La preocupación por la dinámica de la inflación en la Argentina ha escalado en el último período. Las razones son varias. Por un lado, en los últimos tres meses el nivel promedio de inflación mensual (6%) alcanzó los mismos valores que los registrados entre octubre y noviembre de 1988, ocho meses antes de experimentar el mayor proceso hiperinflacionario que sufrió nuestro país.
Por otro lado, la economía se encuentra casi estancada, el Banco Central cuenta con muy pocas reservas propias (las netas se ubicaron en U$S 6.424 millones hasta hace 10 días, según el Grupo de Estudios de la Realidad Económica y Social). Además, el índice de Confianza en el Gobierno continúa cayendo. Según ese diagnóstico de la Universidad Torcuato Di Tella, el nivel de confianza actual es 34% menor al de la última medición del gobierno de Mauricio Macri (diciembre de 2019), y 44% inferior al del primer mes completo del gobierno de Alberto Fernández (enero de 2020). Para encontrar valores aún menores hay que remontarse a momentos del primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (junio-julio de 2008; julio de 2009 a febrero de 2010) o a la presidencia de Eduardo Duhalde. “Es probable que la caída exprese el conflicto dentro de la coalición oficialista, y el deterioro de la confianza entre quienes se identifican con los sectores del Frente de Todos críticos del gobierno”, indica el reporte de la Escuela de Gobierno de la UTDT.
El panorama del país se profundizó la semana pasada cuando registraron fuertes caídas en los precios de los bonos ajustados por CER anticipando posibles problemas de financiamiento. Además, el proceso de huida del dinero doméstico (pesos) continúa acelerándose, al tiempo que crece considerablemente el grado de indexación en la economía (ajuste del 60% en paritarias del sector bancario). Gran parte de esta dinámica fue experimentada por nuestra economía en los períodos previos a las hiperinflaciones de 1975, 1985 y 1989 tal como los definen los economistas Timothy Kehoe y Juan Pablo Nicolini en el libro de su autoría que analiza la dinámica de las principales economías de América Latina en los últimos 60 años, señala un diagnóstico del economista Gustavo Reyes para el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de Fundación Mediterránea. El actual proceso inflacionario lleva al investigador a analizar las semejanzas y las diferencias de las experiencias argentinas en los meses previos y durante las tres catástrofes hiperinflacionarias.
¿Qué sucede previamente a las hiperinflaciones? Reyes explica que la característica más obvia, pero muy relevante, es que las tasas de inflación mensual se aceleran fuertemente. En dos de los tres casos, superaron holgadamente los dos dígitos mensuales durante los meses de hiperinflación (31% para 1985 y 35% para 1975) y en el caso más extremo (1989), llegó a casi el 200% mensual.
Patrones similares
En estos fenómenos de inflación descontrolada siempre hay patrones de conducta que se repiten, según la experiencia nacional, como son los importantes déficits fiscales que terminan con la emisión de dinero como única fuente de financiamiento.
Según el Ieral, en general en los períodos previos a las hiperinflaciones, al gobierno le cuesta cada vez más colocar deuda para financiarse. En la licitación prevista para el “supermartes” 28 de este mes (vencen $ 607.000 millones) se sabrá si la estrategia del Banco Central de comprar deuda de corto plazo fue efectiva para facilitarle el “roll-over” (un proceso que permite posponer la devolución de la deuda pública sin perjudicar a los inversores ni comprometer la calidad crediticia del país) al Tesoro, que en la subasta de esta semana cosechó solo $ 11.000 millones de financiamiento extra, recordaron los analistas del mercado.
El Banco Central, indica la Fundación Mediterránea, tampoco tiene demasiadas reservas y generalmente también ha generado un importante nivel de endeudamiento que, además de acelerar la emisión monetaria (por los intereses), capta gran parte de los recursos del sistema financiero. Esta semana, esas reservas terminaron en U$S 40.900 millones (monto bruto), resignando U$S 400 millones con el fin de atender compromisos de importación.
De esta forma, en estos períodos hiperinflacionarios, la única fuente de financiamiento disponible para el déficit fiscal pasa a ser la emisión de Base Monetaria, puntualiza Reyes. “Dado que esto genera inflación y los agentes económicos conocen perfectamente estas consecuencias, los mismos tratan adelantarse a este proceso y reducen al mínimo sus tenencias de pesos comprando más bienes o dólares. Esta dinámica espiraliza aún más el proceso inflacionario”, advierte.
El proceso anteriormente descripto se potencia aún más en un contexto de gobiernos con muy baja credibilidad y/o poder político muy acotado. La escasa confianza en el gobierno repercute negativamente en las posibilidades de financiamiento en el mercado de deuda y en las bajas chances de cambiar el régimen económico, según señala el diagnóstico privado al que accedió LA GACETA. Todo esto repercute aumentando las expectativas inflacionarias y vuelve aún más inestable al proceso de formación de precios. “Estos últimos hechos sucedieron en dos (1975 y 1989) de los tres períodos hiperinflacionarios analizados”, indica el reporte. En cada uno de los episodios, la deuda pública alcanzó su punto máximo durante el año de la hiperinflación significando que el gobierno se quedó en esos momentos sin la posibilidad de seguir financiando parte de su déficit fiscal por este mecanismo.
“Como el anterior proceso es gradual, en los años previos, al gobierno le cuesta cada vez más conseguir fondos a través del mercado de deuda”, argumenta. Por ello, en los tres casos el gobierno tuvo que emitir cada vez más deuda indexada y/o en moneda extranjera para conseguir fondos. “Obviamente, en la medida que la inflación se espiraliza, los tipos de cambio también suben y este tipo de deuda resulta cada vez más difícil de afrontar”, acota el Ieral.
Controles cambiarios
Según Reyes, en los tres procesos previos a las hiperinflaciones, el Banco Central mantenía controles cambiarios e intentó, por algún tiempo, calmar la dinámica de los precios devaluando el tipo de cambio oficial a un ritmo menor que la inflación. “La combinación de emisión monetaria (para financiar el déficit fiscal) y devaluación por debajo de la inflación, en todos los casos redujo tanto el tipo de cambio real como el stock de reservas en el Banco Central y potenció (en dos de los tres sucesos) la brecha cambiaria”, indica.
Reyes señala que, para evitar escenarios de hiperinflación, es de vital importancia tanto el cumplimiento del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) como que se atenúen los serios conflictos políticos dentro del mismo gobierno. “Ambos factores generan gran incertidumbre y repercuten negativamente sobre las expectativas inflacionarias y, por lo tanto, alimentan los deseos de la gente de “huir” del dinero doméstico”, finaliza.
Semejanzas con otros procesos
- Niveles de inflación mensual de los últimos tres meses.
- Caída de las reservas propias del Banco Central y de los indicadores de confianza en el Gobierno.
- Complicaciones en el financiamiento en el mercado de deuda tras fuertes caídas en los precios de los bonos ajustados por CER,
- Un proceso de huida del dinero doméstico (pesos) por parte de los agentes económicos.
- Un creciente grado de indexación en la economía.
Diferencias de otros períodos
- A diferencia de períodos hiperinflacionarios vividos, hoy los precios internacionales son unos de los más favorables de los últimos 30 años para el intercambio comercial.
- Argentina presenta superávit en su cuenta corriente indicando que a nivel global la economía no tiene un nivel de gastos que exceda a sus niveles de ingresos.
- Los niveles del déficit fiscal total para 2022 resultan considerablemente menores a los observados en 1984 y en 1988.
- Si bien los niveles de Reservas Netas del Central son muy bajos y han venido cayendo, en el último mes mostraron recuperación.