La vida ha surgido en los océanos. Además, éstos han sido siempre una fuente importante de alimento. Y desde el principio de los tiempos han representado también el comercio, las aventuras y los descubrimientos. Han separado y unido a la gente. No en vano, las aguas marinas abarcan aproximadamente un 72 % de la superficie del planeta. Sin embargo, la vida en los mares está en peligro. Por ello, Naciones Unidas inauguró este lunes en Nueva York lo que se espera que sea la última fase de una larga negociación sobre el futuro de la altamar.
El organismo internacional busca cerrar hoy un acuerdo respecto a las áreas marinas que se sitúan fuera de la jurisdicción nacional; es decir, todas aquellas que no le pertenecen a ningún país y que suponen casi dos tercios del total. Regular lo que pasa en ellas es el primer paso para blindar al menos el 30 % de los océanos para 2030, el objetivo mínimo que se han fijado los ambientalistas y los académicos en pos de recuperar la deteriorada biodiversidad.
El primero y más importante de estos acuerdos, denominado bajo las siglas Convemar, fue aprobado en 1982. Sin embargo, pese a que existen muchos aspectos en los cuales se protege a los océanos, ha quedado un gran vacío legal.
El primero y más importante de estos acuerdos, denominado bajo las siglas Convemar, fue aprobado en 1982. Sin embargo, pese a que existen muchos aspectos en los cuales se protege a los océanos, la biodiversidad ubicada en zonas que no forman parte de la jurisdicción de los países se encuentra en un vacío legal.
Estas reuniones en Nueva York se conocen como Conferencia Intergubernamental (IGC5) para las aguas internacionales, y son la quinta y última ronda de conversaciones antes de que se conozca un nuevo Tratado. El resultado determinará el destino de los océanos para las generaciones futuras. 49 países se han comprometido a entregar un borrador, para luego hacer realidad sus compromisos.
"Estamos ante unas negociaciones que son una oportunidad única para proteger nuestro planeta azul. Los océanos sustentan buena parte de la vida en la Tierra. Sin embargo, durante mucho tiempo los hemos abandonado. Las delegaciones deben cerrar un acuerdo ambicioso. Un tratado débil, o cualquier otra demora, mantendrá el statu quo tan deteriorado", ha declarado Pilar Marcos, de la delegación política de Greenpeace en Nueva York.
Además de la pérdida de la biodiversidad, los mares (junto con las plantas terrestres y el suelo) son los principales reservorios naturales de carbono. Fijan el carbono de la atmósfera y mantienen un equilibrio entre las entradas y las salidas. Lo que ha hecho la humanidad en las últimas décadas es lanzar a la atmósfera más carbono del que esos sumideros pueden controlar. Con la destrucción de la vegetación nativa, con los cambios en el uso de la tierra y con la quema de combustibles fósiles se ha liberado el dióxido carbono que antes descansaba bajo las rocas o entre los árboles.
Asimismo, los océanos aportan casi la mitad del oxígeno que necesita la humanidad. A cambio, reciben ocho millones de toneladas de plásticos cada año.
Ante este escenario, Amy Austin -la científica argentina que obtuvo el Premio Internacional L’Oréal-Unesco para Mujeres en la Ciencia- explica a LA GACETA que se requieren cambios radicales. "No podemos poner un freno de un día para el otro. Pero es lo que hace falta", dice. Junto al reto de aumentar al 30 % el porcentaje de zonas marinas protegidas, una demanda largamente reclamada por las organizaciones conservacionistas, otro desafío que se encuentra sobre la mesa en Lisboa es el reclamo por el fin de la pesca de arrastre.
"Es difícil predecir qué pasará con los ecosistemas y cuál será la reacción de la humanidad. Lo que sí se sabe es que nuestros nietos tendrán que ajustarse a un mundo distinto. Los eventos extremos, como las inundaciones y las sequías, aumentarán. Ni todas las ingenierías y tecnologías serán suficientes para mitigar el calentamiento en los próximos 100 años. No queda un solo ecosistema que no esté afectado por una elevada cantidad de dióxido de carbono", declara Austin.
Desgraciadamente, conseguir un acuerdo ambicioso no parece tarea fácil. Los líderes llevan ya dos décadas discutiendo. Para ser considerada un éxito, la reunión debe cerrar un texto que disponga como objetivo principal el establecimiento de una red mundial de Áreas Marinas Protegidas. El futuro -al igual que nuestro pasado- subyace en los mares.