La historia de un gran acto solidario de Cuba, que entre 1990 y 2011 salvó la vida de decenas de miles de niños ucranianos afectados por la radiación, no es muy conocida. La cuenta el documental “Tarará”, que se proyectará hoy a las 22 en la Sala Oreste Caviglia (San Martín 251) como parte de la competencia argentina del Festival Tucumán Cine.
Dirigida por Ernesto Fontán y coproducida por Juan Pablo Di Bitonto (cineasta radicado en Tucumán), la película fue filmada con un equipo muy reducido, porque los realizadores tuvieron que costear todo con fondos propios.
Fontán, que acaba de regresar de una gira por países europeos donde mostró el filme, contó a este diario que el rodaje en Cuba fue muy emotivo.
“Fue maravilloso el haber descubierto esta historia de los niños ucranianos que fueron afectados por el accidente nuclear de Chernobyl, en 1986, y que durante más de 20 años fueron atendidos gratuitamente en Cuba. Tarará es la ciudad donde se desarrolló el programa médico”, explicó.
El equipo entrevistó a algunos de esos niños que, después del tratamiento, decidieron quedarse a vivir en Cuba. También da testimonio en el filme el trovador Silvio Rodríguez, que narra anécdotas de él como alfabetizador en 1961, cuando tenía 14 años.
Otros insignes personajes que aparecen en el filme son el poeta Roberto Fernández Retamar, que falleció seis meses después de la entrevista, y la hija del Che Guevara, Aleida Guevara. También se narra la historia de las traductoras, los coordinadores médicos y las maestras que dieron clases.
“Sobre esta gran historia de solidaridad había muy poca información. Nos costó bastante poder conseguir material de archivo de los años 90 en Cuba, que fueron muy complicados económicamente a causa de la caída del bloque soviético y la del muro de Berlín -agregó Fontán-. En el recorrido por festivales le está yendo muy bien a la película. Anduvimos por Bangla Desh, Londres, México, Colombia y varios países de Europa”.
Por su parte, Di Bitonto señaló que, por falta de financiamiento externo, fueron solo cinco personas las que viajaron a Cuba y volvieron con el material filmado.
“La verdad que es una historia muy particular la de Cuba atendiendo a los chicos de Chernobyl. En el documental cuentan que cuando llegaron no podían creer la belleza de la playa, el calor, las frutas (no conocían las naranjas), y cómo tenían que traer también traductores para poder escolarizar y que no perdieran las clases. Atendieron a más de 26.000 chicos”, precisó.