Es tucumana y llegó a Europa gracias a su pasión por el tejido artesanal autóctono

Es tucumana y llegó a Europa gracias a su pasión por el tejido artesanal autóctono

Evelina García Merlo se dedica a rastrear por el norte a productores de piezas únicas, que son muy valoradas en el extranjero por la cultura, la laboriosidad y la concepción artística que emanan. Con su emprendimiento busca reconocer y preservar oficios y técnicas ancestrales expuestos a un riesgo alto de extinción.

La tucumana Evelina García Merlo. La tucumana Evelina García Merlo.

En Purmamarca (Jujuy) y mientras trabajaba en un hotel muy requerido por turistas extranjeros, descubrió el valor decorativo de los tejidos vernáculos. Sin darse cuenta se dejó envolver por el encanto y el misterio de las mantas, las alfombras y los pies de cama que tanto cautivaban a sus huéspedes. Evelina García Merlo, licenciada en Turismo y gestora cultural criada en Alberdi, reconoce que no se había fijado antes en aquellos objetos porque en Tucumán no se repara en la tradición textil. Pero, una vez que despertó a ese mundo, ya no le pudo quitar los ojos de encima. Y lo que empezó como una inquietud personal se convirtió en una forma de ganarse la vida. Una y otra vez García Merlo volvía a la dimensión de las tejedoras y sus lanas hasta que, en 2020, puso nombre a un emprendimiento virtual que ya envió los primeros tejidos a Europa. Estas son, en cuentas resumidas, las raíces de Serpuna.

Hay en este proyecto mucho de azar; de prestar atención a lo que valoran “los de afuera”; de redescubrir y entender lo propio; y de seguir las huellas apenas perceptibles de los artesanos y de las artesanías con la pasión del arqueólogo que está ante su “Atlantis”. Y, también, de avanzar con paciencia. Radicada de nuevo en Tucumán, García Merlo estaba desempleada y acababa de ser madre por segunda vez cuando advino la pandemia. En esas circunstancias recibió dos subsidios de $ 17.000 del Fondo Nacional de las Artes. “Empecé con eso. Con un capital mínimo es posible emprender”, reflexiona en una pausa de su rutina como cabeza de un equipo que hoy da trabajo a seis artesanos.

Pero aunque para esa época ya había acumulado un conocimiento sustancioso sobre los tejidos autóctonos, esta licenciada vio la veta en la herrería y, con un vecino de su casa de Yerba Buena, se lanzó a fabricar espejos redondos. “Por casualidad, una pareja de amigos me contó un día que estaba buscando ese producto y que no lo conseguían. Yo me acordé del herrero. Crucé la calle y le pregunté si podía hacer el marco; volví y estudié los costos de terminación; armé los primeros espejos redondos; les saqué fotos; las colgué en Facebook y empecé a venderlos”, relata.

Es tucumana y llegó a Europa gracias a su pasión por el tejido artesanal autóctono

Lo de las fotos no es una anécdota porque resulta que García Merlo seguía incursionando en la herrería y estaba elaborando lámparas forradas con yute cuando -otra vez sin proponérselo- tomó una imagen de sus creaciones con un tapiz de la Puna de fondo. Se trataba de una obra de gran tamaño que ella había adquirido en Jujuy. El caso es que una amiga de Israel vio el tejido y se enamoró. “¡Quiero comprártelo!”, le propuso. Pero García Merlo no estaba dispuesta a deshacerse de la pieza. Entonces sacó su agenda de contactos de Purmamarca y empezó una búsqueda que, por esas decisiones del destino, acabó en Santiago del Estero. Su emprendimiento comenzaba a conectarse con las tejedoras que admiraba tanto.

Pastoras y tejedoras

Con el ojo entrenado en la decoración del hotel en el que había trabajado, García Merlo empezó a apreciar los telares que visten los hogares de los lugareños de la Quebrada de Humahuaca. “Vi que la gente colgaba aguayos y tapices elaborados con la lana de las llamas y de las ovejas que pastorean, y entendí que todo esto proviene de una economía de subsistencia”, recuerda.

Más o menos en ese tiempo abrió con su pareja de entonces una tienda de suvenires donde vendían remeras diseñadas por sus dueños. “Ahí me puse a tejer yo sola. Me gustó, y sumé a tejedoras de Volcán, Abra Pampa, El Moreno y Tilcara. Hacíamos pulóveres adaptados al uso urbano. Con pequeños cambios en los talles y las proporciones, dejaban de ser prendas rústicas y se convertían en creaciones únicas”, refiere.

