Durante esta semana diversas actividades y acontecimientos motivaron que el sector productivo esté atento a lo que hará tanto en el futuro inmediato con la actual campaña fina, cuya vedete es la falta de humedad en los suelos -que perjudica al trigo y al garbanzo-, como en la próxima gruesa que está por venir, debido a que no se conoce el camino a seguir con el nuevo gabinete, conformado el jueves.
Los ciclos productivos deben seguir; aun con los vaivenes que los acontecimientos les generen. El productor tiene claro que debe trabajar con lo que sembró, haciendo todo lo necesario para que el cultivo finalice su ciclo de la mejor manera. A la vez debe decidir que hará en la próxima siembra que se aproxima.
Para esto es de vital importancia que el productor disponga de semilla de alta calidad, sanidad y que este identificada adecuadamente. Y en ese sentido, la fiscalización de semilla cumple un rol clave.
Antes de renunciar a su cargo, el ahora ex ministro de Agricultura Julián Domínguez había dicho que solo un 18% de la semilla utilizada es fiscalizada, y que el país tiene un debate pendiente sobre la Ley de Semillas, que el Congreso debe resolver.
Todos tenemos en claro que una semilla sana, de calidad e identificada es parte fundamental para que la siembra o plantación de un determinado cultivo tenga éxito. Esa etapa inicial, por supuesto, debe ir acompañada de otros factores biológicos, edáficos y climáticos que permita a la futura planta crecer y desarrollarse.
En la producción de granos, varios parámetros deben cumplirse desde el instante de la decisión de siembra, para que se alcance el éxito: la elección del lote, la especie a sembrar, el cultivar elegido, la realización de un buen barbecho, la adecuada acumulación de agua de lluvia en los perfiles de suelo, un análisis físico químico específico para el cultivo elegido, la puesta en condiciones de las maquinarias.
Muchas condiciones deben darse para que el ciclo biológico de una planta exprese su potencial. Y los técnicos saben qué se debe hacer para que se cumpla el objetivo de lograr una buena cosecha.
La semilla -de cualquier cultivo- es una parte fundamental, y exclusivamente necesaria para realizar cualquier actividad agrícola.
Sin semilla no existe posibilidad alguna de concretar una actividad agrícola. Y si aquella no es de calidad y da al productor lo que realmente necesita se va totalmente al fracaso.
Se debe defender el derecho de propiedad intelectual de quienes producen avances en la tecnología de semillas, mediante el combate al repudiable comercio ilegal.
La Ley N° 20.247 (Semillas y Creaciones Fitogenéticas) legisla, como de orden público, el derecho del productor a usar variedades vegetales, para obtener semillas para su propia resiembra. Si el agricultor procesa y almacena en su explotación las semillas resembradas, no debe efectuar trámite alguno, según lo estipula la norma. Todo esto está en debate, y este tema debe ser tratado como corresponda con los que realmente saben de estas cuestiones.
Hoy el uso propio es un derecho del productor, que le otorga la posibilidad de sembrar su propia semilla sin necesidad de comprar en forma permanente a los propietarios de la creación fitogenética. Pero la protección de su patente y de la propiedad intelectual es fundamental para seguir con la demanda de semillas que existe. Y el Estado debe regular este procedimiento para beneficio de todos, de obtentores y de usuarios de diferente escala.
Usar semilla de calidad, con genética específica para cada condición agroecológica y de pureza varietal permite empezar una siembra con el pie derecho.
Aún se debate en el Congreso la modificación de la Ley de Semillas en lo que respecta a uso propio y a regalías. Pero el tiempo pasa y las discusiones siguen sin que se logren los resultados que el sector productivo merece.
El sector necesita de buenas semillas para seguir sembrando bien. Y para ello se debe entender que la propiedad intelectual es de vital importancia ya que, si no es respetada, los obtentores salen del mercado y esto no permite que los productores tengan la oportunidad de acceder a nuevas tecnologías incorporadas a las semillas en numerosas especies.
Si siguen las discusiones sin sentido y no se logra una ley que proteja las investigaciones y las inversiones que se realizan para obtener la mejor semilla en el futuro cercano acaso no se podrá disponer de la mejor semilla.
Los productores y los obtentores tienen derechos que deben ser respetados por el bien de la producción de alimentos que necesita el mundo.