El hambre está arriando las banderas del Justicialismo

El hambre está arriando las banderas del Justicialismo

Su nombre tiene toda una declaración de principios. En 1946, y bajo el paraguas del “Partido Laborista”, Juan Domingo Perón se postuló para la presidencia de la Nación, cargo al que accedería un año después, cuando se decidió el cambio del nombre del partido por “Peronista”, que se mantuvo hasta 1971. En ese momento, la ley 19.102 prohibió que los partidos políticos tuvieran en su denominación designaciones personales o sus derivados. Desde entonces el movimiento está representado en el “Partido Justicialista”, que enarbola tres banderas fundamentales: Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Política. Al peronismo se le está haciendo difícil sostener esas banderas cuando las mediciones oficiales indican que el 54,9% de la población puede ser considerada pobre, teniendo en cuenta un criterio monetario y otro que abarca factores estructurales como vivienda, servicios básicos, educación, empleo y salud. En Argentina más de 25 millones de personas son pobres. Y hoy, el principal enemigo de los argentinos se llama inflación. Y eso genera hambre.

Según las proyecciones de consultoras y estudios privados, luego del 6% que el Indec informó en abril, el IPC mostrará una baja que, sin embargo, no lo llevará por debajo de los niveles del verano (en febrero fue de 4,7%). Esos mismos estudios advierten que el total podría alcanzar al 70% de inflación para fin de año.

Cuando Mauricio Macri dejó el gobierno en 2019, la inflación alcanzaba el 53,55%. El ingeniero había alcanzado la presidencia luego de derrotar a Daniel Scioli, el delfín elegido por Cristina Kirchner para sucederlo luego de dejar el país con un 24% de inflación. Macri, consumada su derrota ante Alberto Fernández, reconoció que a lo largo de los cuatro años que gobernó no había podido cumplir con sus promesas, sobre todo con la clase media, razón por la que responsabilizó a la derrota.

Este 25 de Mayo que pasó se había dejado trascender que Alberto Fernández prefería no escuchar la homilía del Cardenal Mario Poli de Buenos Aires, y que su intención era pasar la fecha patria en la Base Marambio, en la Antártida. Nadie confirmó ese rumor, pero los que saben lo descartaban desde el principio. Ese periplo, en esta época, es casi imposible. Con ráfagas de viento cruzado que superan los 100 km/h y condiciones meteorológicas impredecibles, llegar ya hubiera sido una hazaña, sin contar con la cierta posibilidad de que la vuelta se hiciera imposible. Así, Alberto fue a la Catedral y allí escuchó la frase que esperaba, pero que no deseaba: “Cuando el pan falta en tantas familias es cuando más tenemos que pensar en el prójimo y en sus necesidades básicas: educación, salud y justicia”. Según los últimos relevamientos del Observatorio de la Deuda Social (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), en el 2010 la Argentina tenía un 6% de nivel de inseguridad alimentaria mientras que en 2021 se registró un 8,3%, aunque en 2020 hubo un pico del 8,7% de hogares con problemas alimentarios. De esos 10 años, el Justicialismo gobernó durante seis, y el PRO, los otros cuatro. Y el futuro parece ser absolutamente nefasto. El Banco Mundial aseguró que el mundo enfrenta una “catástrofe humana” por una crisis alimentaria derivada de la invasión rusa de Ucrania, tal como lo dijo su presidente, David Malpass. Calculan que podría haber un salto “enorme” del 37% en los precios de los alimentos. Lo que afectaría más a los pobres, quienes “comerán menos y tendrán menos dinero para cualquier otra cosa, como la educación”. Según datos del Banco de Alimentos, la inseguridad alimentaria severa (que es sufrida por quienes en un período de 12 meses tuvieron situaciones en las que no pudieron satisfacer sus requerimientos de alimentos) alcanza al 8,6% de la población de todas las edades. La población más afectada por sufrir episodios de hambre es la de quienes tienen entre 13 y 17 años: la inseguridad alimentaria severa llega en ese caso al 18,9%, mientras que en 2019 era de 14,4%. El índice es de 16,7% entre los chicos de 5 a 12 años (era de 15,1% el año pasado), y de 9,5% en el grupo de niños de 0 a 4 años (en este caso hubo una disminución respecto del 11,9% de 2019). Si se mira en conjunto a la población de 0 a 17 años, el indicador es de 15,5%, mientras que el año pasado había sido de 14%. A todo esto, hoy hay que sumarle el frío. ¿Cuántas familias lo sufrirán hasta la desesperación al no tener ni techo? Y todo esto, en Tucumán, sucede a menos de 20 cuadras de Casa de Gobierno. Pero el ojo parece estar en las elecciones de 2023, y no en lo que se está sufriendo ahora.

Entonces, ¿cuánto de Justicialista tiene este gobierno? El 3 de octubre del año pasado, pocos meses antes de morir, el filósofo José Pablo Feinmann lo definió en su columna de Página 12: “Seamos claros: un gobierno que está por llevar al cincuenta por ciento el índice de pobreza no puede decir de sí que es peronista. El peronismo es dar trabajo. Eliminar el hambre y la indigencia”. Será tiempo entonces de recordar la frase de a quien todos consideran el padre de la Democracia, Raúl Alfonsín: “Hay hambre pero no porque falten alimentos, sino porque sobra inmoralidad”. La dijo en 1983, pero se aplica perfectamente en 2022.

Comentarios