PACIENCIA. Se trata de un proceso que requiere perseverancia.
Cuando dos personas se pelean se dice de ellos que se llevan como perro y gato. Que siempre haya conflictos entre ellos no es cierto, pero sí lo es que, aunque tengan en común ser las mascotas más frecuentes y estar más que domesticados, son muy diferentes: de movida, pertenecen a dos familias de mamíferos. Los gatos son parientes de tigres y panteras) y los perros, descendientes de los lobos.
Esta es una de las razones que explican por qué, a diferencia de los gatitos (que desde las cuatro semanas empezará a utilizar el arenero de forma instintiva), nuestros perros cachorros necesitan un proceso de aprendizaje que -destaca Adela Bosch- requiere de los dueños “mucha paciencia, mucha perseverancia y mucha atención”.
“No es fácil, es cansador, como tener un niño pequeño. Pero si eso no se asume será imposible que se obtenga de él lo que se busca”, añade Adela, que junto con Carlos “Charly” González Colombres creó en Tucumán un centro de socialización y educación canina (Ig @luka_centro_educacion_canina). Ambos coinciden en que lo primero y fundamental es conocer a tu cachorro: “si es inseguro, si es disperso, si es inteligente, ansioso, reactivo... Su manera de ser necesitará que el amo se adapte a sus necesidades”, destaca Charly,
Como en la manada
Pero como principio general, afirman que -como decíamos al principio- los perros necesitan tiempo y entrenamiento. Y lo necesitan cuando empiezan a comprender lo que la mandada les permitía a sus ancestros lobos: aprender lo que les indica el líder.
“Antes de los tres meses no podemos pretender de un cachorro aprendizaje alguno, salvo el que normalmente logra de su madre -agrega Adela-. Por eso lo ideal es no separarlos antes, pero no es lo que normalmente ocurre”.
Y como la madre no está, el amo es fundamental. “En la manada, el liderazgo es ‘la’ clave. Ellos necesitan un guía que les marque el camino, y en nuestra vida compartida con perros, ese líder es el dueño”, resalta Charly.
Presencia
Si te decidís a tener un cachorro (lo que implica educarlo) tenés que saber algo: “los dueños deben ser absolutamente conscientes de que para cualquier aprendizaje del cachorro (y el del control de esfínteres es básico) es fundamental la presencia”, advierte Adela. “Y para trabajar los hábitos de higiene, las claves son la supervisión y la anticipación -añade-. No se puede ‘no estar’”.
Sucede que si el objetivo es conseguir es que el cachorro asocie sus necesidades con el lugar que hayas elegido como “baño”, necesita que seas su líder; porque retarlo cuando no lo hace no tiene sentido.
“Y menos todavía frotarle el hocico contra al charco, como se hace todavía con frecuencia. El castigo genera frustración y hasta miedo, y eso hace que incluso se orine más”, señala Adela.
Y Charly acota: Los perros no entienden palabras, menos reglas y normas”. “El lenguaje oral (sólo unas pocas palabras y siempre las mismas para las mismas situaciones) funciona si está asociado a una acción -agrega-; sí perciben la amabilidad en el tono (o la amenaza), y responden”.
Pero para eso, primero tu cachorro tiene que haber entendido qué se espera de él.
Cómo hacer (y por qué)
Volvamos a los ancestros. “Recién entre las tres y las ocho semanas de vida los perros aprenden a salir del nido para hacer sus necesidades”, explica Alba Benítez, fundadora, máster en Etología Clínica por la Universidad Autónoma de Barcelona.
“Hasta entonces, orinan y defecan dentro, y la madre ingiere los deshechos como método de limpieza y para evitar dejar rastros que puedan atraer a posibles predadores (este comportamiento es herencia del lobo)”, agrega la experta en su blog Simiperrohablara.com, y explica que a partir de las ocho semanas los cachorros empiezan a desarrollar lo que se denomina “preferencia de sustrato”.
La clave -agrega la española- es aprovechar esta característica, y conseguir que esa preferencia se oriente hacia donde nosotros deseamos. Y aquí anticipación y supervisión son cruciales para generar la asociación positiva: saber (y aprender) cuándo va a hacer sus necesidades, y premiarlo cuando lo hace bien.
Parece complicado, y un poco lo es, pero hay datos que ayudan.
“Los cachorros, como los bebés humanos, duermen mucho. y es regla: orinan cuando se despiertan. Entonces se pueden aprovechar esos momentos para llevarlos a donde queremos que sea “el baño -explica Adela-. Pero claro, también como con los bebés humanos, pueden hacerlo a las 4 de la madrugada... y lo lamento, pero hay que levantarse y llevarlo”.
Y no son los únicos momento propicios: “pasa los mismo después de que comen o toma agua; y también después de jugar. Si estamos atentos (pero para ello es indispensable estar con ellos), no es tan difícil”, agrega Adela.
“La idea es que el perro orine o defeque donde no corresponde el menor número de veces posible. Y que entienda que cuando acierte recibirá un premio; eso reforzará la conducta y favorecerá el aprendizaje”, completa Benítez y recomienda: “hay que ser efusivos: felicitémoslo con caricias y verbalmente; y, si queremos, añadiendo un premio comestible indicado para cachorros”.
Si vivís en departamento
Tener que salir de casa y recorrer un trayecto para encontrar el baño es una complicación extra. “Aguantar para el cachorro es muy difícil y hace más complejo el aprendizaje”, resalta Adela. “Puede serlo incluso para los perros adultos, si los dueños están mucho tiempo fuera de casa; y la retención durante períodos muy largos hasta puede causar problemas de salud en el largo plazo”, agrega, y resalta que en la actualidad no deberían hacer falta largas esperas.
“Se pueden usar bandejas y alfombras sanitarias... A la hora de aprender, esto no hace diferencia -agrega-, y se pueden añadir a la lista de los ‘lugares que sí’”.
Eso no quita que los perros “de departamento” necesitan sí o sí salir, pero eso ya es para otra nota.








