Martín Caparrós: “Argentina es un Boca-River, un partido que no puede ganarse”

Martín Caparrós: “Argentina es un Boca-River, un partido que no puede ganarse”

Desde el pueblo español en donde vive, Caparrós habla sobre sus columnas en El País, sus años en Página/12 con Lanata, los medios argentinos y el mundo de hoy. “Me atrae este momento en que no hay una hegemonía sobre la verdad”, afirma.

Martín Caparrós. Martín Caparrós.
28 Agosto 2022

Por Sergio Silva Velázquez

Para LA GACETA - TORRELODONES (España)

El lugar se llama Torrelodones. Está a unos 30 kilómetros de Madrid -poco más de una hora en tren- y a más de 10.600 km de Argentina, una distancia que se esfuma ante la supuesta significancia de un tuit hecho tendencia con su nombre: entonces, aunque solo a veces, él contesta. De esa manera, Martín Caparrós, 65 años, uno de los pontífices de la crónica latinoamericana también aquí en España, elige -como cuando maqueta una de sus crónicas- las formas en que va a relacionarse con la patria, con quienes lo admiran y quienes lo combaten. “Argentina es un Boca-River hace mucho y habrá sido esa una razón por la que elegí estar aquí; es un partido que no puede ganarse”. Le pregunto, parafraseando a La 12 (la barra de Boca, club del que es confeso fana), que diga “qué se siente” ser un referente de una nueva generación de cronistas que hoy lo consultan, lo citan en sus libros, lo escuchan en silencio en los talleres de la Fundación Gabo, lo abordan con preguntas de cómo, qué, quién, dónde, cuándo y sobre todo cuánto debe escribirse de esto o dejar de escribirse de aquello.

- No sabría decirte; que gente que respeto crea que mi trabajo le sirve, es un halago. Claro que hay gente que he copiado y que jóvenes de talento piensen que yo pueda ser copiado, la verdad que me gusta. Esto consiste bastante en copiar, mezclar uno mismo eso que copia y ver si de ahí puede surgir su propio estilo. Tratar de encontrar de vez en cuando una cosa nueva para no sentir que me estoy copiando a mí mismo.

Seguir buscando. Cuando Caparrós creyó que tenía que hacer algo nuevo se fue a recorrer el país y de ahí salió El Interior, un texto en el que mezcla recursos literarios aplicados a la crónica, algo que había esbozado en Larga Distancia y hace poco en Ñamérica. Cuando pasó por el aeropuerto en Hong Kong, tomó una gaseosa como miles hicieron en un bar, pero él vio eso. Sobre una pared, estaba el menú con los precios escritos en bronce, una inverosimilitud para su hiperinflacionada mirada argentina. Se las arregló para volver al lugar y escribir un artículo sobre aquel lugar extrañísimo. Tomás Eloy Martínez habló entonces de “una voz conmovedora que no se parece a ninguna otra”.

- Me da pereza repetirme.

En 2014 publicó El Hambre, “un librito que habría que leer”, en palabras del presidente Alberto Fernández -tiene en realidad 632 páginas- considerado un ejemplo de lo que hace alguien como Caparrós: mirar eso que existe en un sitio -o en muchos- y contarlo de una forma que no lo habíamos visto.

«Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. No hay nada más frecuente, más constante, más presente en nuestras vidas que el hambre y, al mismo tiempo, (…) nada más lejano que el hambre verdadera.» A la ficción, Caparrós aportó, entre otras, la novela Los Living, la ¿novela? SinFin -otra mezcla de géneros- y al ensayo periodístico, La Historia.

- Hoy es más fácil publicar, cuando yo empecé era todo más complicado, se hacía todo artesanal. Ahora apretás un botoncito. La cosa es, como siempre, tener algo que valga la pena ser leído. Es más fácil acceder a que te lean, sí, pero también son más fáciles la chabacanería, la tilinguería, el insulto fácil, la denostación. Tiene sus más y sus menos. Es cierto que ahora cualquier falacia puede ser desactivada en media hora. A mí me atrae más este momento en que no hay una hegemonía sobre la verdad, como hace 30 o 40 años cuando no podías desmentir a un medio hegemónico”.

