Estamos acostumbrados a ver imágenes en alta resolución obtenidas con telescopios en Tierra y en el espacio, especialmente del telescopio James Webb. Las imágenes obtenidas con los detectores profesionales generalmente son en blanco y negro. Incluso pueden ser tomadas en longitudes de onda que no son visibles para el ojo humano, como el ultravioleta y el infrarrojo, y los detectores transforman esa radiación no visible en una imagen que se puede ver en una pantalla. Luego estas imágenes se colorean para difundirlas.
Algunos objetos emiten ondas de radio que sólo pueden ser detectadas con radiotelescopio. Estos instrumentos son muy diferentes porque no tienen espejo, sino antenas, parecidas a las de los radares. No producen imágenes y quizás por eso sus resultados no son tan llamativos.
Los radiotelescopios pueden tener una sola antena o varias. El ALMA (Atacama Large Millimiter Array) que se encuentra en Chajnantor, al norte de Chile, cuenta con 66 antenas que tienen entre 7 y 12 metros de diámetro cada una. Se pueden mover y se distribuyen de distintas maneras, según la sensibilidad que se necesite para observar. Pueden estar distribuidas en un radio de hasta 16 kilómetros. Hay otros con sólo una antena como el de Arecibo (Puerto Rico), que tenía una antena de más de 300 metros de diámetro, y el FAST (China) de 500 metros de diámetro. Estas antenas tan grandes son fijas y no pueden seguir el movimiento de los objetos celestes.
Con los radiotelescopios más modernos se pueden observar cosas que antes eran impensadas. Se han observado estrellas con sistemas planetarios en formación y la nebulosa de Carina, entre otros objetos interesantes, permitiendo descubrir procesos y objetos que no se conocían.
También los radiotelescopios han dado la posibilidad de descubrir los pulsares, que son estrellas de neutrones que giran a alta velocidad, y de observar las radiogalaxias, que no se pueden apreciar de otro modo. Así se detectó la radiación cósmica de fondo que se produjo en el Big Bang, aunque esta detección fue casual, cuando Penzias y Wilson, dos ingenieros en telecomunicaciones, hacían pruebas para mejorar las comunicaciones telefónicas.
Quizás lo más impactante es la imagen del agujero negro del centro de nuestra galaxia, que fue observado con el EHT (Event Horizont Telescope). En realidad el EHT no es un instrumento, es una composición de datos de ocho radiotelescopios que se encuentran en distintos lugares del mundo, entre ellos el ALMA. La técnica usada se llama interferometría, que permite combinar datos de radiotelescopios lejanos, y en este caso equivale a tener una antena del tamaño de la Tierra. Con esos datos se crea una imagen que es la que se difundió.
Ahora es posible estudiar los objetos del cielo en un rango amplio de longitudes de onda, es como mirar con muchos ojos diferentes, con lo que se pueden detectar muchas cosas nuevas. Es una astronomía diferente, muy interesante y que seguramente nos conduce a resultados impensados.