, si Manzur quiere acompañar a Jaldo -y si ya existe el hipotético pacto secreto-, debe apurarse en recurrir a la Justicia para obtener certezas, porque la fecha de elecciones puede ser resuelta muy pronto. Un fallo de la Cámara en lo Contencioso Administrativo habilita a Jaldo a llamar a comicios no solo en junio, sino también en marzo, abril o mayo. Todos tienen que apurarse, para no quedar desacomodados.