Carlos Duguech
Columnista invitado
Apenas asomaba los bordes de la alfombra de “bienvenidos al año 2022”, el lunes 3 de enero los tradicionales y únicos cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (¡Desde hace 77 años!) y a su vez los autorizados a poseer arsenales nucleares por imperio del TNP, China, Francia, Estados Unidos, el Reino Unido de Gran Bretaña y Rusia, suscribieron en la sede de ONU en Nueva York un compromiso que parecía estar vestido con los ropajes de la solemnidad y las buenas intenciones. Hoy sirve tener en cuenta algunas expresiones del conjunto de los cinco nucleares: “Cada uno de nosotros mantendrá y reforzará aún más sus medidas nacionales para prevenir el uso no autorizado o no intencionado de armas nucleares”. Y suscriben, con aparente convicción y compromiso ante el mundo: “Afirmamos que no se puede ganar una guerra nuclear y que nunca debe librarse”.
Declaración trascendental
Es necesario enfatizar que es por “primera vez” que los cinco países con armamento nuclear permitido por el TPN se manifiestan conjuntamente en una declaración en el sentido de impedir una carrera armamentista y, además, no atacarse entre ellos ni a terceros estados. Venir de dos años de pandemia ésta fue una declaración de muy significativo valor. Casi como un cuento de hadas, se diría en rueda de familia.
La propia vocera del Ministerio de relaciones Exteriores de Rusia, María Zakharova, dio a conocer la declaración en Nueva York el lunes 3 de enero de 2022 anticipándose a la Conferencia de Revisión del TNP que se suspendió por crecimiento de contagios de Covid. Se vanagloriaba diciendo que era una iniciativa de Moscú. Y el Ministerio de Exteriores ruso, apoyando, proponía una cumbre del Tratado, ¡nada menos! ¡Sólo 52 días después Rusia invadía Ucrania! Y para los que le dan otra significación a los números: ¡a 52 años del TNP!
Lo que se firma y firma...
Finalmente sucede lo que siempre tememos aunque tratamos de ni siquiera imaginarlo. Todo lo que se firma y se expresa con solemnidad por parte de los dueños de los gatillos nucleares desde hace más de medio siglo termina siendo una estafa, con desprecio total por los derechos humanos básicos e irrenunciables de los ciudadanos del mundo.
Suele ocurrir, más a menudo de lo que esperamos, que las “grandes potencias nucleares’’ incumplan los acuerdos y tratados entre ellas y con el resto de los países signatarios. El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), de significativa importancia por la naturaleza del asunto que lo involucra, lejos de alcanzar la categoría de “sagrado” entre las partes, es relativizado en las interpretaciones del consenso que le dio vida. Vigente desde marzo de 1970, cuenta hoy con la adhesión formal de la casi la totalidad de los estados parte de la ONU, con las excepciones de Pakistán, Israel, India, Sudán del Sur y Corea del Norte (era parte pero denunció el tratado en 2003). El TNP fue visto por distintos países miembros de ONU como discriminatorio. A todas luces lo era y sigue siéndolo en tanto a los que poseían en ese momento (1967) algún arma nuclear -en los inicios de las deliberaciones previas- les era permitido mantener sus arsenales. Argentina estuvo en contra de ese tratado durante ¡casi 25 años! Fue una clara demostración de disconformismo con argumentos de peso y transparencia. Finalmente, durante el gobierno de Carlos Menem se lo ratificó.
El párrafo 1° del TNP
“Los Estados Partes, declarando su intención de lograr lo antes posible la casación de la carrera de armamentos nucleares y de emprender medidas eficaces en encaminadas al desarme nuclear”. Vano intento. 52 años después hay disponibles 1.450 bombas nucleares en el planeta tal como lo informa en su Anuario 2O21 Sipri (Instituto Internacional de Estocolmo Para la Paz). De la transcripción el párrafo 10 del TNP, precedido y continuado con expresiones de un profundo sentido de compromiso y conocimiento de la realidad y de las perspectivas oscuras del futuro que generan los arsenales nucleares, puede deducirse que la naturaleza del compromiso debería ser de relevancia absoluta.
Sin embargo, transcurridos 52 años desde la entrada en vigencia del TNP ese compromiso manifestado con tanta elocuencia (y cuasi dramatismo) por las únicas naciones que sí podían mantener sus arsenales nucleares, casi nada se avanzó. El tan ansiado “Desarme nuclear”, de los estados nucleares, va de suyo que no de los otros, en vía casi muerta. En un enjundioso trabajo de investigación Julio César Carasales, diplomático de carrera (1922-2000) en su libro “El desarme de los desarmados: Argentina y el tratado de no proliferación de armas nucleares” (Edit. Pleamar. Bs. As. 1999) pone las cosas en claro. Ya en el título del libro está plasmando con todo su significado -como un oxímoron- las palabras del Dr. José María Ruda, embajador argentino en la ONU, cuestionador riguroso del TNP en la propia sede del organismo internacional. En una columna de LA GACETA del 22/02/22 refiriéndome a Putin y sus manifestaciones frente a Macron sobre el arsenal nuclear ruso preguntaba: “¿Era necesario decirlo?” Putin (apenas dos días antes de su invasión guerrera en Ucrania) se ufanaba de sus modernos sistemas de armas nucleares. A 52 días del compromiso del 3 de enero en sede de la ONU.