Natalia Motyl
Economista Jefe de La Crypta
Nuevamente, la inflación en la Argentina se está desmadrando. La de mayo fue del 5,1% mensual. Casi dos décadas consecutivas de inflación de dos dígitos. Con una inflación acumulada en los últimos 12 años de más del 3.600% la más alta de la región latinoamericana, por arriba de países como Perú, Brasil. Para 2022 estimamos una inflación cercana al 70%, en el escenario más optimista, la más alta desde 1991; 19 puntos porcentuales por arriba de la inflación de 2021 y 16 puntos porcentuales por arriba de la inflación que dejó Mauricio Macri en 2019. En términos mensuales, se estima que la inflación en mayo esté cercana al 5%. Obviamente, hay factores que provocan un cambio sobre los precios relativos. Tal es el caso de:
1- La suba de los precios internacionales de las commodities.
2- El shock energético;
3- El ajuste de las tarifas de los servicios públicos.
4- Los cuellos de botella ocasionado por las restricciones a las importaciones por parte del gobierno. Hay que tener presente que eso no es inflación. Dada la misma cantidad de dinero en la economía, cuando se incrementan los precios de un sector, la gente deberá consumir menos de ese producto de ese sector o de otro, por lo que los precios tendrán que bajar de ese bien que se consuma menos. Así que, eso es cambio en los precios relativos, no inflación.
Vamos a un ejemplo sencillo, si en la economía circulan 5 libros y $ 5, el individuo con $ 1 podrá adquirir 1 libro. Ahora, si el gobierno duplica la cantidad de billetes, pero la cantidad de libros es la misma, para comprar un libro tendrá que pagar $ 2. Los precios aumentan porque el valor del peso cae por el exceso de impresión de la moneda. La inflación aparece cuando el poder de compra de la moneda cae.
La causa de la inflación es la inyección de papeles de colores que corroen el valor de la moneda local. Esto se da porque los gobiernos gastan más de lo que recaudan y para financiar ese déficit fiscal recurren a la emisión monetaria.
El año pasado el gobierno emitió para financiar el déficit fiscal a razón de $ 22.048 por segundo, $ 1.322.080 por minuto y $ 79.372.880 por hora. El aumento nominal de la base monetaria fue del 40%. Cabe remarcar que el efecto de la emisión monetaria sobre los precios no es inmediato y se calcula un lag de, aproximadamente, nueve meses. Por lo que, recién ahora estamos sintiendo el cimbronazo.
Para bajar la inflación es necesario solucionar el problema fiscal. El gasto público en porcentaje del PBI se ha incrementado en más de 20 puntos porcentuales desde 2003. Desde 1990 hasta 2000 nuestro país tenía un crecimiento promedio anual superior al 4%; a partir de 2000 ese crecimiento se reduce al 2,9% promedio anual. Desde 2010 hasta 2017 la expansión promedio de la actividad se reduce al 2,3% y desde 2018 hasta 2020 promediamos una caída anual del 5%. A partir de 2011, luego del boom del precio de las commodities, el sector privado deja de generar puestos de trabajo y la economía argentina comienza a estancarse.
Ese retroceso fue acompañado por un avance del aparato estatal. Entre 2003 y 2015, el número de empleados públicos subió en 2 millones y se mantuvo hasta nuestros días. Si comparamos 2003 versus 2018, vemos que la cantidad de empleados públicos se incrementó en un 55% a nivel Nacional, 117% a nivel municipal y 77% a nivel provincial. Este incremento del gasto público fue financiado con más emisión, deuda e impuestos que terminaron afectando el entramado productivo y condenando el progreso económico del país.
Que hoy tengamos una inflación indomable no es casualidad, es resultado de la paupérrima gestión fiscal de las últimas décadas.