Crecen las expectativas, pero el Gobierno no muestra un plan para reducir la inflación
Las medidas oficiales se tornan insuficientes frente a la escalada inflacionaria. Las consultoras privadas creen que sólo se trata de parches que no contribuyen a la solución de fondo de un problema que embiste hacia el poder adquisitivo de la sociedad, cada vez más empobrecida
El Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM), difundido por el Banco Central, ha dejado dos certezas. La primera es que la inflación no encuentra techo y, este año, se ubicará en torno de un 72,6%. La segunda es que el Gobierno nacional sigue sin mostrar un plan que combata, con efectividad, la suba del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Los analistas y las consultoras privadas que participan del diagnóstico del Central, coinciden en que este fenómeno no cederá, al menos, hasta noviembre, cuando se ubique cerca del 4%. Mayo dejó una inflación de 5,2% y este mes sería cercano al 5%, según el REM.
Las expectativas inflacionarias no van al mismo ritmo que las proyecciones que realizan en Casa Rosada. El miércoles pasado, tras la reunión de ministros, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, había señalado que se preveía una reducción paulatina del IPC. “Lo que vemos, desde que se conoció el último indicador que hizo sonar todas las alarmas, es que hay un proceso inflacionario que está en descenso. Pero no vamos a resolver el tema de un día para el otro, hay una situación compleja a nivel internacional. El ministro Martín Guzmán hizo un informe en detalle muy importante del plan de trabajo y tenemos que ayudar todos en esa dirección”, indicó el tucumano respecto de lo debatido dentro del equipo del presidente, Alberto Fernández.
Tomando como referencia las estimaciones privadas, en los cinco primeros meses del año, la inflación acumulada alcanzará a 29,2%, según la Fundación Libertad y Progreso, la mayor desde 1991 comparando la evolución de los precios interanuales en ese período. Dentro de la última década solo se acercan 2021, con una inflación acumulada del 21,5%, y 2019, con una tasa del 19,2%. “La inflación es el tema que actualmente más preocupa a la gente y al gobierno. El problema es que el Ejecutivo no quiere encarar medidas que apunten a reducir la inflación en el mediano/largo plazo y se concentra en medidas como los controles de precios o retenciones que lo único que logran es poner un parche a la inflación. Por eso es que año a año acumulamos cada vez más inflación”, afirma el economista Diego Piccardo.
Plan, no; sólo medidas
La pregunta que se hace el mercado es, ¿qué medidas a adoptado el Gobierno para contener el desborde inflacionario y que se parezca a un plan? Entre otras medidas, el Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (Idesa) recordó las siguientes;
• Control de precios: con los programas de precios cuidados, cortes cuidados, entre otros, se busca que ciertos productos que se consideran de consumo esencial tengan alguna marca a un precio inferior al resto. Esto no tiene un efecto anti-inflacionario porque la mayoría de los productos siguen aumentando al ritmo de la inflación, el producto precio cuidado también aumenta y es probable que no se consiga en stock.
• Subsidio de los servicios públicos como el transporte y la energía. Esta medida busca que el índice de precio al consumidor no suba como lo haría si el transporte y la energía se ajustaran con el resto de los precios.
• Propuesta de aumento de retenciones a las exportaciones de alimentos: esto funciona como un impuesto a la exportación que induce a los productores a vender internamente los alimentos haciendo que el precio no acompañe los aumentos de precios internacionales.
• Controles e intervenciones cambiarios: se trata de mantener el dólar a un valor artificialmente bajo para contener los aumentos de precios de los bienes.
• Transferencias económicas: como bonos a los monotributistas, ingreso familiar de emergencia (ife), entre otros, que buscan compensar a ciertas personas, por el aumento de los precios.
La economista senior de Idesa, Leiza Camilo Caro, señaló que el factor común de estas políticas es que procuran reprimir la inflación y/o compensar a la gente por la inflación pero no se enfoca en el principal causante de la inflación que es el desorden fiscal. “Es necesario un ordenamiento del sector público para construir un Estado que sea financieramente equilibrado y brinde mejores servicios a la sociedad”, puntualizó.
Del lado de los ingresos, Camilo Caro manifestó que es necesario unificar impuestos, bajar la presión tributaria y apuntar a que más ciudadanos paguen sus impuestos y dejen de evadir. Por el lado de los gastos, es necesario eliminar superposición de programas entre organismos nacionales, provinciales y municipales. Es necesario un reordenamiento previsional, evitando aquellas jubilaciones contributivas sin aportes debido a la insolvencia fiscal que genera.
“Si no adopta un ordenamiento integral del Estado no hay medida económica, cambiaria ni monetaria que consiga apaciguar los daños sociales que el desorden estatal le está haciendo a los ciudadanos”, advirtió.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), que este mes enviará una misión para revisar las metas de inflación proyectadas entre un 38% y un 48%, encontrará que esos compromisos serán de imposible cumplimiento para el Gobierno argentino ante la dinámica de los precios que no cesan. En una visión global, el organismo reconoció que la guerra en Ucrania acelerará la inflación, que se mantendrá elevada más tiempo de lo previsto por los altos costos de las materias primas y las presiones sobre los precios. Esto será una tendencia tanto en las economías avanzadas como en las de mercados emergentes y en desarrollo. Más incertidumbre y riesgo de estanflación global.
