El Gobierno provincial, ¿pierde o gana con el desplazamiento del eje de poder interno que se produjo en el poder central a partir del desembarco de Sergio Massa? Porque si bien Juan Manzur sigue ocupando el escritorio de la jefatura de Gabinete -en una oficina donde una puerta lo comunica con la del Presidente-, en adelante, por ejemplo, la remisión de los recursos o la firma de nuevos convenios Nación-Provincia deberán tener la aprobación del líder del Frente Renovador. Concentrará el poder de las decisiones económicas en sus manos. Y también de la acción política.
En el oficialismo tucumano confían en que nada cambiará y que la provincia finalmente no sentirá los posibles efectos negativos del nuevo esquema de poder en el Frente de Todos, donde a Alberto Fernández lo desplazaron del foco de influencia -casi lo sacan- y en el que Cristina Fernández parece situarse como una observadora privilegiada con poder de veto. Todas las miradas atentas sobre el tigrense.
Manzur y Osvaldo Jaldo mantienen una buena relación con Massa, lo que les asegura alguna tranquilidad política e institucional, más al tranqueño en su función de gobernador interino, porque será el primero en sufrir los efectos colaterales en el territorio -malestar social- si es que Massa no da en la tecla y acomoda algunas variables que se hagan sentir favorablemente en “la víscera más sensible del ser humano”: el bolsillo. En ese marco de ansiedad, ya se habla del tiempo de respuestas: 30 o 45 días.
La economía por sobre lo partidario
La situación económica inquieta a los gobernadores del PJ o a los aliados del Gobierno, más que cualquier interés partidario con tinte electoral, porque si no se puede garantizar la paz social en los próximos días, semanas y meses, de nada valdrá pensar en elecciones o campañas electorales. El peronista, más que en temas políticos, como cualquier ciudadano, hoy piensa en su estómago más que en la suerte electoral del PJ. Es lo que refiere un dirigente capitalino del justicialismo para precisar cuál es la prioridad de la hora entre los militantes.
Esta mirada justifica la caída en los muestreos del Frente de Todos como opción para 2023, porque la gestión no está respondiendo a las necesidades de la sociedad, y menos para calmar los espíritus de los propios simpatizantes del oficialismo que, como cualquier argentino, padece los efectos de la inflación. Y es el más defraudado porque, a diferencia del resto, le dio su voto al Frente de Todos.
En esa líneas, dirigentes, afiliados y simpatizantes del PJ coinciden en que el Gobierno hoy no tiene un candidato presidencial de fuste, ni siquiera uno para competir con algún mínimo de fortuna contra Juntos por el Cambio. Todos tienen una imagen negativa tan grande que les impide tener aspiraciones, y ni siquiera tienen vedado soñar con la continuidad en la Casa Rosada.
En ese clima, si los propios peronistas son pesimistas en cuanto a su suerte electoral para el año que viene, se entiende el creciente optimismo de la oposición, que ya se ve en el poder; 17 meses antes de la entrega de la banda presidencial. Sólo deben resolver quién será su candidato para suceder a Alberto Fernández. Nada más. Esa lucha interna será atrapante, porque en el horizonte posible se dibuja un posible enfrentamiento de fórmulas, una radical contra otra del PRO en las primarias abiertas. Resolver una fórmula compartida es el verdadero desafío para “Juntos”, y constituiría toda una novedad si se concreta, en función de que en 2015 el binomio (Macri-Michetti) era PRO puro y en el de 2019 (Macri-Pichetto) la UCR no aparecía. Furgón de cola el radicalismo; la tercera puede ser la vencida, para que finalmente el partido de Alem pueda colocar el uno o el dos en la boleta del 23.
En Tucumán el reto de la oposición es similar hoy por hoy: juntarse para los comicios provinciales, sean en junio o en agosto. Sin embargo, esa misión es más complicada que a nivel nacional, por cuanto en la Nación el conflicto político-electoral se puede resolver a través de las PASO, mientras que en el plano local no hay chances legales de que pueda haber una primaria abierta, con la participación de los independientes en la resolución de la fórmula opositora.
Eso en cuanto al mecanismo para dilucidar sus diferencias internas que, si bien pinta lejano, no es tampoco lo central; antes los principales referentes de Juntos deben decidir si se sentarán a dialogar para poder confluir en una fórmula unificada entre los dos principales espacios internos: PJS y UCR. Por lo que hacen y dicen están más cerca de fracturarse que de consensuar una lista de unidad. El radicalismo es un hervidero interno, donde se está poniendo en juego, y en duda, quién es realmente el que conduce al espacio, porque partido y radicalismo no es lo mismo en este caso. Encima, el oficialismo, cuando puede, se inmiscuye para echar leña a la caldera opositora, alentando más la división; y tiene éxito si es que vemos las consecuencias de las movidas de Jaldo, que terminan acentuando más las diferencias entre los socios de Juntos por el Cambio, donde todos salen a cuestionarse. Se debilitan solos, o hacen más difícil la posibilidad de compartir una mesa de diálogo; peor aún, minan la credibilidad, poca o mucha, que puedan tener como una alternativa de poder.
