¿En qué idioma hablaremos mañana?

¿En qué idioma hablaremos mañana?

¿En qué idioma hablaremos mañana?

El idioma nos identifica, materializa en palabras, modismos y estructuras gramaticales parte de nuestra forma de ser y pensar. La diversidad de lenguas registra así las múltiples formas con las que los humanos decidimos habitar este planeta. Pero al mismo tiempo, los idiomas levantan barreras. Recuerdan el mito bíblico de una torre que aspiraba a ser erigida en Babilonia para llegar hasta al cielo, pero que nunca llegó a consolidarse porque sus constructores comenzaron a hablar en lenguas diferentes. No pudieron entenderse y de la obra magna quedaron solo los anhelos y la fantasía por conocerla de los hijos de aquellos hombres. Desde entonces, según la mitología, hemos perdido la posibilidad de tener un idioma único.

El mito sigue latente. En un presente superconectado donde la simultaneidad es el tempo del progreso, el idioma sigue siendo un escollo para una comunicación universal. Pretendemos enlazar millones de nodos y trascender las barreras espacio-temporales con internet, pero aún hablamos idiomas diferentes. Esta parece ser la nueva obsesión de los expertos en inteligencia artificial, quienes trabajan en modelos de traducción automática capaces de unirnos en un solo idioma, ya no en Babilonia, sino en los teléfonos, computadoras y por qué no, en anteojos o cascos de realidad virtual.

La semana pasada, Meta, la compañía madre de Facebook e Instagram, hizo público un artículo en el que detalló un avance significativo en materia de traducción simultánea. Según detallan sus expertos, han desarrollado un modelo capaz de traducir 200 idiomas diferentes, muchos de los cuales no eran accesibles a los sistemas de traducción que se comercializan actualmente. El programa a cargo de dicho avance se denomina justamente “No Language Left Behind” (Ningún idioma se queda atrás) ya que tiene por objetivo dar soporte de traducción a lenguas “de bajo recurso”, muchas de ellas originadas en África y Asia, las cuales cuentan con menos contenido en la web. La propia Meta hizo hincapié en dicha desigualdad: “por ejemplo, hay disponibles alrededor de 3.260 artículos de Wikipedia en lingala, un idioma hablado por 45 millones de personas en la República Democrática del Congo, la República del Congo, la República Centroafricana y la República de Sudán del Sur. Pero, por el contrario, el sueco dispone de más de 2,5 millones de artículos para 10 millones de hablantes en Suecia y Finlandia”, detalló un comunicado oficial.

El proyecto de Meta ya tiene un uso concreto en Wikipedia. Su tecnología de traducción está ayudando a aumentar los artículos disponibles en idiomas menos populares, los cuales están muy lejos de las seis millones de publicaciones que cuenta la versión en inglés. Sin embargo, la tecnología no solo apuesta por universalizar las traducciones. Otros de los principales motivos que impulsan este desarrollo es la posibilidad de mejorar los textos de sus publicidades (principal fuente de ingresos de las redes sociales), aumentar la capacidad de control de infracciones en las publicaciones de usuarios y próximamente, contar con un sistema de traducción simultánea en sus plataformas de realidad virtual y realidad aumentada. El sueño de Meta es que en el prometido metaverso, todos y todas puedan dialogar sin limitaciones idiomáticas.

Tanto Google como Meta sueñan hace tiempo con tener anteojos que permitan traducir en tiempo real cualquier tipo de conversación. De hecho, ambas empresas ya habían presentado productos que prometían dichas funcionalidades pero nunca llegaron al mercado. Hoy la inteligencia artificial está acelerando los tiempos para mejorar la calidad de las traducciones y para aumentar la cantidad de lenguas disponibles. Según prometen, no falta mucho para que las tengamos entre nosotros.

¿Qué pasará entonces cuando dichas fantasías se hagan realidad? Como otras tantas promesas, es mejor ser cautos y esperar los verdaderos alcances de las tecnologías, pero sin dudas replanteará a las comunicaciones tal cual las conocemos. ¿Seguiremos estudiando inglés? ¿Qué pasará con el mundo del trabajo y la educación? ¿En qué idioma se publicarán los libros? Quizás todavía no dimensionamos ese nuevo estadio, momento que seguramente nos sorprenderá como tantas veces ha pasado con las innovaciones digitales. De lo que sí podemos estar seguros es que las lenguas seguirán vivas por más que exista un dispositivo universal que pretenda unificarlas. En su multiplicidad está la riqueza de nuestra historia, recorrido que convendrá tener como aliado a la hora de dar un paso tan grande como pretenden los gigantes de esta época.

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