“Lo que me ha formado como persona es el deporte. He aprendido a ganar y a celebrarlo con moderación, y también he aprendido la dureza de la derrota”. La frase atribuida al entrenador de fútbol Pep Guardiola resume el aprendizaje personal que trae una disciplina deportiva para la vida. Y otra frase, del entrenador de fútbol americano Eric Mangini -”Cada día debes elegir el dolor de la disciplina o el dolor del arrepentimiento”- define los retos que imponen esas disciplinas a quienes dedican sus vidas a ellas, más allá de las actividades que son un pasatiempo complementario o secundario en el desarrollo de la vida de las personas.
El deporte es atractivo por muchos motivos sociales y personales, de salud y de esparcimiento y en su planteo de competencia y de esfuerzo para superar límites importa un sustancial complemento para sus cultores, en lo personal y en lo social. Presupone bienestar, satisfacción, esperanzas e ilusiones y manejo de las emociones, tanto en sus beneficios como en sus efectos negativos. Esto es, aprender la moderación en el éxito así como en la dureza de la derrota.
Por estas cosas, quienes trascienden en el deporte generan admiración y pueden llegar a transformarse en paradigmas y ejemplos a seguir; tienen relativa influencia en la construcción de valores de las personas. Las sociedades valoran eso y se ve cómo los atletas en las más altas competencias –campeonatos mundiales, torneos de gran impacto- pueden llegar a encarnar valores y sueños del conjunto, y se transforman muchas veces en modelos a imitar en la vida cotidiana de las personas. Se espera, asimismo, que quienes conducen la sociedad reconozcan esas características de los deportistas. “Seguiremos acompañando su esfuerzo y dedicación, que son un ejemplo para el país”, dijo el ministro del área el año pasado a los atletas olímpicos y paralímpicos.
Por todo esto, los deportistas adquieren una especie de condición ejemplar que, ciertamente, no es fácil lograr ni mantener. Disciplina, objetivos claros, voluntad de sacrificar cosas cotidianas, fiestas, encuentros. Incluso los festejos deportivos están limitados. Valores como el trabajo en equipo, la humildad, el espeto, el compañerismo, la autodisciplina, el juego limpio y el espíritu de sacrificio acompañan esa condición ejemplar.
¿Son conscientes los deportistas del grado de influencia que ejercen en la sociedad? De ellos se espera que lo tengan claro, porque quebrar esa condición hace decaer esos valores. Por ello ha sido impactante, en el festejo del campeonato obtenido por Boca Juniors, la escena de un jugador fumando displicentemente en la cancha, frente al público que celebraba y frente al país que miraba por televisión la fiesta del “xeneize”. Con esta actitud que en otros ámbitos -fuera del mundo del deporte o de la circunstancia en que se encontraba el jugador- se distorsiona cualquier ejemplo de vida sana, esfuerzo y cuidado. Fumar es un hábito que desaconseja a cualquier persona –la sociedad asume que debería ser erradicado- y mucho más a un deportista, tanto por cómo afecta a su rendimiento como por la imagen que transmite.
Precisamente porque no se trata sólo de talento –que es, por cierto, muy valorado y ayuda sin duda a la consecución de los objetivos deportivos- sino también de esfuerzo y disciplina, convendría que se reflexione sobre este episodio. En la vida la suerte y el éxito no aparecen sin trabajo y eso es lo que ayuda a superar las adversidades, en el deporte y en la vida. En este sentido, el buen ejemplo es sustancial.