La crisis de la falta de gasoil y la protesta de transportistas de carga ha derivado a situaciones de extrema tensión, con encontronazos y violencia en algunos sectores y con el riesgo de parálisis de actividades, lo cual debería encender todas las alarmas para que se actúe de inmediato para morigerar los efectos de los daños producidos y evitar el agravamiento de la situación.
El problema de base, el faltante de gasoil, que ha llevado a una cupificación en muchos distritos y al aumento de los precios, lleva muchas semanas de arrastre. Hace 20 días, cuando se había llegado a un pico de tensión por el faltante, las autoridades afirmaron que se resolvería en 48 horas y que la provisión se normalizaría paulatinamente. En ese momento se advertía que no se habían tomado las previsiones para abastecer con regularidad las actividades productivas –principalmente la zafra azucarera y el trajín citrícola- y una de las justificaciones era que la guerra entre Rusia y Ucrania incidía en este asunto. Pero también en esos días se advertía que por el devenir cambiario se producía la situación de que camiones de otros países entraban por las fronteras del norte a abastecerse de un gasoil que les resultaba infinitamente más barato y producían inquietud porque de algún modo incidían en el faltante de combustible.
Las medidas tomadas hace pocos días por el Gobierno nacional, de aumentar el precio del gasoil con la promesa de una normalización del abastecimiento, no tuvieron efectos claros. Ya entonces se notaba, además, diferencias entre lo que ocurría en el norte del país y lo que sucedía en el centro. En nuestro medio se advertía con gravedad el faltante. Los efectos parecían ser particularmente severos en los particulares y en los productores pequeños, y sobre todo en el sur de la provincia. Los grandes productores y las fábricas azucareras parecían poder sortear provisoriamente la crisis por sus previsiones y su propio abastecimiento.
Pero llegó la segunda consecuencia de la falta de gasoil, que ha sido esta fortísima protesta de transportistas que, aunque prometieron que dejarían libre la circulación, ha afectado brutalmente las actividades productivas y ha derivado en los preocupantes incidentes registrados el martes. Esto, más allá de la razonabilidad de los reclamos –piden normal provisión de gasoil; medidas para evitar la cupificación y el aumento del valor del combustible; medidas para morigerar el impacto del costo de los insumos; medidas frente a la reducción de ganancias y medidas para resolver la falta de elementos claves como cubiertas- ha sido tremendo para la sociedad en su conjunto. Está mostrando la falta de previsión de las autoridades para evitar la escalada de los problemas y la necesidad de reacción frente a un conflicto gravísimo que requiere, además del reclamo que se ha hecho en la Justicia, diálogo de alto nivel con quienes tienen responsabilidad en esta crisis.
Ya son 21 las provincias afectadas por la protesta de transportistas –con un foco extremadamente crítico en Tucumán- y se supo que fracasó ayer un encuentro importante entre los que reclaman y los funcionarios nacionales porque unos quieren atención del más alto nivel y otros exigen organicidad a quienes protestan, que están divididos en varios grupos y hasta en autoconvocados.
Así las cosas, no parece que nadie vaya a resultar beneficiado; al contrario, las medidas de acción directa están hundiendo a todos en una senda de angustia, violencia y desamparo. Esto requiere respuestas y acciones razonadas y sensatas de las autoridades, así como efectivas y contundentes.