Massa superministro: ahora falta el plan económico
Sergio Massa se incorporará al Poder Ejecutivo con una serie de privilegios, mientras el mercado y la sociedad aguardan las medidas que adoptará para encarrilar el rumbo de la economía. Según los analistas, el pragmatismo del líder del Frente Renovador le permitirá acercarse nuevamente a los organismos internacionales, aunque advierten que tendrá tiempo limitado para resolver los problemas.
No hace mucho tiempo, cuando Martín Guzmán resistía los embates la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, un economista que sigue en la estructura oficial decía: “no se pueden tomar decisiones de fondo cuando tenés ocho funcionarios dentro de una misma área y que se creen ministros de Economía”. El tiempo le dio la razón. Y fue la primera condición que puso Sergio Massa para dejar la Cámara de Diputados y aceptar el ofrecimiento del presidente, Alberto Fernández, para convertirse en un “superministro” que, en los papeles, tendrá el poder y el respaldo político que no tuvieron ni Guzmán ni Silvina Batakis, ahora nominada como titular del Banco Nación.
El líder del Frente Renovador se queda con Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura. Esta fusión significó la vuelta de Daniel Scioli a la Embajada argentina en Brasil y el alejamiento de Julián Domínguez, que presentó su renuncia. Presidencia de la Nación comunicó, además, que Massa tendrá bajo su órbita las relaciones con los organismos internacionales, bilaterales y multilaterales de crédito. En estos movimientos, la vicepresidenta de la Nación no se quedó atrás y pudo colocar a Carlos Castagneto como titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), donde hoy ocupa la dirección general de Recursos de Seguridad Social. Uno de los primeros en elevar su dimisión fue Gustavo Beliz. A la Secretaría de Asuntos Estratégicos que dejó vacante irá ahora Mercedes Marcó del Pont, hasta ahora jefa de la AFIP. Juan Manzur salió indemne de la reestructuración del Poder Ejecutivo. De la mano de los gobernadores, con un tácito acuerdo con la fórmula presidencial y un pedido del “superministro”, el tucumano seguirá siendo jefe de Gabinete. Anoche, mientras en la Casa Rosada y en el Congreso continuaba delineándose el elenco de la nueva estructura económica y las medidas que se anunciarán en los próximos días, Manzur y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro recorrían la Expo Interior en el Hipódromo de Tucumán. Luego compartieron una cena privada con referentes políticos locales.
Las modificaciones eran más que necesarias. El precio del dólar no tiene techo. La actividad económica avanza hacia una desaceleración. La inflación fagocita el poder adquisitivo de la sociedad. La reputación del país en el contexto internacional es baja. Y la credibilidad del Gobierno está en picada. “El shock era imprescindible frente a un Presidente que apenas alcanza al 22% de aprobación de su gestión y que ha desilusionado hasta a sus propios votantes”, dice a LA GACETA el analista político Hugo Haime. Esa sensación fue transversal al heterogéneo electorado oficialista, que observa cómo más familias caen en situación de pobreza, mientras los sectores medios tratan de sostenerse en ese escalón de la pirámide socioeconómica. “A la sociedad no le importa la crisis mundial, sino que el Gobierno se ocupe de resolverle los problemas frente a una inflación alocada y que lleva a que la plata no les alcance. Frente a esa realidad, se necesita un reordenamiento del Gobierno”, dice el sociólogo.
Como Alberto Fernández, Massa juega en tiempo de descuento porque no le quedan 17 meses de mandato, sino menos ocho meses más hasta el primer turno electoral de 2023 en las provincias. Haime, en ese sentido, apunta que si el Frente de Todos comienza a ganar en algunos distritos, será un clima; y si pierde, será otro. “Por eso creo que el Gobierno necesita reaccionar antes de fines de año y que hasta marzo tiene tiempo para hacer correcciones de fondo”, estima. Así, el analista considera que la actual gestión necesita imperiosamente reconfigurar el poder para recuperar el centro de la escena política y de las decisiones.
