Por Fabricio Falcucci - Profesor de Teoría del Derecho, UNT.
La Revolución de Mayo de 1810 es un hecho histórico complejo, tanto por su ideario como por su interpretación, que también puede ser considerada toda una metáfora sobre los vaivenes del poder. Esa naturaleza poliédrica ha inspirado diferentes enfoques historiográficos, como los desarrollados por los románticos de la Generación del 37 y la del 80 (Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre y Vicente F. López), por los liberales modernos, por el revisionismo histórico y por los intelectuales contemporáneos.
La Generación del 37
Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez, entre otros integrantes de la Generación del 37, consideran el 25 de Mayo de 1810 un punto de partida de la nacionalidad argentina, a la vez que niegan valor al pasado colonial. Estos románticos atribuyen al Pensamiento de Mayo un carácter rector de la argentinidad: en él confluyen la intención de obtener la independencia, y la idea de organizar una nación soberana y democrática fundada en la libertad, la igualdad y la fraternidad.
La Generación del 37 traza una línea directa entre las decisiones del Cabildo porteño, y la posterior elección de un sistema republicano y representativo para el gobierno del nuevo país sudamericano.
Después de la batalla de Caseros, Sarmiento, Mitre y López abandonan el abordaje de la Generación del 37, y sostienen que la Revolución de Mayo fue consecuencia del iluminismo. Por esta razón, exaltan la acción de los jacobinos, a quienes reivindican como únicos líderes del movimiento (Mariano Moreno y Juan José Castelli), y postulan que los orígenes del régimen constitucional republicano, representativo y federal están en el Cabildo Abierto del 22 de Mayo.
La Revolución Francesa
La corriente liberal considera que las posturas criollas sobre la soberanía popular proceden de las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa. Los liberales modernos definen la gesta de Mayo como un movimiento independentista y republicano, y como el germen del régimen representativo y federal. Según esta perspectiva de la historia, la decisión de mantener la fórmula invocatoria de Fernando VII fue sólo un pretexto para lograr adhesiones (“teoría de la máscara de Fernando VII”) hasta la proclamación de la independencia.
Los académicos liderados por Levene conjeturan que los constituyentes de 1853 retomaron el Pensamiento de Mayo, según el cual España, con sus prácticas medievales, estaba atrasada respecto de la Europa ilustrada.
El revisionismo
Esta corriente destaca que el Cabildo de 1810 instaló Juntas Provisionales de Gobierno para preservar la soberanía de Fernando VII, y que esta acción sería demostrativa de la inexistencia de una postura de independencia neta, pues la formación de este tipo de órganos perecederos proviene de una larga tradición española; por ende, el revisionismo suele negar la influencia de los filósofos de la Ilustración y de Juan Rousseau en los cabildantes porteños. También insiste sobre un 25 de Mayo con masas populares ausentes y provincias indiferentes respecto de la posibilidad del autogobierno o de la caída del sistema colonial, y asevera que la teoría de la máscara de Fernando VII es una invención burda de los liberales.
Por otro parte, algunos autores han cuestionado el carácter revolucionario del Cabildo de Mayo pues la revuelta no fue dirigida contra la monarquía sino contra el invasor francés y el rey intruso José Bonaparte. Para estos pensadores, los argumentos de Castelli y de Juan José Paso en el Cabildo Abierto del 22 de Mayo pertenecían al derecho hispano (y a influencias como la doctrina de la retroversión del poder al pueblo enunciada por el sacerdote granadino Francisco Suárez); es decir, no abrevaban en Rousseau ni en Montesquieu, y por esa razón, carecían de real contenido revolucionario.
A este conjunto de voces se suma la de Norberto Galasso, historiador y ensayista afín al peronismo de izquierda. Galasso considera la interpretación revisionista como el resultado de la concepción reaccionaria que adhiere al sentir colonial, porque la mayoría de sus cultores proviene de la clase social alta. El liberal moderno José Luis Romero y sus seguidores advierten, por su parte, que hubo cierta idea de independencia en el enfrentamiento entre criollos y peninsulares. La voz marxista analiza la presencia de un régimen económico tensado por la rivalidad entre comerciantes españoles (proclives al proteccionismo) y hacendados criollos (favorables al libre cambio).
En conclusión, no existe un pensamiento único sobre el Mayo argentino. La búsqueda de una teoría que explique este proceso histórico permanece abierta y activa, y es probable que nuevos aportes enriquezcan los aquí mencionados. En cualquier caso, la reflexión pluralista y desprejuiciada de los eventos de 1810 importa por la posibilidad de profundizar el conocimiento de la historia, pero también por su incidencia en la construcción de la identidad nacional, conjunto de rasgos propios o conciencia colectiva cuya determinación está siempre en debate.
Nota: Los encuadres ideológicos de cada autor o corriente me pertenecen y sirven únicamente al efecto clasificatorio.