El gran drama histórico de la economía argentina

El gran drama histórico de la economía argentina

Los controles de precios no pueden ser permanentes porque, a la larga, generan trampas y hasta desabastecimiento de productos.

La suba de precios. La suba de precios.
14 Agosto 2022

Por Daniel Abad - Director del Centro de Estudios Económicos y Sociales del NOA.

La inflación es el gran drama de la economía argentina a lo largo de su historia.

En primer lugar, debemos decir que en economía cuando se habla de inflación, índices de precios, canasta básica, costo de vida, etc. se está hablando de promedios. Aún con estadísticas confiables, el común de la gente descree de un índice porque de acuerdo al lugar donde se encuentre en la pirámide socioeconómica, será el impacto del aumento de precios.

Una familia de bajos ingresos, se verá mucho más afectada por el aumento de alimentos por ejemplo, que una familia de ingresos medios o medios altos.

Así, cualquier familia puede construir su propio índice de precios en base a la canasta de bienes que consume habitualmente.

Seguramente notará que, en los últimos años, los precios de los alimentos vienen aumentando significativamente y, teniendo en cuenta que el consumo alimentario es una necesidad básica ineludible para la población, concluirá, con justa razón, que los índices no reflejan su realidad familiar.

Un índice debe ser lo suficientemente representativo y su metodología de cálculo transparente, para que sea tomado como referencia sin discusión.

Tampoco toda la población sabe que no es lo mismo inflación que costo de vida e índice de precios al consumidor. Además no tiene porque saberlo, para eso está el Estado encargado de elaborar estadísticas confiables.

La inflación (el verdadero problema de fondo), dicen los manuales, es el aumento sostenido y generalizado del nivel general de precios imputables a diferentes causas económicas, por ejemplo, porque hay demasiada liquidez monetaria en el mercado (argumento que sostienen los monetaristas), porque se presenta inelasticidad en el sector productivo por falta de inversión y concentración (argumento de los heterodoxos), o por exceso de gasto público (argumento de los ortodoxos).

El Índice de Precios al Consumidor (IPC), es un número que resume las variaciones de los precios de una canasta de bienes, la cual se supone representativa del consumo de una familia promedio.

El IPC es el más usado en el mundo.

En estos últimos años, los aumentos de precios han dejado de ser un fenómeno de reacomodamiento de precios relativos, que generalmente ocurren después de una devaluación, para pasar a ser constantes. La guerra Rusia-Ucrania contribuye mucho a ello.

Exceso de demandas sectoriales o aumentos de costos, han dado paso a una aceleración persistente de la inflación, porque traspasa cierto umbral donde toma vida propia, impulsada por su propia inercia. Del 50 por ciento anual estamos casi en el 100 por ciento.

De manera que el IPC, es un promedio ponderado de los precios de todos los bienes que componen esa canasta que considera varios productos, cuyos precios son ponderados de acuerdo con el porcentaje del presupuesto que una familia promedio gasta en cada uno de ellos.

Así el IPC (Índice de Precios al Consumidor) puede subir y el Costo de Vida no sufrir variación; sin embargo, se puede perder bienestar por sustituir. Entonces, al querer mantener la misma pauta de consumo y bienestar inevitablemente se produce, dentro de ésa familia, una sensación de inflación difícil de contrarrestar.

El contexto global

Un elemento que distorsiona se observa cuando el Gobierno acuerda precios máximos de ciertos bienes. Muchas empresas suben los precios de los bienes excluidos del control o alteran la cantidad o calidad; entonces, los precios alimentarios aumentan más que el nivel general de precios, contribuyendo a la confusión.

Hay que aclarar que los controles de precios en sí, no son ineficientes. Por ejemplo, en Estados Unidos han sido aplicados con éxito durante la Segunda Guerra Mundial.

El control, por entonces, estaba a cargo de John K. Galbraith que era director de Control de Precios y Racionamiento.

El problema radica en que no pueden ser permanentes, sirven en el corto plazo como puente para resolver el problema o la combinación de problemas que provoca inflación, de manera que, a la larga, generan trampas (como reducción de volumen de los envases), luego desabastecimiento, y al final saltos en los precios.

Hay que tener siempre presente que en economía hay cosas en las que es fácil entrar, pero difícil de salir. Pasa con los acuerdos de precios y pasó con la Convertibilidad.

La estacionalidad es otro elemento que se presta para la confusión. Pero lo cierto es que el alza de los precios de los alimentarios incide significativamente sobre el presupuesto familiar, afectando mucho más a los sectores de más bajos ingresos. El aumento de los precios de los alimentos no sólo es preocupante porque contribuye a que el proceso se retroalimente, sino también porque incide sobre una mayor regresividad en la distribución del ingreso.

Ahora bien, a no confundir la medición con las causas del aumento de precios.

La Argentina, a diferencia de Chile que exporta cobre, vende al mundo alimentos que a su vez consumimos (carnes, lácteos, trigo).

Estamos frente a un problema de política económica en un contexto de revalorización de las materias primas en el mundo, de guerra y de restricción a la oferta de bienes y servicios. Sin embargo, existen políticas antiinflacionarias como, por ejemplo, elevar las tasas de interés para el consumo. En este aspecto, gran parte de eso está impulsado por el consumo de las clases medias altas y altas que convalidan incrementos y que son, por lo general, sujetos de crédito; por lo tanto, un incremento de tasas desalentaría el endeudamiento para consumo de estas clases. A la vez, disminuir las tasas para alentar la inversión, combinada con una política fiscal y monetaria prudente y un férreo control a comportamientos monopólicos mediante un tribunal eficiente en defensa de la competencia, puede contribuir a bajar las expectativas inflacionarias y, además, frenar la inercia de precios.

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