La diferencia entre la capital y el interior se ha expresado con crudeza en las asimetrías en la asignación de subsidios para el transporte de pasajeros entre la CABA y la provincia de Buenos Aires y el resto del país. Pero también hay diferencias de atención y de respuestas a los problemas de transporte entre el Gran Tucumán y las otras localidades de la provincia, que padecen exacerbada la crisis de circulación y viajes, tal como se ha dado a conocer en un reciente informe de LA GACETA.
Esas diferencias abismales entre el transporte público de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires y el del interior fueron expuestas con crudeza en los reclamos de los mandatarios reunidos en la cumbre de gobernadores del Norte Grande. Los enormes subsidios que reciben en Buenos Aires hacen que su servicio, en comparación con el nuestro, sea un lujo: barato, bueno y efectivo. Aquí, absolutamente todo lo contrario: cada vez más caro y problemático.
Pero nuestro interior también padece desde hace años el olvido. Hace un par de semanas (en la edición del domingo 15 de mayo) LA GACETA publicó una crónica en la que se cuentan las penurias que sufren algunos de los habitantes de localidades del sur provincial para llegar a otros destinos. La mayoría de ellos padece el terrible déficit prestacional de las empresas de transporte de Tucumán con muy baja frecuencia y servicios mediocres, problema que hace tres décadas pareció que se iba a resolver con los transportes rurales -que circulan mediante ley- y que, de ser un servicio de emergencia se convirtieron en la única respuesta, ciertamente precaria, a la crisis del transporte.
La historia de los padecimientos de los residentes del interior para trasladarse es larga y quizás supere los 25 años. Hay localidades que directamente no sufren un mal servicio, sino que carecen totalmente de alguno.
“Es muy posible enfermarse con todas las penurias o sinsabores que se tiene que soportar a diario para viajar”, dijo Fabiola Gómez, una docente de Alberdi que, según cuenta, tiene que salir de su hogar con tres horas de anticipación para llegar a las 14 a su escuela de Concepción.
Con esta situación, es la figura del auto rural la que viene a reemplazar la falta de transporte, pero en la mayoría de los casos con unidades viejas y en mal estado que además terminan costando mucho más caro que el colectivo.
Hasta aquí, entonces, hay dos graves inconvenientes y los usuarios del transporte merecen una solución. Ya sea a nivel nacional o provincial, la problemática necesita ser atendida y discutida seriamente.
La luz al final del túnel debería de ser una política concreta y eficaz de transporte para que en toda la provincia se pueda viajar dignamente. A nivel nacional también debería haber un debate, pues la crisis que atraviesa el sector evidencia una situación insoslayable: existe un gran desequilibrio: por un lado tenemos un sector de Argentina que sí disfruta de un buen servicio y por otro, otro gran sector que no.