POESÍA
ECOS DE TIEMPO
ROBERTO ESPINOSA
(Runauturunco ediciones - Tucumán)
La ficción literaria revierte el tiempo y espeja que la poesía es el hombre mismo. Que estamos hechos de palabras. Que las palabras son nuestra única realidad o al menos el único testimonio de nuestro sentir. Los seres humanos somos una metáfora de nosotros mismos. Bien ha sido señalado por Octavio Paz en El arco y la lira que la creación literaria nos revela lo que somos y asimismo nos invita a ser eso, tal como lo hace la voz lírica de Roberto Espinosa en Ecos de Tiempo.
Nuestro autor logra concebir un libro que es una caricia suave. Su poesía es sin duda, el lenguaje de los sentimientos. Pone en sus palabras, el ayer y el hoy amalgamados por ecos de tiempo.
Roberto Espinosa asume la poesía como la más alta vibración del espíritu. Que es un acto confesional. Que el poema es la sangre del espíritu. No en vano, como tierra sedienta, sus versos se abren a la magia del verdor, bajo el agua de la lluvia. En los poemas que integran Ecos de Tiempo, fluyen inseparables vida y poesía. Metáforas encadenadas nos acunan y lazos fraternales nos convocan.
No es ningún secreto, que la lírica es una herramienta fantástica para desnudar el alma, pero no todo poeta logra salir airoso de ese desafío, tanto más cuando se trata de ese mirar hacia atrás para enunciar respuestas. Tanto más cuando un poeta cree en el verbo de los pájaros, cuando siente su tierra desde la ternura en la alada distancia sin distancias, en el verbo de los coyuyos, en la historia de la ternura, en que hay un tiempo con sonidos musicales y fraternos que penetra por los costados de la paz cuando hay ecos de tiempo que atraviesan los tiempos desde amaneceres fraternales.
En las páginas de Ecos de Tiempo nos encontramos con un vértigo de poemas fundantes, como señala Alfonso Nassif en el prólogo.
Es así como nos encontramos con Tucumán y su gente, con sus bares, sus sueños, con Matilde su madre, con su padre, con sus hijas Rocío y Julieta, con su esposa, con sus amigos, el tango, el jazz, la milonga, la zamba, con nuestros valles, con los trapiches del viento, con Heráclito, con Don Ata, con poemas de amor, con grandes músicos, con su hermano Héctor, con la Negra Sosa, con vidalas y vidaleras, con Aníbal Troilo, con Vinicius de Moraes, con Chopin, con el piano de Bill Evans, con ecos diaguitas, con los valses de Alberdi, con el Pato Gentilini, con Pucho Escobar, con Juan Gelman, con Astor Piazzolla, con Manuel Aldonate, con el Negro Jugo, con Monteros, con el sudor de los cañaverales, con múltiples latidos del Tucumán.
Integran también el libro, proporcionándoles espacios estéticos de alto nivel artístico, obras de Yita Nougués, Luis Debairosmoura, Donato Grima, Aníbal Fernández, Roberto Koch, María Florencia Ortiz Mayor, Susana Bollati, Silvia Albuixech, Maru Coviello, Ricardo Heredia, Adela Noriega, Mario Albarracín, Viviana Álvarez y Julieta Espinosa.
El poemario traduce líricamente el eco de infinitas voces. Es el testimonio de un yo lírico maduro, sereno que ha preferido la calma al conflicto.
La voz del autor es un oído que piensa y reverbera validando escrituralmente lo que le escuché decir cierta vez: “Cuando las palabras se aproximan unas a otras, adquieren otro significado, lo que uno oye en un determinado momento es una refracción de lo que ha desaparecido antes o después”.
Los poemas que integran Ecos de Tiempo, son dignos de inspiración, perfectos en la composición métrica, originales, sin dependencias literarias. Son versos que no andan sueltos ni dispersos, que se organizan en una atrevida arquitectura de conjunto.
Viene bien recordar que la poesía es un campo difícil: no sólo es arte, es emoción, y Ecos de Tiempo es verdadera poesía. Cada verso es un tesoro de belleza: en imágenes, en metáforas, y en una filigrana acunada de consonantes y vocales en perfecta armonía, las que con sus sonidos apoyan, expresan y clarifican profundos pensamientos en delicados e inteligentes poemas mediante la casta sensualidad de su lenguaje lírico y de su enorme capacidad para transustanciarse.
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HONORIA ZELAYA DE NADER