El desafío para el gobernante Frente de Todos ha sido poner un ministro de Economía con fortaleza política propia pero, a la vez, que no implique opacar al Presidente, sino que haya un equilibrio de poder. En ese aspecto, los analistas explican que Manzur también forma parte del contrapeso político, al ser uno de los funcionarios más escuchados por los gobernadores.
Lo bueno y lo malo
El ingreso de Massa a la estructura del Ejecutivo es una clara muestra de que la gestión se está repolitizando. Lo peor que le puede pasar a una administración, en tiempos de crisis económica y financiera, es vaciarse de poder, que los aliados dejen solo al Presidente, al igual que los mandatarios provinciales. “Con los cambios, el Gobierno está tratando de tomar decisiones importantes y que, a la vez, sean creíbles. Eso es lo que le faltaba a Batakis, porque las miradas estaban puestas más en Cristina”, indica Julio Burdman, director de Observatorio Electoral Consultores. En ese aspecto, puntualiza que Massa tiene espalda política para afrontar la situación. Pero a la vez, acota, le da un horizonte de futuro a la coalición gobernante con la idea de instalar a un potencial candidato presidencial si la economía se encarrila y así, garantizar la continuidad en el poder. El doctor en Ciencia Política, además, remarca que otro factor considerado bueno para la gestión es que, en esta crisis política, la solución no pasaba por el lado de los gobernadores (“a Manzur le costó posicionarse política e institucionalmente”, agrega), ya que sus planteos particulares debilitaban al Presidente. Burdman aclara, no obstante, que no se sabe aún si Massa cuenta con todo el respaldo político para su nueva misión; si llega al Palacio de Hacienda con un plan económico más fiscalista de recorte del gasto o de reajuste tarifario que permita bajar el déficit y si sacará de la galera alguna medida que tienda a rellenar las reservas del Banco Central. “Que tenga manija política para decidir no significa que traiga un programa económico claro. Si se le da tanto poder y no tiene ese plan claro, no significará demasiado para la gestión”, expresa.
Según el director del Centro de Estudios Económicos y Sociales del NOA (Cesnoa), Daniel Abad, es auspicioso que la Casa Rosada apele a la figura de un ministro fuerte, con poder, como en las décadas de 1980 y 1990. “Contribuirá que posea una impronta promercado y que sea pragmático, con un claro giro en política económica hacia el ordenamiento de la actividad, sopesando los costos sociales y sectoriales”, dice. El consultor observa que, por lo que viene trascendiendo, Massa cumplirá con las metas que el FMI trazó en materia monetaria, con un programa coherente en su conjunto y que no signifiquen parches. “Ahora tendremos que esperar que el plan económico se anuncie, además del equipo que acompañará a Massa para tener una idea más clara del rumbo que se adoptará”, señala.
Hace dos años, en su libro “Alberto, tenemos un problema”, la economista Victoria Giarrizzo planteaba que los cambios económicos son decisiones que se toman en conjunto, buscando consensos. “Algún Gobierno deberá unir y entender que la política no es un juego de poder, sino un espacio donde todos los días se define el futuro de los 45 millones de argentinos. En cada decisión se puede construir o destruir”, sintetizaba.
Massa llega con la impronta de recuperar el rumbo de la gestión económica, aún no siendo graduado en Ciencias Económicas (es abogado como lo fue el ex ministro del cristinismo, Hernán Lorenzino, que tenía maestrías en Economía y en Gestión Pública). Cuenta con un equipo de economistas que vienen acompañándolo desde hace tiempo. De allí que nombres como Miguel Peirano o Juan Ignacio de Mendiguren suenen para la Secretaría de Producción o que Martín Redrado siempre surja como posible conductor del Banco Central.
El peronismo, socio mayoritario del Frente de Todos, se encuentra en un escenario completamente diferente al que estuvo acostumbrado a afrontar cada vez que se le presentó una crisis. No hay reservas; tampoco margen para emitir moneda. No hay posibilidades de acceder al financiamiento voluntario porque el mercado no cree en el Gobierno ni en el país. El plan económico de Massa apuntará a vivir de lo propio y pateando deudas hacia adelante para que la crisis no sea más profunda. Para saber cuáles serán las recetas para ese objetivo hay que esperar un plan económico.