En el PJ, en ese sentido, mantienen cierta calma; la preocupación, desde el gobernador al último peronista pasa, como se dijo, por tranquilizar las ansiedades de bolsillo de una sociedad descreída y sufrida. Las miradas, entonces, se dirigen a Massa. Porque si el hasta ahora presidente de la Cámara de Diputados acierta en un par de medidas, no sólo puede calmar a los gobernadores propios, sino que le permitiría al Frente de Todos tener un candidato presidencial, de lo que ahora carece, ninguno da la talla. Alberto no puede aspirar serlo y Cristina sólo parece pensar en su situación personal. Traducido en términos políticos y electorales, eso significa que sólo se preocupa por Buenos Aires, distrito que le puede garantizar la senaduría por la minoría. Fueros, de última.
Las expectativas del peronismo, entonces, están centradas en lo que anuncie el superministro el miércoles. Si sólo con su nombramiento bajó el dólar, se desprende que fue una apuesta certera; confió un referente del PJ. En el oficialismo entienden que Massa no sólo debe haber realizado acuerdos con Cristina para aceptar el puesto, sino que también debe haber mantenido charlas con opositores, empresarios y banqueros. Si se observan los primeros efectos de su designación, incluso hasta cuando surgieron los rumores de su asunción, cabe pensar que hizo un trabajo fino para no llegar sin expectativas favorables o con duras críticas desde la oposición.
Massa es un hombre que supo vincularse con toda la dirigencia opositora. Si se repasan los archivos siempre se encuentra una foto de él con radicales, con peronistas disidentes y hasta con referentes del PRO. Cimentó sociedades políticas, electorales y buenas relaciones institucionales como para atenuar y frenar posibles cuestionamientos. Por ahora; los créditos siempre tienen vencimiento. Con Manzur hizo buenas migas, por lo que se supone que no habría cortocircuitos entre ellos, sino más bien respaldos mutuos; el tucumano le aporta un puente con los gobernadores y una voz influyente sobre el Presidente.
En el tiempo que se le viene al tigrense, nada mejor que contar con el mayor aval interno posible, ya tiene toda la atención puesta sobre él; la de los de los oficialistas que -aunque él niegue tal condición- esperan se sea el salvador, la lo de los opositores que lo observan con ojo crítico, y la de los peronistas de base que esperan que les alivie las condiciones económicas y sociales.
Quedarse, toda una definición
En este recambio en el gabinete, aunque parezca que Manzur cedió terreno en la mesa de poder, el permanecer en la jefatura de Gabinete revela que sigue siendo una figura clave en el espacio. Es un apoyo para Alberto, tiene buenas relaciones con Massa y se comenta que habla más seguido con Cristina, por lo que en ese tablero se convierte en una pieza necesaria. Su presencia en Tucumán, el jueves y viernes, mientras ardía la Casa Rosada entre rumores, primero, y confirmaciones, después; indica que estaba en conocimiento del desenlace, que seguramente ya sabía sobre la designación de Massa en el gabinete; de los corrimientos y renuncias y, más que nada, de su permanencia en el cargo.
La misma tranquilidad que mostraba Wado de Pedro, que vino acompañando a Manzur a Tucumán. La invitación a Wado también debe entenderse como un mensaje del tucumano a la ex jefa de Estado, para mostrar que puede estar lejos de Alberto -aunque sabiendo qué ocurre en la Capital- pero que no quiere estar alejado del cristinismo y de sus alfiles.
Otra cuestión: si frente a los últimos sucesos en el Gobierno Manzur no abandonó el gabinete, cabe decodificar que no vendrá a Tucumán a hacerse cargo de la gobernación. Menos ahora que debe sostener la gestión y aguardar los resultados de la acción de Massa. Al barco no se lo puede abandonar ahora; hay que remar.
En un acto en Burruyacu, Manzur prácticamente confirmó esta situación al mencionar que el peronismo en la provincia está unido y al ratificar la sociedad política con Jaldo, al que elogió. Allí quedaron sepultados, por ahora, los anhelos de los manzuristas de que Manzur pudiese regresar a la provincia como consecuencia de la crisis interna del Frente de Todos, para poder rearmarse sin seguir actuando a la sombra del jaldismo. Sin embargo, el sanitarista eligió mantenerse en el escenario principal para jugar en el plano nacional. Tal vez especule sobre su futuro atado a lo que pueda hacer Massa.
Mientras tanto, en Tucumán, Jaldo sigue haciendo de las suyas, dividiendo cuando puede a la posición y, como se vio, respaldando con recursos no reintegrables a los municipios oficialistas. O sea, fortaleciendo su aspiración a ser el candidato a gobernador del PJ en el 23. En eso, algo también tendrá que ver Massa.