-¿Existe la verdad?

- Somos buscadores y tratamos de desenterrar tesoros. Yo publico en El País una columna en la que desarrollo un tema a partir de una palabra. La palabra algoritmo, la palabra libertad. Cuando una lectora me pidió que escribiera sobre la palabra verdad, tuve que responder: te la debo. Aún estoy tratando de escribirla, lo intenté pero no me salió. Hay cantidades enormes de definiciones y debates sobre qué sería la verdad. Yo creo que, para no ponernos grandilocuentes, como cronista lo que interesa no es encontrar la verdad sino trabajar y contar honestamente lo que podamos averiguar.

De medios, Caparrós también puede hablar bastante. Fue uno de los convocados en aquella mítica primera versión de Página/12, la de 1987, capitaneados por un director de apenas 26 años. Jorge Lanata. De allí lo echaron al mes y medio luego de que el recordado escritor Osvaldo Soriano -que hacía las veces de asesor del diario- le exigiera a Lanata su despido. ¿Celos? Nunca supo bien el porqué.  

- Yo de Lanata soy amigo.

-¿Es jodido laburar con él?

- Puede ser jodido pero puede ser también todo lo contrario. Una pequeña historia. Cuando volví a Página, al poco tiempo empecé a escribir algunas contratapas. En el 91 llegaron las primeras elecciones legislativas después de que Menem resultara presidente. En su campaña presidencial había prometido la “revolución productiva”, el “salariazo” y entonces pensé que por ahí, lo podían castigar. Pero no, el tipo ganó por muchísimo y yo escribí un artículo bastante cabreado sobre lo que significaba votar y qué se yo. Se lo entregué a Lanata, lo leyó y me dijo: ¿pero te parece publicar esto?

Caparrós dijo que sí.

- Al día siguiente se armó mucho quilombo, mucha gente nos atacó por haber publicado eso. Entonces Lanata me llamó y me dijo: “mirá, yo ayer me equivoqué cuando me mostraste el artículo y acepté que lo publicaras, así que hagamos una cosa: de ahora en más, no me muestres más tus artículos, mandalos directamente a diagramar”.

Dice que mantiene relación casi con todos los colegas con quienes compartió trabajo, con excepción de Horacio Verbitsky, “luego de que escribiera cosas bastante horribles sobre mí, no tengo idea por qué”.

-¿Seguís el escenario periodístico argentino?

- Sigo lo que pasa pero lo hago desde acá, lo cual me da una mirada un poco más distante y quizás confusa. Lo que me molesta de mi relación con lo que se publica allá, es que todos tienen posiciones sesgadas y muchas veces resulta difícil creer lo que cuentan o lo que subrayan porque uno sabe que lo hacen con un objetivo determinado. Con los medios argentinos siempre estoy mirando por qué dicen lo que dicen. Es un ejercicio de lectura crítica muy interesante.

Otra vez la mirada. La actitud del cazador primitivo que sabe que si se le escapaba la liebre, esa noche no come, ha dicho una y otra vez en su taller. Al despedirse, se mete en un VW color negro tipo topolino y asoma un gesto a su cara al recordar una cosa pendiente, justo cuando su hijo Juan tiene que volar de regreso a Buenos Aires.

- Tengo que ir a grabar unos audios -los excelentes podcasts que cuelga en Twitter son más que recomendables, una buena manera de entrarle a su obra-; no es algo que me entusiasme hoy pero bueno, hay que hacerlo.

© LA GACETA

Perfil

Martín Caparrós nació en Buenos Aires, en 1957. Ha recibido, entre otros premios, el Rey de España, el Konex y el Herralde. Algunos de sus libros son Un día en la vida de Dios, Valfierno (Premio Planeta Argentina), A quien corresponda, El Hambre, Los Living, Larga distancia, La Voluntad (junto a Eduardo Anguita), El Interior y Comí.

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