

Uno de los más legendarios ídolos de la movida tropical cordobesa, El Rey Pelusa, volverá hoy a encontrarse con sus fans tucumanos en el Teatro Mercedes Sosa (San Martín 479) a las 21, junto a su banda. En el espectáculo hará un recorrido por sus temas más populares, como “Viejo lobo”, “Enséñame”, “Tonto corazón” “Bajo la Cama”, “De bar en bar”, “La copa rota” y muchos otros.
La extensa carrera de Miguel Ángel Calderón (su nombre real) se inició a fines de los 70, cuando se incorporó a la famosa banda Chébere -buscaba un cantante- y con su particular estilo consiguió que el grupo recupere los primeros puestos en los ránkings musicales. En esa época, era una de las precursoras de la fusión de los ritmos tropicales con el cuarteto cordobés. Después Pelusa se lanzó como solista y grabó numerosos discos, en ocasiones a dúo con el Negro Videla, que también fue cantante de Chébere.
Lo más curioso de la trayectoria del Rey Pelusa sucedió a fines de los 90, cuando imprevistamente se esfumó de la escena musical y se fue a vivir en Miami, donde se quedó durante 12 años. Pero allí no continuó su carrera sino que trabajó en diversas actividades. Desde encargado de limpieza hasta empleado en una farmacia.
En diálogo con LA GACETA. contó que en Estados Unidos siguió componiendo y haciendo grabaciones caseras con ayuda de las nuevas tecnologías. Pronto espera comenzar a difundir esos nuevos temas.
- A tus shows va mucha gente joven.
- Sí. Va público de tres generaciones. Los que me acompañan desde 1978, cuando comencé con Chébere, y esos padres o abuelos hoy siguieron escuchando la música, y aparentemente se la transmitieron a sus hijos, y ellos a sus nietos. Me gusta mucho leer los comentarios que dejan en YouTube.
- ¿Cómo fue tu experiencia en Estados Unidos?
- Es una vida totalmente distinta. Es como si estuvieras en una película. Yo estuve 12 años descubriendo cosas y eso que no salí de la Florida. Los taxis inmensos, color amarillo, calles que se cortan para filmar una película, barrios que se cierran para ser derribados, porque allá derriban todo lo viejo y en una semana hacen algo nuevo.
- ¿Por qué tomaste esa decisión de irte?
- Mi esposa me dijo un día: “¿Por qué no vamos a ver qué pasa en Estados Unidos?” Y yo dije: “Bueno, que sea lo que Dios quiera y será lo que tenga que ser”. Hay otras formas mejores de irse. Como esa gente que antes aprende a hablar inglés y que ya tiene un trabajo esperando allá para comenzar. Es otra cosa. Yo no. Uno no se da cuenta en el momento. Simplemente se quiere ir porque no está bien donde se encuentra. Después uno se da cuenta de que es como si se hubiera metido en la casa de un vecino. Para allá iba todo tipo de gente, incluso delincuentes y vagos. Llegó el momento de decidirnos a volver y surgió la posibilidad cuando me reencontré con un amigo empresario.
- Allá quedó parte de tu familia.
- Sí. Tengo cuatro nietos allá. Mi hija más chica, que vivía con mi esposa y yo, tenía su hijita Sarita, que cuando yo me vine tenía cuatro años. No sabés el sufrimiento que fue no verla todos los años. Fue espantoso. Y sucedió lo que tenía que suceder, lo que yo suponía. Yo le decía a mi hija: “Se va a olvidar de mí”. Y así fue. Ya hablamos poco, no nos entendemos mucho, ella sigue siendo amable pero ya tiene 14 años. Nada que ver con la relación que teníamos cuando era chiquita. Jugábamos todo el tiempo.
- Cambiaste mucho tu look en el escenario.
- En la etapa anterior yo era como un árbol parado ahí en medio del escenario. No hablaba, no gesticulaba, y ni hablar de bailar. Me preocupaba nada más que por afinar, porque me resultaba muy vergonzoso imaginarme que me ocurriera lo contrario. Cuando volví tenía el cabello muy corto, con un “nido” ahí arriba en la coronilla y empecé a usar anteojos oscuros redondos. También empecé a hablar con el público. Cuando no sé qué decir, dejo que hable el corazón.
- ¿Cómo haces para mantenerte en forma?
- Aparentemente, no nací como para necesitar cuidarme. No quiero ser ejemplo de nada ni quiero que se tome como un consejo, pero estoy acostumbrado a dejar que la vida fluya, a no apurar los acontecimientos buenos o malos, a no sufrirlos antes de tiempo. Tampoco he pensado mucho en el tema de la edad. Disfruto mucho de los bailes, de la gente, que siempre es muy buena conmigo y trato de devolver eso.