En los años 80, en Estados Unidos, la desaparición del pequeño Etan Patz de seis años estremeció al país por completo. Tanto así que lo envases de leche contenían impresa su rostro como método de difusión de su búsqueda.
La Historia
Era 1979, Etan tenía seis años y vivía en el barrio neoyorquino de Soho. El 25 de mayo sus padres por primera vez lo dejaron ir solo hasta la parada del ómnibus escolar. Julie, su madre, lo acompañó hasta la puerta, lo despidió y siguió los pasos del pequeño desde el umbral, hasta que lo perdió de vista. Ahí empezó el horror de la familia.
Sus padres, Julie y Stan, encendieron sus alarmas ocho horas después cuando Etan no regresaba de la escuela.
Con el correr de las horas iban recabando información: Etan no había subido al transporte escolar ni había llegado a su colegio. De inmediato hicieron la denuncia y se activó un gran operativo: se destinaron 100 policías con perros para su búsqueda y varios helicópteros sobrevolaron la zona e investigadores fueron puerta a puerta.
Los medios se hicieron eco de la noticia y la opinión pública respondió a ese impacto.
A tres días de la desaparición, Julie en la radio y la televisión le hablaba al posible secuestrador: "Deseo que esté con alguien que lo cuide… Yo no quiero lastimarte ni juzgarte, no importa quién sos, sólo quiero que lo traigas a casa". Las fotos de Etan tapizaron todos los sitios posibles: desde el transporte público hasta negocios, aeropuertos y colegios.
Fue la presión social, surgió la idea de incluir su foto en los envases de leche. La primera persona que estuvo en el ojo de la justicia fue José Ramos, la pareja de una mujer que solía cuidar a los tres hermanos Patz. Ramos negó el hecho y no se encontraron pruebas para incriminarlo. Actualmente, cumple una condena en Pensilvania por abusar de otro niño.
El tiempo pasó y 2001, a 22 años de la desaparición, Etan fue declarado oficialmente muerto. La familia Patz por décadas no se mudó del departamento donde vivían en aquel entonces. Tampoco cambiaron su número telefónico, la esperanza de que en algún momento su hijo podía contactarlos estaba vigente.
Sin embargo, a comienzos de 2012, un hombre llamado José López contactó a la justicia. Denunció que su cuñado, Pedro Hernández, contó que una vez había matado a un niño en Manhattan. Hernández fue detenido e interrogado. Su declaración duró seis horas. Dijo que había visto al niño solo, que le había ofrecido una bebida y convencido para que entrara al almacén donde trabajaba, al lado de la parada del autobús escolar. Una vez dentro, de acuerdo a su testimonio, le apretó el cuello hasta que dejó de respirar. Luego, descartó el cuerpo en la basura.
Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, respondió que no sabía, que había sentido "el deseo de matar".
En su honor, en 1983 Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos, declaró el 25 de mayo, fecha de su desaparición, como el "Día Nacional de los Niños Desaparecidos".