Hace unos días visité Israel, un país pujante, innovador, que se propone estar en transformación permanente. Fui con tres objetivos concretos: intercambiar herramientas de gestión, principalmente en innovación y tecnología; aprender de la experiencia económica Israelí de la década del 80, y reunirme con los protagonistas de los gobiernos de coalición que en las últimas décadas lograron consensuar las reformas profundas que Israel necesitaba para crecer en forma sostenida.
Porque si bien hoy Israel es un país desarrollado, hace algunas décadas estaba atravesado por dos problemas muy graves: la inflación y la falta de consensos entre las fuerzas políticas. Dos problemas que los argentinos conocemos muy bien.
A comienzos de los 80, Israel tenía una inflación anual que rondaba el 100% y hacia mediados de esa década llegó a más del 400%. Imposible planificar, imposible invertir, imposible sostener una familia y llevar la comida a la mesa. Durante muchos años, las fuerzas políticas no pudieron solucionar el problema. Todo esto generó la creencia de que había que acostumbrarse a vivir con inflación. En Israel, habían empezado a resignarse.
Después de la elección de 1984, algo cambió. Empezaron a dialogar y a entender que resolver el problema inflacionario requería construir una coalición con amplio apoyo político y social, y con un objetivo primordial: bajar la inflación. Un año después, y no sin pocas discusiones, la nueva coalición implementó un plan económico integral que atacó a fondo el problema de la inflación. Y lograron resolverlo. Con compromisos claros y un amplio apoyo político se logró cambiar las expectativas: en tan sólo dos años, bajaron la inflación de casi el 400% al 20%. Y, de manera paulatina, alcanzaron un promedio de entre 1 y 3% de inflación anual.
Israel es un caso que inspira porque nos muestra a todos los argentinos que se puede bajar la inflación. Que si otros ya lo lograron, nosotros también podemos. Yo estoy seguro de que podemos hacerlo. Y lo reafirmé en la reunión que tuve con los protagonistas del plan antiinflacionario. Tanto Manuel Trajtenberg como Leonardo Leiderman, Esteban Klor, prestigiosos economistas de origen argentino; y Yossi Beilin, vocero del Partido Laborista en aquellos años, destacaron el rol central que tuvo la construcción de un amplio consenso político y social para revertir la angustia a la que los sometía la alta inflación. Trabajaron juntos, discutieron cada iniciativa y se pusieron de acuerdo. Ese acuerdo cambió las expectativas y generó confianza, permitiendo que Israel pudiera despegar económicamente y ser potencia en innovación y desarrollo tecnológico.
Lo mismo me transmitió el Presidente de Israel, Isaac Herzog, con quien conversé acerca del crecimiento del país y sobre cómo los sucesivos gobiernos de coalición fueron la herramienta clave para sostener un proyecto nacional por décadas.
Volví del viaje con más fuerzas que nunca para trabajar por una Argentina distinta, que empiece paso a paso a resolver los problemas que arrastramos desde hace tantos años. No podemos ni merecemos vivir con esta inflación descontrolada, que nos angustia, nos desespera y nos limita el acceso a lo más básico que necesitamos para vivir, como la comida, los medicamentos o la ropa. No podemos naturalizar que todo nos cueste tanto ni resignarnos a que en Argentina nunca nada va a cambiar.
Argentina puede y va a cambiar. Se puede bajar la inflación. Pero para eso necesitamos seguir el camino de aquellos que lograron resolver estos problemas.
Plan y consenso. Esa fue la receta de Israel y es la que creo que necesitamos para bajar la inflación y salir adelante. Sueño con que 2023 sea un gran punto de inflexión en la historia de nuestro país. Que sea el año en el que la Argentina, después de 70 años de estancamiento, cambie el rumbo y avance hacia un sendero de estabilidad y crecimiento sostenido.
Se puede bajar la inflación. Y nos estamos preparando con equipos y con un plan para hacerlo. Lo necesitamos, lo merecemos y tenemos que lograrlo.