El Parque Percy Hill y tres historias desconocidas sobre su pasado

El Parque Percy Hill y tres historias desconocidas sobre su pasado

La prueba del aljibe, el "monte de las cocinas" y las siestas de Belgrano. Un lugar para descubrir.

IMPERDIBLE. bicado en el corazón de la Ciudad Jardín, este pedacito de edén esconde misterios que convierten una simple caminata en una experiencia inolvidable. ARCHIVO LA GACETA IMPERDIBLE. bicado en el corazón de la Ciudad Jardín, este pedacito de edén esconde misterios que convierten una simple caminata en una experiencia inolvidable. ARCHIVO LA GACETA

Esta es la época del año en la que el suelo luce amarronado; lleno de hojas crujientes. Descienden de los otroras vastos follajes y se quedan ahí. Sopla una ráfaga y se inflaman; se agitan. Pero quieto el aire, están inmóviles. Por ese escenario, esparcido por todo el parque Percy Hill, daría los ojos cualquier poeta.

Ante el inicio de la temporada de vacaciones de invierno, este pedacito de edén, ubicado en el corazón de la ciudad de Yerba Buena, constituye una alternativa para grandes y chicos.

Dice Alejandro Brown -el ecólogo que preside ProYungas, una fundación que trabaja para la conservación del ambiente y el desarrollo sustentable y colabora con el cuidado del parque- que los vecinos más antiguos conocían a este lugar como "el monte de las cocinas". La nomenclatura proviene de la época en la que Yerba Buena era un cañaveral, hacia 1900. En los meses de cosechas llegaban los obreros de los ingenios, con sus carretas, familias y cocinas de hierro a leña. "Armaban campamentos para comer bajo la copa de estos árboles. Hoy, ese 'monte de las cocinas' es una verdadera joya", añade Brown, en diálogo con este diario. Un dato casi ignoto sobre los orígenes de este sitio.

El viejo aljibe con el que el visitante se topa en el camino principal sostiene las palabras del ambientalista, pues se piensa que de allí sacaban agua los trabajadores. Segundo datazo: muchos podrían pensar que se trata de una fuente de agua de imitación, pero es tan vieja como los árboles que la rodean.

Y si de mitos se trata, Brown aporta un tercero: se cuenta que por aquí pasó Manuel Belgrano. Este pequeño bosque habría servido de amparo a los soldados de su ejército. 

Pero no siempre las cosas fueron esplendorosas. Desde su creación, en 1970, el parque experimentó largos períodos de abandono. Alrededor de 1980, por ejemplo, un estudio del Instituto Lillo, de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), alertaba sobre la tala de especies valiosas, como el cedro. Con el paso de los años, la situación empeoró: quedó convertido en un basural y en una zona de pastoreo, en la que reinaba la oscuridad y la inseguridad. Hasta que en 2013 llegó el resurgimiento, cuando ProYungas, el Rotary Club y el municipio emprendieron su reconstrucción.

Hoy, el paseo cuenta con bancos y merenderos. La magia empieza a sucederse apenas se atraviesa el portón de entrada. Allí, un cartel enseña los senderos internos y destaca la información necesaria sobre las más de 20 especies forestales que se yerguen una tras otras. De hecho, con casi una hectárea de bosque y cerca de 730 árboles -entre grandes, medianos y chicos-, el Percy Hill constituye el último reducto de la selva en las planicies del pedemonte tucumano. 

Del otro lado de la cartelería con información sobre la flora, se ofrece una biografía respecto a Percival Hill (1879-1960), el empresario que donó las tierras.

Una característica de este bosque son las plantas epífitas y las lianas, que aquietan el paisaje. ¿Quién hubiera creído que en una manzana en la que sólo hay árboles se puede pasar una tarde entera y en la más absoluta paz. Los bramidos de una línea de ómnibus, de los autos y de los vendedores con megáfonos se quedan afuera. Adentro, solo se oye el canto de los pájaros. 

Pacarás, nogales y laureles (ejemplares típicos de la selva tucumana) crecen junto a tipas, moras, ligustros y otras especies invasoras, que han ido adentrándose a través de semillas esparcidas por el viento. 

En definitiva, hay joyas, como dice Brown, que son generadoras de vida. Oxigenan la atmósfera. Son morada de pájaros, insectos y animales. Y nos protegen de fenómenos ambientales. Las selvas, los bosques y los parques representan eso y más. Por esa razón, siempre es bienvenida una caminata por el Percy Hill.


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