Había que molestar a River, asfixiarlo, incomodarlo. Los pupilos de Lucas Pusineri se aprendieron parte del libreto a la perfección y de a ratos, ni siquiera pasaron sobresaltos.
Bien por Cristian Menéndez y Augusto Lotti , que corrieron todo el partido sin chistar, a pesar de saber que iba a ser complicado para ellos quedar frente al arco de Franco Armani.
Muy bien por Carlos Lampe, que ya en el primer partido con Atlético tuvo cuatro intervenciones que mantuvieron con vida siempre a su equipo. Claro, se prometió jerarquía en los refuerzos y, con la llegada del boliviano, se sabía de antemano que la elección del arquero había sido más que buena.
El partido, por momentos, fue poco vistoso, pero eso fue lo que buscó siempre Atlético: cortar circuitos, interrumpir, abroquelarse cerca de Lampe y esperar que ocurriera el milagro: conectar un contragolpe que sea letal.
Antes de los cinco minutos Joaquín Pereyra dio la primera señal, probó desde mitad de la cancha y la pelota pasó apenas arriba del travesaño. Para el segundo “uuuuh” de los hinchas “decanos” hubo que esperar un buen rato, hasta los 30 del complemento. Esa parte del libreto, la que marcaba el ataque, quedó en debe. Pero poco le debe importar a Pusineri y a su cuerpo técnico; lo importante era sumar en Núñez y lo logró.
El comienzo del torneo era amenazante para Atlético, pero con dos empates ante dos grandes rivales, Pusineri sigue alimentando las esperanzas de todos.