Cuando en el ámbito político se utiliza la palabra “ajuste”, inmediatamente pensamos en una situación de catástrofe inminente. El “ajuste” supone un contexto en el cual solo el sacrificio puede darnos solución. Es por ello que, en el discurso político, suele obviarse el uso de este término cuando la necesidad de tomar ciertas medidas “anti populares” son inevitables. ¿Pero desde cuando “ajuste” es un antónimo de “popular”?
Resulta un término esquivo para todo tipo de gobierno, sin importar su color político; que no necesariamente debe traer connotaciones que manifiesten, en el imaginario colectivo, catástrofes o el avasallamiento de derechos. Es la carga emocional negativa que se le ha adjudicado lo que espanta y crea una notoria reticencia a reconocer o utilizar dicho concepto, para referirse a una reorganización estratégica de la política económica o el ordenamiento de la macroeconomía.
Los ajustes, correcciones o replanteo de políticas económicas productivas son inevitables a cualquier plan de gobierno, ya que sería ilusorio creer en la perpetuidad de un modelo, sin contemplar los vaivenes propios de la coyuntura internacional y nacional. Es necesario y loable, en un dirigente político, reconocer los momentos en los cuales deben adoptarse nuevas estrategias o modificar el rumbo seguido para solucionar problemas que la realidad actual presenta.
Cualquier medida que pueda demandar un período de “austeridad económica”, en tanto tenga resultados positivos a mediano y largo plazo, con impacto directo sobre el bienestar colectivo y, no solamente, en ciertos sectores sociales; es aceptable por sus resultados posteriores.
Si hacemos foco en el detalle histórico de nuestro país, pocos gobiernos lograron implementar “ajustes económicos”, con impacto real a largo plazo, que posibilitaran crecimiento económico con distribución de riqueza.
Al hablar de “ajuste”, siempre han sido los sectores bajos y medios de la sociedad los que han padecido las dificultades económicas de su implementación; lo que explica por qué tal concepto (ajuste) terminó por convertirse en un antagónico de cualquier gobierno que se precie de defender los intereses populares.