En la esquina de Catamarca y Sarmiento, los censistas tuvieron que entrevistar a los ocupantes de una vivienda muy particular: el circo Safari. Más que una casa, según definen sus integrantes, conforman un barrio móvil. Luego de cruzar la reja de entrada, los encuestadores del Indec se toparon con un motorhome, carpas y varias casillas rodantes. Ahí estaban los artistas, ensayando para la función nocturna. Dejaron sus rutinas de lado para completar los formularios del censo 2022. Las respuestas fueron de lo más variadas. Tipo de piso: lona. Paredes: chapa o lona. Trabajo: trapecista, mago, equilibrista, payaso, contorsionista entre otros.
La pregunta que nadie supo contestar: ¿dónde se encontraba hace cinco años? “La vida en el circo es especial, no parás más de 15 días o un mes en una ciudad. Es imposible acordarte dónde estabas”, expresó Fernando Dresdner.
Casi todos los integrantes de este circo nacieron y crecieron en las carpas. Son incapaces de imaginar un día fuera de ellas y se sienten privilegiados por llevar una vida muy poco común, en constante movimiento.
“Es un trabajo que nos demanda mucho esfuerzo. Aquí todos tenemos algo para hacer siempre”, cuenta Sabrina Zipitria, de 46 años. En su juventud fue trapecista y luego domadora de osos. Ahora, hace trabajos administrativos y también está en el kiosco. Su papá, Enrique (77) era domador de leones y de elefantes, hasta que en el 2000 el circo decidió no tener más animales. Ahora acompaña a su familia en esta aventura permanente.
Mientras contesta las preguntas del censo, intercala los momentos más importantes de su vida. “Soy la cuarta generación de esta familia circense. Somos nómades y eso es lo que nos hace felices”, explica.
Muchos se dieron cuenta cuánto extrañaban esa vida nómade en plena pandemia, cuando la cuarentena los sorprendió en Jujuy y ahí debieron instalarse por un buen tiempo.
Más de una vez no pudieron estar presentes en un censo. De las elecciones ni hablar: como se encuentran lejos de sus domicilios legales no pueden votar, señala Sabrina.
En algunas casillas las persianas son frazadas y las camas se pliegan, al igual que las mesas. El patio común, donde juegan los chicos, es el mismo lugar donde ensayan los artistas del circo: la carpa. Por eso, es que desde muy pequeños van desarrollando habilidades.
Vanesa Morgenstern (38) vive con toda su familia en el circo. Su esposo Sebastián y sus tres hijos, de 10, 5 y 2 años. Cuenta que los chicos sí van a la escuela en cada ciudad donde paran. Antes de trasladarse, piden el pase y así sucesivamente. “Me encanta el circo, me da vida entrar cada día a una pista”, dice la mujer que antes era contorsionista y ahora dirige a las bailarinas de Safari.
Dresdner cuenta que a los jóvenes del circo, cuando terminan la secundaria, les preguntan si quieren seguir o prefieren dedicarse a una carrera universitaria. No es tan fácil abandonar la vida nómade. “Nuestro destino es así”, dice. Por el mismo motivo que hoy, según el censo, viven en Tucumán (en la opción “vivienda móvil”), les ha tocado nacer en un lugar determinado, donde estaba el circo de paso. De todas formas, la ubicación en el mapa no les preocupa en lo más mínimo. Porque justamente, lo que aman es vivir sin fronteras.