La vuelta de tuerca funcionó y al local inicial se sumó otro en Cafayate (Salta), que incorporó tejidos andinos: pullos traídos de Bolivia y de Perú. La clave era mantener el ritual que comprende desde la obtención de la materia prima, el procesamiento y el teñido hasta la peculiar manera de encadenar los puntos. “Había un enfoque artesanal genuino. Veíamos que esto era muy valorado por los clientes”, reflexiona. En 2012, García Merlo se separa de su ex socio y termina su estancia quebradeña. Pero no olvida lo que había visto y aprendido, y empieza a rastrear artesanías textiles en Tucumán.

Mensaje radial

Con Serpuna en marcha y disparada por la demanda de esa amiga de Israel, García Merlo trata de reactivar el sistema de trabajo que había montado en Jujuy, pero encuentra que los productos que buscaba resultaban inaccesibles. Tampoco encontraba soluciones en la provincia, donde el tejido artesanal ya es una práctica con escasísimas cultoras, como la simoqueña Mercedes “Mechita” Cardozo. Piensa y se acuerda de que había oído hablar de la fama de las tejedoras de la localidad santiagueña de Loreto, y se le ocurre la idea de llamar a una estación de radio de la ciudad. De esto modo consigue contactar a una tejedora, pero pronto advierte que a los caseríos del monte se entraba de otra manera.

Siguiendo la pista de Loreto, García Merlo halla en internet un registro completísimo de artesanos rurales del país. ¿Qué hizo? Se puso a chequear los datos y a entender lo que hacían, esencialmente, de qué tamaño era el telar que usaban. Para su sorpresa, Santiago del Estero sobresalía en la base por la cantidad de opciones. Un día encontró al guía que necesitaba para terminar de cerrar el círculo: un sacerdote pariente de una conocida. “El padre ‘Ale’, por fin, me llevó a conocer a las tejedoras de Loreto”, dice. Y añade: “empezamos a hacer pruebas y fabricamos mantas. Fue en ese punto donde me llamaron desde Zaragoza (España) e hicimos los primeros envíos”.

A García Merlo no le sorprende el interés de los europeos por la producción artesanal sudamericana. “Es algo muy buscado: un lujo en este momento. Somos los únicos que no lo estamos valorando, que no sabemos dónde comprar un poncho, aunque hay un segmento de argentinos que comenzó a darse cuenta y a reconocer estos objetos”, apunta. Y manifiesta que se trata de una alternativa inmensa para artesanos aislados de todo, incluso de servicios básicos: “hablamos de gente que no tiene agua, y que a lo mejor debe transitar kilómetros y kilómetros para llegar a algún lado. Están en una vulnerabilidad económica espantosa”.

Salir adelante en medio de tanta adversidad es un desafío gigantesco porque, por ejemplo, aumentar la producción de tejidos inmediatamente crea un problema de escasez de lana de oveja. ¿Qué sucede? El tiempo para tejer quita tiempo para la atención de las majadas. Y luego hay una dificultad logística: una manta pesa cinco kilos y una alfombra, siete. “Enviar los productos fuera del país cuesta un dineral”, observa García Merlo.

Todas las dificultades llevan a que los oficios se pierdan o se corte la transmisión intergeneracional del saber. García Merlo afirma que el daño cultural es incalculable si se recuerda que los pueblos indígenas de esta zona eran ágrafos, y comenzaron a tejer para comunicar su pasado, su espiritualidad, sus valores y sus sueños. “Esta era su escritura”, dice. Según su diagnóstico, faltan nexos entre ese mundo alineado con la naturaleza y el mundo desarrollado. Esa es la tarea que se propuso Serpuna con su oferta de productos originales -incluidos utensilios de cocina de wichis- y garantía de trato justo a los productores. García Merlo está convencida de que se trata de la dirección correcta: “hacia esto va el planeta. Los consumidores educados quieren comprar cosas con sentido, únicas y sustentables. Y yo veo un universo de oportunidades para lo que producimos aquí con tanta dignidad”.

La receta de serpuna

1) Mirar hacia donde miran los extranjeros que visitan el país.

2) Respetar la cultura local y comprender las limitaciones de los productores.

3) Emprender con un capital mínimo.

4) Potenciar la calidad y la originalidad.

5) Promover el comercio justo y la sustentabilidad.

El emprendimiento en Instagram: serpuna.artedeco

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