KABUL, Afganistán.- El gobierno talibán condenó el ataque con un dron estadounidense en Kabul que mató al líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, aunque sus lideres no se refirieron en ningún momento al yihadista ni a las razones por las que estaba en Kabul.
En cambio, afirmaron que se trató de una violación del acuerdo de Doha con Estados Unidos.
“Este ataque, que se produjo por el motivo que fuera (es) una clara violación del derecho internacional y del acuerdo de Doha”, aseguró el principal portavoz islamista, Zabiullah Mujahid, en un comunicado.
Estos ataques “repiten la experiencia fallida de los últimos 20 años y van en contra de los intereses de Estados Unidos, Afganistán y la región. Repetir esas acciones dañará las posibles oportunidades”, de estabilizar la región, apuntó.
En el acuerdo de Doha firmado en febrero de 2020 entre Estados Unidos y los talibanes se acordó la retirada completa de las fuerzas estadounidenses de Afganistán después de dos décadas de conflicto, que concluyó hace un año tras la toma de Kabul por los islamistas.
El acuerdo para la salida de Estados Unidos se hizo bajo la condición, entre otros puntos, de evitar que Afganistán volviera a convertirse en santuario de terroristas como ocurrió durante su anterior régimen, entre 1996 y 2001, marcado por el apoyo a Osama bin Laden y su autorización a convertirse en la base desde donde se planearon los ataques perpetrados en Estados Unidos, 11 de septiembre de 2001. La presencia de Al Zawahiri en Kabul es una muestra de que los talibanes incumplieron esas condiciones.
Estados Unidos mató a Al Zawahiri con un misil disparado desde un avión no tripulado mientras estaba en un balcón de su escondite, en Kabul, según comunicó el propio presidente Joe Biden.
Los representantes del gobierno de fanáticos religiosos, que tienen una interpretación ultraconservadora del Islam, evitaron referirse al objetivo del ataque, que era el sucesor de Bin Laden.
Durante sus 11 años como líder, este ex cirujano oftalmólogo egipcio nunca llegó a igualar el carisma del que gozaba su predecesor entre los jóvenes yihadistas de mentalidad violenta.
Hasta ayer, los máximos dirigentes de los talibanes afganos discutían cómo responder, sin confirmar la muerte de Al Zawahiri. Miembros del grupo islamista, viejo aliado de Al Qaeda, confirmaron inicialmente el ataque con drones del domingo, pero dijeron que la casa que fue alcanzada estaba vacía.
“Hay reuniones a muy alto nivel sobre si deben reaccionar al ataque con drones y, en caso de que decidan hacerlo, cuál es la forma adecuada”, reveló un dirigente talibán que ocupa un importante cargo en Kabul.
No confirmó que Zawahiri estuviera en la casa en la que impactó el misil.
La reacción de los talibanes podría tener importantes repercusiones, ya que el grupo busca la legitimidad internacional y el acceso a miles de millones de dólares en fondos congelados, tras la derrota de un gobierno respaldado por Estados Unidos, hace un año.
Suhail Shaheen, representante designado de los talibanes ante Naciones Unidas, con sede en Doha, dijo que no había recibido noticias sobre la posición de los talibanes. “Estoy esperando los detalles y la reacción de Kabul”, dijo a los periodistas.
La desaparición del líder de al Qaeda plantea la pregunta de qué pasará con la organización que deja atrás y si ésta sigue siendo relevante en 2022.
Se formó a finales de la década de 1980 en la frontera afgano-paquistaní, a partir de los restos del ejército de voluntarios árabes que fueron a luchar contra los soviéticos que habían invadido y ocupado Afganistán.
Hace una generación, Al Qaeda era un nombre muy conocido en todo el mundo y se consideraba la principal amenaza para la seguridad en Occidente.
Había logrado realizar una serie de atentados cada vez más audaces, complejos y exitosos, que a su vez inspiraron a más seguidores violentos a unirse a sus filas.
Al Qaeda en árabe significa “la base”. Es una organización terrorista proscrita que se dedica a atacar los intereses occidentales en todo el mundo y a derribar gobiernos en Asia y África, a los que considera demasiado cercanos a Occidente e insuficientemente islámicos.
En 1998 perpetró atentados simultáneos contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, matando sobre todo a civiles africanos. En 2000, estrelló una pequeña lancha cargada de explosivos contra el USS Cole en el puerto de Adén, matando a 17 marineros e inutilizando este buque de guerra de mil millones de dólares.
Todo eso fue antes del 11 de septiembre de 2001, cuando tras meses de planificación, agentes de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones estadounidenses en pleno vuelo y dirigieron dos de ellos contra el World Trade Centre de Nueva York, otro contra el Pentágono, sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos, mientras que -en un cuarto avión- los pasajeros dominaron a los secuestradores y lo estrellaron en un campo. (Reuters)