El “ritual” del censo no se perdió del todo

El “ritual” del censo no se perdió del todo

En Tafí Viejo menos del 60% de los vecinos llenó el formulario digital. Pese a algunos despistes y caras de sueño, la cordialidad se mantuvo.

FAMILIA BAZÁN. Madre e hijos dieron la bienvenida al censista y rellenaron el censo completo en papel.    FAMILIA BAZÁN. Madre e hijos dieron la bienvenida al censista y rellenaron el censo completo en papel.

Ayer, desde antes de las 8, las aulas de la Escuela Barrio Policial fueron el “centro de operación” de 263 censistas que se dispusieron a recorrer Lomas de Tafí para oficializar el Censo 2022.

Entre las filas de siluetas con pecheras blancas, el grupo que coordinó Nicolás Enríquez tuvo una particularidad: sus 11 integrantes eran jóvenes.

“Estoy entusiasmado porque creo en el valor de la ciudadanía. Desde hace tiempo quería participar en alguna acción social de este nivel”, comentó el jefe de radio.

Para ellos, el trabajo consistió en visitar a los vecinos de las calles Camino del Perú y Dora Hollenstein y las avenidas Francisco de Aguirre y Juan Manuel Raya.

El promedio de concurrencia fue a 32 hogares. “Estuvimos hasta el martes por la noche con videoconferencias ultimando detalles. La convocatoria la hice vía redes sociales y hubo una buena respuesta. La mayoría sentimos el mismo interés por cómo cambia la ciudad”, agregó.

Pese al frío y las chances de quedarse en casa, la voluntad de Lucia López (26) resultó más fuerte. “En mi caso decidí inscribirme por la experiencia porque se trata de un evento que ocurre en pocas oportunidades. Para practicar, a mis abuelos yo misma les rellené el formulario”, detalló.

El recorrido

Entre los censistas que circularon por Tafí Viejo, se encontraba Emanuel Villalba (24). Es estudiante de Biotecnología y vive detrás del parque 9 de Julio; un dato que lo llevó a madrugar a las 5.30 para llegar a horario.

Luego del censo, en su CV va a poder sumar las virtudes de lograr aplaudir con una sola mano, escribir en equilibrio y cargar con la mitad de su peso en papel.

Al llegar a la manzana 10, el primero en atenderlo fue un perro con cara de pocos amigos. Después, llegó Cecilia Ruiz. (58).

Ay, ya voy; momentito... Disculpen; es que anoche tuve un ataque al hígado y me costó levantarme”, justificó.

Para la vecina, esta fue la primera oportunidad para ser censada desde que se mudó. “Me pone contenta que se haga esto porque las casas que hay acá se comenzaron a entregar en 2008 y, año a año, el barrio fue creciendo. Los últimos lotes salieron en 2021 así que por fin sabremos cómo evolucionamos”, describió.

Aunque la inseguridad y la digitalización hayan ganado algunas goleadas, tras completar varias planillas la sensación general que queda es la de una amabilidad duradera y buena predisposición. Sea por ofrecer alguna bebida o comida o por las charlas triviales que se entretejen.

Con algo de delay, de la ventana de la siguiente vivienda se asomó Romina Vaca.

“Hola, emmmm, tengo un problema. Mi marido se fue a trabajar y nos quedamos encerrados sin llave. Te voy a tener que gritar el código del censo digital y las respuestas”, exclamó.

Como cualquier mujer acostumbrada a las peripecias de la maternidad, Romina ilustra la postal con su bebé a upa y en la otra mano el celular.

“Justo hablaba con mi mamá y ella me preguntaba si habían pasado. Acabamos de levantarnos, ¿se nota mucho?”, indagó.

Actividades compartidas

En chinelas y medias, Agustina Bazán (43) invitó a Emanuel a ingresar al domicilio para responder las preguntas.

“Vivo con tres de mis hijos, pero ahora el resto de la familia duerme”, indicó.

Al rato, Milagro (20) salió de su pieza para tomar agua. “Mucho gusto, soy el censista y necesito entrevistarla”, dijo Emanuel. Ante las miradas expectantes solo quedó una certeza: ya era imposible escapar.

Donde hay una víctima puede haber otra. Unos minutos después, Ulises Alfredo (19) aparece en el living con la misma cara de cansancio.

-¿Él también es hijo de usted?

-Sí, pero no reconocido.

Contesta Milagro. Imposible parar el chicaneo entre hermanos, el resto de la planilla se completó con risas y juegos de miradas para intentar descifrar algunas de las consultas.

- Faltaría el último residente. ¿Lo puede llamar?

- Ahh no, a ese si lo despertamos no vamos a salir vivos.

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