Las proyecciones señalan que, en las economías avanzadas, el ritmo alcanzará el 5,7%, el valor más alto de los últimos 38 años, plantearon los economistas Jorge Alvarez y Philip Barrett, en el blog del FMI. En tanto. el incremento de precios en las economías de mercados emergentes y en desarrollo se acelerará hasta el 8,7%, el ritmo más rápido desde la crisis financiera mundial de 2008. Durante el próximo año, estas tasas se enfriarían hasta el 2,5% y el 6,5%, respectivamente.
Aunque el escenario de base supone que la inflación terminará aflojando, podría terminar siendo más alta por varias razones. El empeoramiento de los desequilibrios entre la oferta y la demanda, incluso a causa de la guerra, y un mayor encarecimiento de los precios de las materias primas podrían mantener el ritmo de inflación en un nivel persistentemente elevado en el mundo, indicaron los especialistas. Además, tanto la guerra como los nuevos estallidos de la pandemia podrían prolongar las perturbaciones de la oferta, con lo cual los costos de los insumos intermedios subirían más. Asimismo, el avance de los sueldos nominales podría acelerarse hacia el nivel de la inflación de precios al consumidor a medida que los trabajadores pidan sueldos mayores para mantener su poder adquisitivo, lo cual ampliaría las presiones inflacionarias, a riesgo de desanclar las expectativas, finalizaron los expertos.
El contexto local
Pero la Argentina tiene sus particularidades. Independientemente de las cuestiones globales, la inflación se aceleró por la decisión oficial de no tocar las tarifas ni el tipo de cambio por cuestiones electorales. De esa manera, se mantuvo una artificialidad de precios que ahora estallaron con fuertes reajustes en el valor de las tarifas de los servicios públicos privatizados, del combustible, de las prepagas y, en especial, de los alimentos.
Ante la marcada aceleración inflacionaria, la primera reacción fue la implementación de diversos estímulos oficiales en la primera parte del año, incluso en un marco de acuerdo con el FMI, recordó Ecolatina. Entre ellos se encontró el bono a jubilados y perceptores de asignaciones, la implementación de un nuevo ingreso familiar de emergencia (IFE) por $ 18.000 y el adelanto en la suba del salario mínimo, que también impacta sobre los montos otorgados en los distintos planes sociales. Teniendo en cuenta que los ingresos no laborales tienen un mayor peso sobre los sectores de menores recursos, estas medidas buscaron paliar el efecto del mayor deterioro relativo del salario de los deciles más bajos de la Encuesta Permanente de Hogares. La caída del poder adquisitivo, no obstante, fue heterogénea: rondó el 2% en el 50% más rico de la medición, pero fue casi 4% en la mitad más pobre en aquellos que cuentan con ingresos laborales.
En los de mayores ingresos, puntualizó la consultora, la recomposición intentará lograrse a través de las negociaciones paritarias, que iniciaron justamente en abril su “temporada alta”. No obstante, este mecanismo alimentaría la inercia inflacionaria y colaboraría en elevar un escalón más la nominalidad de la economía. La aceleración de la inflación hizo que las paritarias cierren con aumentos significativos en los primeros tramos (a diferencia de los últimos años, que tuvieron una dinámica más escalonada), algo asociado a que también, en general, acortaron su plazo de vigencia (mientras que antes se habrían renegociaciones si la inflación era mayor a la esperada). Esto implicará que seguramente existan nuevos aumentos en el cierre del año, como consecuencia de la mayor nominalidad impresa sobre la economía, estimó Ecolatina.
Por un lado, esto genera dos “velocidades” de recuperación: los deciles de ingresos más altos, “protegidos” en mayor medida por las paritarias, estarán en ventaja respecto a aquellos que dependen del trabajo informal o el cuentapropismo y eventualmente del complemento no laboral provisto por el Gobierno, poniendo en claro el efecto redistributivo -en este caso regresivo- del actual proceso inflacionario.
Por otro lado, continuó Ecolatina, incluso dentro de los trabajadores alcanzados por las paritarias, la dinámica de estas depende de cada sector en particular.
Esto arroja como resultado que no necesariamente los sectores con mayor pérdida lograrán los mejores aumentos, adicionando disparidades hacia dentro del mundo formal. Estas diferencias “intra-paritarias”, junto a las mencionadas en relación con aquellos que están fuera del circuito formal, son las que materializan el riesgo asociado a un nuevo escalón inflacionario: las demandas para recomponer ingresos se suscitan una detrás de otra, sin que quede claro cuál es la referencia nominal, perjudicando a las expectativas de inflación y atentando contra la sostenibilidad de cualquier intento de estabilización, finalizó la consultora.
Una dinámica explosiva: la acumulación de problemas económicos
La dinámica explosiva de la inflación refleja que la emisión monetaria ya ha llegado a un límite, mientras que la elevada presión impositiva continúa ahogando empresas, desviando inversiones y expulsando trabajadores hacia la informalidad, señala un diagnóstico de Invecq Consulting. De acuerdo con un informe de la consultora, los controles de precios impulsados por el Gobierno nacional “no terminarán con la inflación, como así también que los estímulos fiscales no generarán un crecimiento económico real, ni la asistencia social acabará con los altos niveles de pobreza”.