Un nómade con historia

Un nómade con historia

Chacarita nació en plena Ciudad de Buenos Aires y emigró un par de veces hasta instalarse en Villa Maipú, donde los vecinos lo adoptaron como propio.

NO ENCONTRÓ EL CAMINO. Sosa estuvo algo apagado y no aportó el desequilibrio acostumbrado por la izquierda “santa”.

“Funebrero”. Su apodo alude a la Chacarita, el cementerio más grande de la ciudad de Buenos Aires, ubicado en el barrio homónimo.

Sin embargo, su historia está más ligada a la vida que a la muerte. Después de todo, a su modo, el Club Atlético Chacarita Juniors ha sido un ejemplo de supervivencia.

Quizá se podría dividir a los clubes de fútbol de Argentina en dos grandes grupos.

Por un lado, los que jamás emigraron, los que todavía hoy permanecen a su barrio de origen, algunos de ellos incluso con el estadio emplazado en el mismo lugar de siempre.

Y por otro, aquellos que se acostumbraron a las mudanzas, que han hecho del cambio una parte importante de su identidad, que se hicieron fuertes pese a tanto desarraigo.

El rival de San Martín en la fría noche del último sábado de un otoño mentiroso pertenece a este segundo grupo, integrado por los nómades “incorregibles” (una “legión” de clubes en el AMBA comparten esta característica).

Eso sí: la sede social sigue estando en el barrio de siempre, en Teodoro García 3.550, pleno corazón de la Chacarita. La cancha, en cambio, migró dos veces para alcanzar su destino actual en la localidad de Villa Maipú, partido de San Martín.

La primera cancha, casi un campito, estuvo en la intersección de Lacroze y Álvarez Thomas, en el límite de Chacarita con Colegiales. La segunda, en el barrio de Villa Crespo, colindante con la de su clásico rival Atlanta.

Por su mayor poder adquisitivo, el “Bohemio” logró en la década del ‘40 que se desalojara al “Funebrero” por falta de pago del alquiler. E incluso hoy tiene su cancha donde antes estaba la de su “enemigo íntimo”.

En búsqueda de su nuevo “lugar en el mundo”, Chacarita cruzó la General Paz y salió ganando, al menos en un aspecto: San Martín no contaba con un equipo de fútbol en su geografía, por lo que la gente de la zona adoptó rápidamente al “Tricolor” y su hinchada creció exponencialmente.

Y eso pese a que en las últimas décadas careció de largas permanencias en Primera División. Por supuesto, los fanáticos del “Funebrero” tienen de qué estar orgullosos: aquella estrella conquistada en el Campeonato Metropolitano de 1969, con una mítica goleada 4-1 sobre River en cancha de Racing como “frutilla del postre”.

Por entonces, era una rareza que un equipo considerado “chico” gritara campeón, y ni que hablar el hacerlo en una definición prácticamente mano a mano ante un grande.

La tabla histórica de primera da cuenta de la tradición de “Chaca” en esa categoría: más allá de sus vaivenes en los últimos años, figura en el puesto 17, por delante de más de una decena de equipos que esta temporada están en la elite.

Además, Chacarita ha gozado de la simpatía del mundo del fútbol. Incluso hoy, declararse hincha del “Funebrero” en ciertos círculos tiene algo de “cool”.

Tal vez en algo haya ayudado la adhesión suscitada por uno de sus hinchas más icónicos, el cómico infantil Carlitos Balá, quien desde un dibujo gigante en un paredón externo del estadio sigue preguntándole a niños y grandes “¿qué gusto tiene la sal?”.

Ese estadio fue bastión inexpugnable para el “Santo” por décadas, hasta que en agosto de 2021, en un mediodía de domingo con las gradas todavía vacías como consecuencia de la pandemia de covid-19, un golazo de Lucas Diarte y un doblete de Emanuel Cuevas sentenciaron una victoria (3-1) inédita e histórica para que San Martín finalmente dejara de estar “salado” en el homónimo partido bonaerense.

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