Poesía y disidencia sexual en la voz de Osvaldo Bossi

Poesía y disidencia sexual en la voz de Osvaldo Bossi

VOZ SENTIDA Y PROFUNDA. Bossi inició su trayectoria en la década de 1980.
28 Agosto 2022

Por Guillermo Siles

Para LA GACETA - TUCUMÁN

La prolongada ausencia de una corriente literaria gay se debió a restricciones impuestas sobre el campo cultural por sucesivas dictaduras y sus regímenes de censura y represión. En los últimos años prosperó la historiografía sobre la homosexualidad en la Argentina, desvelando parte de nuestra historia confinada en los márgenes. La tardía inclusión de voces de la disidencia (homo)sexual se dio a través de Néstor Perlongher, Miguel Ángel Lens, Fernado Noy, José Sbarra y otros poetas. Osvaldo Bossi inició su trayectoria en la década de 1980. Un caudal de lecturas de poesía clásica y contemporánea convive en sus textos junto a expresiones de la cultura popular (Raphael, Sandro, Gardel), y a una productiva apropiación de géneros no literarios: el cartoon, el cine, la TV. Su concepción cristiana del mundo y la influencia de los poetas místicos lo llevaron a sentir una extraña alegría de vivir y a convertir el amor en núcleo temático de su escritura, convencido de que el lado bueno de las cosas prevalece frente al dolor en la noche oscura del alma.

La voz sentida y profunda de Osvaldo resuena en la lectura silenciosa y trasciende las máscaras de su escritura. No importa si es Hamlet, o Batman, enamorado de Robin. La voz atraviesa los ropajes antiguos, el disfraz de superhéroe y el poeta, como afirma Octavio Paz: “desaparece detrás de su voz, una voz que es suya porque es la voz del lenguaje, la voz de nadie y la de todos (…) es la voz de la otredad”. En Gurí (2022), de próxima aparición, expresa el homoerotismo sin máscaras, sin establecer distancia entre lo ficcional y lo referencial. El poema “La remera de Elías” presenta a los personajes en un diálogo de WhatsApp, que muestra al gurí haciéndose/ el interesante, los ojos fijos/ en la cámara. Los versos se enfocan en la mirada como táctica de seducción y exponen los códigos y dispositivos dispuestos para entablar una relación que obsesiona al poeta. Los amantes conservan hasta sus sobrenombres (Os, Eli) y este despojamiento cobra sentido al vincularse con el contexto social, donde la lucha por la visibilidad se hizo menos ardua. Gracias a la nueva legislación en materia de género y diversidad el discurso heteronormativo disminuyó el nivel de presión que ejercía sobre las minorías sexuales. Os se sorprende de la libertad de Eli para manejarse en la relación, el desconcierto cuando lo invita a caminar de la mano por la calle motiva una aclaración a los lectores: Amigos, ustedes ya lo saben/soy un homosexual/de otra época/ y nadie, nunca/me trató así/como Eli, con tanta ternura.

Los poemas traman una suerte de novela sentimental, que incluye desde el erotismo hasta la cursilería del cuchicheo en la intimidad. La exaltación del deseo entre hombres, llevado a situaciones absurdas, admite una lectura en clave paródica. El sentido de pertenencia al proletariado, aspecto destacado del libro, consiste en recordar los trabajos fugaces de Os, y los de Eli en las cosechas de Entre Ríos. La identificación entre ambos trasciende las edades y las pautas sociales porque en el poema, fuera de toda ley, donde realidad y ficción se mezclan, se puede ser joven o un niño a los sesenta. En el escrito final, Bossi sostiene que a su edad ya no importan los permisos para mantenerse a la altura de su verdad. Sus afirmaciones nos hacen comprender los cambios y nos recuerdan que el amor, enfocado por la única luz del mundo, sigue siendo el mismo.

© LA GACETA

Guillermo Siles - Doctor en Letras, investigador de la UNT.

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