Un banquero se paró en una de las veredas de la City tucumana. Observó el panorama de filas interminables de usuarios de cajeros automáticos y exclamó: “no dan abasto, porque hay una búsqueda agresiva de efectivo y sólo pueden extraer hasta 30 billetes por vez, dependiendo de su margen”. En general, esos cajeros lanzan papeles de $ 1.000 y, sólo en algunas ocasiones, pueden mezclarse con dos billetes de $ 500. El pago de sueldos, de jubilaciones y de bonos de “Refuerzo de Ingresos” (ayer comenzó a abonarse la primera cuota de los $ 18.000 otorgados por el Gobierno nacional) tornan dificultosa la tarea de hacerse de pesos. ¿Por qué no se usa más la tarjeta de débito? Usuarios del servicio y hasta comerciantes reconocen una razón: el cobro de comisiones encarece los productos y, por esa razón, la mayor parte de los negocios otorgan descuentos por pago en efectivo.
Pero el problema no se termina en las interminables filas. Los cajeros automáticos sienten el efecto de su uso y, según reconoce un gerente de un filial bancaria, varios quedan sin servicio por desperfectos. Hay aparatos que tienen entre cuatro y cinco caseteras en las que se colocan los billetes. Ahora están tratando de renovarlas con otras que tengan hasta ocho espacios para colocar más papel moneda. En otros países, este tipo de cajeros sirve para diversificar la extracción que realizan los clientes. En la Argentina eso no sucede. Colocar billetes de baja denominación no es negocio porque cada entidad debería reponer el doble o el triple de veces por día, con los costos adicionales que ese proceso implica. Así, los ejecutivos consultados por LA GACETA observan dos alternativas: apelar a los sistemas de extracción de dinero extraordinaria en supermercados, estaciones de servicio u otros negocios o esperar que el Gobierno nacional, a través del Banco Central, ordene la sustitución de parte del circulante con una emisión de billetes de más alta denominación, como los de $ 5.000 o los de $ 10.000.
Los empresarios encuentran los mismos problemas que aducen los banqueros. Algunos recuerdan, por ejemplo, que cuando se puso en circulación el billete de $ 1.000, el 1 de diciembre de 2017, equivalía a U$S 55; hoy, después de cuatro años y medio, equivale a U$S 4,75; es decir perdió más del 100% de su valor.
El empresario Oscar Castillo tiene una extensa trayectoria como referente del sector privado y, sobre sus espaldas, han recaído varias crisis, más profundas que la actual. Desde esa experiencia, ante la consulta de LA GACETA, Castillo señala cuáles son los efectos que produce a la economía no contar con billetes de alta denominación, más allá de que se piense que su impresión implica el reconocimiento de un proceso inflacionario que sigue en alza. Y los enumeró:
1- Tantos billetes de baja denominación en los bolsillos de la sociedad o de pequeños comerciantes puede incrementar aún más un tema no resuelto y que aflige a nuestra sociedad: la inseguridad que surge al aumentar notoriamente el volumen físico necesario para manejar igual cantidad de dinero.
2- Los problemas logísticos de todos los entes productivos, bancos, comercios o industrias, que necesitan mover fondos con el consiguiente peligro para la gente que los maneja.
3- Debido al escaso valor de los billetes, el Estado no se da abasto para imprimirlos, por lo que tenemos que encargarlos e importarlos de otros países, con un costo que, generalmente, termina siendo redistribuido.
¿Cuál es el objetivo de introducir en el circulante billetes de mayor denominación? Según el economista Eduardo Robinson, esto puede reducir los costos de logística y facilitar el traslado de almacenamiento. Estas características en el mediano plazo serán relativas en la medida que continúen avanzando las transacciones por medios electrónicos (que hoy tienen elevados costos) y se reduzcan los niveles de informalidad de la economía. Este es el dilema, sintetiza. En la práctica comercial, al pagar con efectivo se reduce el precio, con los medios electrónicos, se encarece la transacción, indica el consultor. Muchas sucursales bancarias han cerrado sus cajas físicas, desalentando los retiros de efectivo que los cajeros automáticos limitan. Con lo cual la gente se encuentra, que para pagar montos abultados, por ejemplo un alquiler, debe llevar el dinero en efectivo, porque de lo contrario se encarece la operación las inmobiliarias no reciben tarjetas de débito, pese a que debería hacerlo, señala. Pero, al que paga no le conviene hacerlo con débito, porque encarecería la operación. Esto es un gran costo, el traslado de sumas importantes en efectivo, las largas filas en los cajeros que ya resultan escasos, sobre todo en los primeros días del mes, finaliza Robinson.