Desde el advenimiento de la democracia, la reunión de la Asamblea Universitaria -cada cuatro años, para elegir la fórmula de Rector y de Vicerrector de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT)- despierta el interés de la sociedad. Se trata del máximo órgano de Gobierno de la casa de Terán, aunque de sesión no permanente. La integran los miembros de los Consejos Directivos y los Decanos de las 13 Facultades de la UNT.
El retorno a la vida democrática no implicó la inmediata elección de autoridades por parte de la Asamblea. Tres años debieron pasar para que el cuerpo se constituya y elija a Rodolfo Martín Campero como Rector. Ocurrió el jueves 3 de abril de 1986 y Campero tenía 37 años cuando asumió la conducción del Rectorado.
El proceso de normalización había involucrado a dos interventores: Luis Salinas (de 1983 a 1984), y Eugenio Flavio Virla (de 1984 a 1986). Este volvía al cargo, ya que había sido el último Rector de la UNT elegido democráticamente hasta ese momento, allá por 1966. Tanto él como Salinas fueron designados por Carlos Alconada Aramburú, ex ministro de Educación de Raúl Alfonsín.
Campero cesa su mandato en 1990 y es reelecto por otro período. Sin embargo, no iba a concluirlo: renunció para asumir como diputado nacional. La gestión fue completada por Héctor Ostengo. En 1994 fue elegido César Catalán, quien gobernó la UNT durante un período.
En 1998 llegó al Rectorado Mario Marigliano, quien, al igual que Campero, fue reelecto. Pero aquella sesión de 2002 estuvo signada por la violencia: mientras dentro del Centro Cultural Virla lo elegían para un segundo mandato, afuera grupos de estudiantes eran reprimidos por la Policía y por no docentes de la UNT, que se habían dispuesto como “custodios”.
En 2006, a Marigliano lo sucedió Juan Alberto Cerisola, quien también estuvo al frente de la UNT durante ocho años. En el derrotero de sus mandatos dos situaciones son muy recordadas por los tucumanos, en general, y por la comunidad universitaria, en especial.
Por un lado, el divorcio con su primera compañera de fórmula María Luisa Rossi de Hernández, que trajo como consecuencias el quiebre del gabinete rectoral, y el alejamiento o la expulsión de funcionarios que estaban encolumnados detrás de “Pini”. El caso más emblemático, el del actual secretario general de la UNT, José Hugo Saab, quien ocupaba el mismo cargo en aquel agosto de 2009. Finalmente, Cerisola volvió a convocar al histórico operador político de la UNT en 2013.
El cerisolismo y el rossismo, finalmente, zanjaron la grieta en los comicios de renovación total de autoridades de la casa de Terán de 2010. En aquella elección, el entonces Rector obtuvo su reelección, en esta ocasión, acompañado por quien lo sucedería como la primera mujer al mando del Rectorado en la historia de la UNT, Alicia Bardón.
Durante aquel proceso electoral había salido a la luz un video que mostraba al ex secretario de Bienestar Universitario del gabinete de Cerisola, Ramiro Moreno, cuando ofrecía cargos en la UNT a cambio de votos para la dupla Cerisola-Bardón. A Una docena de años, la causa sigue en la Justicia Federal a la espera de una definición.
El segundo hecho que signó las gestiones de Cerisola fueron las denuncias por la presunta comisión de delitos económicos, que devinieron procesamientos contra él y contra otros entonces funcionarios de la UNT.
Bardón no había sido salpicada por esas denuncias y terminó siendo elegida Rectora en 2014. Durante el escrutinio de la votación -en la que se impuso sobre Eduardo Coletti, Mateo Martínez y Eduardo Ruiz Pesce- se observó lo que se conoció como el “voto origami”. Se trataba de unas boletas dobladas de un modo particular, que hizo que muchos miembros de la comunidad universitaria lo interpretaran como mensajes, a partir de los cuales luego reclamar algo a cambio. Nunca se investigó.
El 29 de octubre de ese año se reunió otra vez la Asamblea Universitaria; pero no para elegir Rector, sino para iniciar un proceso de reforma del estatuto de la UNT, que había sido aprobado el 20 de diciembre de 1995, y que había comenzado a regir unos tres meses después. Los inicios de aquellas sesiones se caracterizaron por cierta efervescencia, que con el correr de las reuniones se fue apagando. Muchas convocatorias ni siquiera arrancaban, debido a la falta de quorum; o caían tras el break para el café, a causa de que los consejeros se marchaban. Finalmente, la reforma estatutaria fue quedando en la nada, sin que siquiera se le diera un cierre formal. Aquellas sesiones eran presididas por el entonces vicerrector, José García.
En 2018, García, precisamente, tomó la posta de Bardón al frente del Rectorado. A meses de haber asumido había concedido una entrevista a LA GACETA (24 de febrero de 2019) en la cual habló de la reforma del estatuto. Allí había admitido que acaso los dos ejes más importantes -órganos de Gobierno y sistema electoral- no habían sido siquiera discutidos; y había prometido que la Asamblea iba a ser convocada para terminar con la reforma ese mismo año.