En la Casa Rosada hay un ala de funcionarios que muestra rostros de preocupación; pero también hay otros que exteriorizan que, fuera del edificio ubicado en Balcarce 50, no hay crisis profunda, sino una etapa de coyuntura negativa que no amerita tanta dramatización. En el medio de ambas posturas está el desconcierto social. En cualquier punto cardinal del país la pregunta que subyace frente a la estampida del dólar es: ¿qué sucederá mañana? Nadie tiene la respuesta. Ni siquiera aquellos que tienen el poder para tomar decisiones y encarrilar el rumbo de la economía. La estabilización económica necesita señales desde ese ámbito de poder para restablecer la confianza.
Alberto Fernández sigue buscando la manera de sostenerse en el cargo. Alrededor del Frente de Todos no hay espacio para los apoyos. Los que se ven son tibios, pero el silencio también dice mucho. Como el de Cristina Fernández de Kirchner, que no ha dado señales acerca de su posición frente a la difícil realidad socioeconómica de un país que la tiene como vicepresidenta de la Nación. Ella es tan responsable como Alberto acerca de las decisiones que se toma. Se anticipó al nominarlo a Alberto como cabeza de fórmula. Hoy no puede sacar los pies del plato. Llama la atención que sólo Sergio Massa, líder del Frente Renovador y socio principal de la coalición oficialista, sea uno de los pocos que tienda lazos comunicantes con la Rosada desde el Congreso. Cuando el peronismo huele vacío de poder, automáticamente tiende a acomodarse al costado de la ruta esperando la próxima caravana con un nuevo líder.
Una semana de terror para el "blue"
Mientras tanto, la vida. El dólar terminó una semana de terror. El “blue” ha vuelto a convertirse en aquel fantasma que transporta a la crisis, con una corrida cambiaria que puso en jaque a la recientemente designada ministra de Economía, Silvina Batakis. Los dólares financieros, a su vez, no encuentran techo. Las medidas anunciadas por el Gobierno nacional para intentar controlar el tipo de cambio no surtieron el efecto esperado. No hubo shock. El MEP descendió casi 2%, mientras que el Contado con Liquidación lo hizo en un 1%, variaciones que no mueven el amperímetro de un mercado que sigue lleno de incertidumbre y que esperan otra fiebre de sábado por la tarde, algo que se naturalizó durante la gestión de Alberto Fernández. Es el día preferido para que se desaten las tormentas oficialistas. Pasó con las medidas pre y pospandemia; también cuando había que tomar decisiones respecto del acuerdo con el FMI. Fue el día elegido para que el oficialismo desate sus internas más fuertes y hasta Martín Guzmán decidió un sábado alejarse del Palacio de Hacienda, en medio de tuits y gritos. Ahora se cocina otro paquete de medidas para pasar otra semana turbulenta. En el entorno presidencial esperaban que el viaje a los Estados Unidos pudiera poner algo de paños fríos a la gestión, pero la covid-19 se cruzó en el camino. El jefe de Estado de la principal potencia global, Joe Biden, está de cuarentena, mientras Alberto Fernández debe preparar una reingeniería política y económica para atender todos los frentes abiertos antes que se acabe este acelerado mes de julio.
Los empresarios están más que preocupados. “Muchos proveedores ya no aceptan un financiamiento a 180 días y es muy complejo pensar en cómo producir para hacer frente a los precios de reposición”, se lamenta un influyente industrial nacional cuando LA GACETA le consulta cómo hace para suplir la ausencia de dólares para importar insumos. Ese valor de reposición es más importante que el que hoy figura en las vidrieras. Generalmente entre viernes y sábado, los grandes proveedores mandan las nuevas listas de precios, que ya no son semanales, sino hasta cada tres días, de acuerdo con la actividad que se realice.
Los referentes de las principales industrias locales (citrus y azúcar) aceptan que esta zafra se desarrolla con buenos precios para la producción, pero ponen la cabeza en el más allá. Lo que hoy es rentabilidad, mañana puede convertirse en un monto inicial para adquirir insumos, con un país en el que la inflación interanual ya roza el 80% y sin un precio de equilibrio en el dólar. La plaza financiera se mueve. Hay demanda de dólares, pero no oficiales. Nadie quiere quedarse con los pesos en la mano. La cobertura es verde más caro o “blue”. La especulación más usual es que la divisa estadounidense siga su curso ascendente.
Los bancos ya no saben qué hacer con tantos pesos. En algunos casos, reciben los ladrillos de $ 500 y de $ 1.000, pero tratan de evitar el chiquitaje. Hay muchos que se preguntan acerca de cuál ha sido la razón que ha llevado al Estado nacional a reponer billetes de $ 20, con el sobrecosto que eso implica. El mismo valor de impresión es para un billete de $ 5.000 o de $ 10.000, algo que otra franja del sector privado le viene pidiendo desde hace tiempo al Gobierno. No hay dólares en las reservas; sobran pesos en los bancos.
La calma, un maquillaje
En la Casa de Gobierno tucumana, la calma es sólo un maquillaje. Desde el mismo momento en que Osvaldo Jaldo llegó a principios de semana desde Buenos Aires, reunió a la plana mayor de la Policía, con la excusa de que hay que trabajar más en el combate contra el narcomenudeo. En el fondo, la cumbre de uniformados derivó en una arenga del vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo para que la Policía saque a la calle la mayor cantidad de efectivos posibles para resguardar el orden y combatir el delito. La paz social, afortunadamente, es un atributo para provincias como Tucumán que, en gran medida, depende de la regularidad del pago de los sueldos estatales para que el circuito comercial disimule la caída del consumo.
Jaldo viene hablando con distintos sectores económicos con el fin de escuchar los planteos que más inquietan y, además, intentar buscar la manera de encapsular la provincia, frente a una realidad complicada en el país. El gobernador interino no puede hacer demasiadas promesas al sector privado, más de la que tienen que ver con la seguridad y el pago al día de los certificados de obras, por caso. Las decisiones de política económica se adoptan en el poder central.
Esa es la situación de una Argentina que se ha convertido en un país de ciencia ficción, que asustó a la dirigencia política a tal punto de que la misma realidad (y no las ambiciones personales) ha dejado de lado la discusión de candidaturas para 2023.
Argentina, en suma, tiene aquella capacidad de crear escenarios que inspiran debates filosóficos, sociales y económicos acerca de la naturaleza del hombre y de la sociedad, además de plantear dudas, señalar peligros y buscar respuestas. Sí, como la definición clásica de la ciencia ficción.