Un trabajo con buena remuneración, un techo propio y, de ser posible, un auto familiar. Históricamente, esos han sido los tres atributos de la denominada clase media argentina. Claro que esa percepción general de un estatus socioeconómico venía acompañado de cierta independencia económica y política en un contexto de ascendencia educativa y, por lo tanto, cultural.
Casi la mitad de los argentinos siente que constituye esa clase media tradicional. Sin embargo, a la hora de medir sus ingresos, las condiciones son otras. La inflación es un factor que no sólo empobrece a las capas sociales más necesitadas, sino que afecta a la población en su conjunto. Le quita el poder de ahorro y aquella autonomía financiera para superar la peor de las tormentas. La conducta de cualquier habitante de este bendito país es de supervivencia. No queda otra. Sin precios de referencias, la única certeza que nos queda es que todo estará más caro mañana, la semana que viene, el mes próximo y el año que se avecina. No hay horizonte porque el Gobierno no ha logrado encauzar un problema que se ha vuelto endémico. Aceptar una inflación promedio mensual del 4% es la peor de las anestesias, mientras la Canasta Básica Total (CBT), la que marca el límite de ingresos para no ser considerado pobreza, no para de subir.
Recientemente, la Dirección de Estadística de la Provincia ha dado a conocer los detalles de la “Distribución de Ingresos” al cuarto trimestre del año pasado. Se trata de una fotografía que indica cómo se reparte la riqueza interna y si hay acumulación de dinero en los sectores más pudientes. El diagnóstico ha llegado a dos conclusiones preocupantes, a prima facie:
• Por un lado, los hogares con ingresos en el Gran Tucumán- Tafí Viejo tienen en promedio un aporte total familiar de $ 77.370. En el terreno de las comparaciones, ese monto equivale a una CBT, es decir, que ese grupo familiar apenas reúne el dinero suficiente para alimentarse y costearse los gastos mínimos para sobrevivir y no caer en la pobreza.
• Por otro lado, el reporte oficial muestra, además, que la brecha de ingresos para los hogares según ingreso total familiar es 12. En otros términos por cada peso de un hogar de bajos recursos, el más alto recibe 12 pesos.
A este diagnóstico bien puede agregarse un tercer factor que se está profundizando desde que la Argentina ha mostrado un nivel de inflación anual por encima del 50%: el deterioro de la pirámide socioeconómica, en la que cada vez más deciles (una muestra estadística divide a la población, según sus ingresos, en 10 franjas). Si tomamos el caso de la población urbana de la metrópoli tucumano podremos apreciar que el sector con menos poder adquisitivo logra reunir, en promedio, $ 17.151 al mes, mientras que la franja más alta de esa pirámide socioeconómica tiene ingresos mensuales del grupo familiar por $ 200.267 promedio.
Por estratos
Si se toma el ingreso declarado para efectuar esta medición, puede inferirse que más de medio millón de habitantes se encuentran por debajo de la línea de pobreza (sus ingresos principales no llegan a los $ 70.000 al mes), o casi el 52% de la población urbana. Otro 11% de los habitantes estaría dentro de la clase media baja (ingreso mensual promedio de $ 81.000), pero con el riesgo de caer aún más por efecto de la fuerte suba de la canasta básica que, hasta abril pasado, había subido a $ 95.260 para una familia tipo.
La clase media tradicional, si se la quiere denominar de esa manera, estaría constituida por un 23% de la población urbana del aglomerado (ingresos superiores a los $ 100.000 mensuales), en el que habitan unas 905.000 personas, según los registros oficiales. Y el decil más alto, que concentra el 26% de la riqueza (equivalente al 12% de la población) cuenta con ingresos superiores a los $ 200.000.
Mantener el estatus socioeconómico es un verdadero desafío, sencillamente porque en la Argentina no hay confianza en la moneda y, por lo tanto, no se genera capacidad de ahorro. A la sociedad le quema el dinero en la mano y, por esa razón, trata de anticipar consumo y ver la manera de poder superar el momento hasta que la tormenta económica ceda.
En la práctica, el 12% de los argentinos ahorra en moneda extranjera, el 5% lo hace en plazos fijos y menos del 1% lo hace en el mercado de capitales. Por otro lado, la mitad de los argentinos no ahorra por decisión propia o porque sus ingresos no le alcanzan, dice un reciente informe elaborado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio de Córdoba. La pérdida del poder adquisitivo, el bajo nivel de educación financiera y las políticas de represión financiera en confluencia con las tasas de interés inferiores a la inflación llevan a que se deteriore el ahorro de la población. A su vez, esta situación deriva en menores posibilidades de financiamiento, tanto para el consumo como para la inversión, lo que impacta de forma negativa en la economía y limita aún más el potencial de crecimiento y desarrollo de cara al futuro, advierte el reporte al que accedió LA GACETA.
El presente es oscuro para la economía. Y el futuro sigue siendo gris si el Estado no contribuye a frenar la pobreza, a reconstruir el aparato productivo, generar más empleos de calidad y darles más oportunidades a los jóvenes.