Fin de la moderación: Guzmán out y ahora, apunten contra Fernández

Fin de la moderación: Guzmán out y ahora, apunten contra Fernández

Por Hugo Grimaldi - Columnista invitado.

03 Julio 2022

“Estaba escrito”, hubiese dicho un religioso, ya que los tiempos se estaban acelerando dramáticamente, fruto de una dinámica de tsunami que se lleva todo por delante y que acaba de terminar con la gestión de Martín Guzmán. Cristina Kirchner mandó a decir que se ha terminado la etapa de la moderación; entonces, si la velocidad de los acontecimientos que han traído la crisis hasta este punto sigue ‘in crescendo’ es casi seguro que la próxíma estación de la fenomenal presión que ejerce el cristinismo sobre el Gobierno debería finalizar en Alberto Fernández, nada menos.

El tremendo descrédito que sufre el Presidente y su investidura, abonado por él mismo en cada una de sus presentaciones con afirmaciones entre descolgadas y absurdas, como la de los problemas de divisas por culpa de un crecimiento que sólo está en su imaginación, es también un combustible primordial del grave desequilibrio institucional. Ni qué decir lo que siente la opinión pública ante un gobierno que deja todo para mañana o que cambia sobre la marcha invariablemente para mal, preocupado primero por el qué cosa dirá la vereda de enfrente interna.

La renuncia del ministro de Economía le sigue a la imposibilidad material de manejar el área kirchnerista de Energía, que habría sido su último reclamo no atendido por el Presidente, pero también a la emisión alocada y creciente del BCRA, a los cepos que pretenden evitar la pérdida de Reservas, al salto ignominioso del riesgo-país, a la aceleración de los tipos de cambio financieros (incluido el blue) y a la indomable inflación, el mal que destroza a los más pobres más que a nadie, todos elementos asociados a lo terminal. Hace dos días, Juan Cabandié -vocero privilegiado de Cristina- dejó la pelota del lado de Guzmán y lo conminó trasladándole toda la responsabilidad: “ya verá en su conciencia qué quiere hacer”.

También el jueves, el kirchnerismo en el Congreso le cargó al ministro (ahora al que lo siga) la mochila presupuestaria con merma de recaudación y gastos inopinados, que si se terminan aprobando obligarán a cubrir $400.000 millones de pesos al año más. Si a este cóctel económico cada vez más explosivo se le suma la percepción política derivada de una coalición que ya no es un Frente y de la centralidad de la vicepresidente (ahora bajo el nombre Todos para mostrar que no es lo mismo), hasta la palabra crisis deja de tener sentido, ya que lo que está en curso podría ser un golpe de Palacio.

¿De qué se acusaba a Guzmán, tras haberlo bendecido en 2019 -Cristina en primer lugar- como pupilo del Nobel, Joseph Stiglitz? ¿De poca versación económica, de carecer de cintura política o de creer que la economía no debía subordinarse a la política? La acusación central que le hacía el Instituto Patria, fogoneada por actores que dejaron de fijar las políticas que hicieron terminar muy mal al tercer gobierno K en 2015, era mucho más un argumento de serie de espionaje que resultado de la real politik: Guzmán era, sin dudas, un agente del FMI, infiltrado para que las elecciones del año próximo sean la debacle del kirchnerismo. La paranoia pudo más que el país.

No sólo perder las elecciones sería terrible para el kirchnerismo sino esencialmente tener que dejar las cajas que hoy maneja. Pero así, también se oscurecería la situación procesal de Cristina, jaqueada por la Justicia. No es casual que la última ofensiva contra la Casa Rosada se desatara cuando la Corte Suprema removió todas las chicanas interpuestas por sus defensores para demorar el inicio del Juicio Oral por el direccionamiento de la obra pública. Si se la encuentra culpable, ése sería el delito precedente del supuesto lavado de dinero orquestado en los hoteles de la familia, donde sus hijos eran directores. Para La Cámpora, la única que puede luchar contra “los poderosos” y está dispuesta a ello es Cristina, no Guzmán ni mucho menos Fernández, quienes serían dos quinta columna.

Llama mucho la atención que un brillante profesional de la economía, como parecía ser el ministro saliente, haya escrito su extensa renuncia sin considerar las piedras en el camino que le pusieron sus hasta hace unos pocos meses compañeros de ruta y que no sólo la pandemia, la invasión de Rusia a Ucrania o la herencia que dejó Mauricio Macri hayan sido los culpables de su fracaso. Pese a que tiró la bomba de la renuncia en simultáneo con el discurso de Cristina, probablemente para opacarla, parece poca factura para quien con sus dichos y acciones le rompió la estabilidad de los mercados y lo dejó fuera del Gobierno.

Se entiende que Guzmán no haya querido no embarrarle más la cancha a Fernández frente a su ex socia, pero para el resto del mundo está bien claro quién le hizo la cama. Es lamentable tanto boleo, pero así son las crisis. Como una fruta madura, tenía que caer… y cayó. “Estaba escrito”.

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