Aunque el viaje a Europa del Presidente de la Nación ha merecido cuestionamientos de la oposición por su escasa trascendencia a los fines prácticos (su repercusión en las políticas de gobierno será escasa), la gira no ha sido fútil. Por el contrario, le sirvió a Alberto Fernández para poner distancia respecto del kirchnerismo. Por un lado, puso una distancia geográfica: se fue cuando arreciaban las críticas de la vicepresidenta, Cristina Kirchner, contra la gestión económica. Por otra parte, y esto es lo central, estableció una distancia electoral.
Precisamente, el jefe de Estado ha tenido dos pronunciamientos sustanciales referidos a los comicios del año próximo. El primero consiste en que buscará la reelección. La prensa le consultó si se encontraba “con fuerzas” para buscar un segundo mandato en 2023. La respuesta fue corta y contundente: “definitivamente”.
La segunda de las definiciones, ventilada por los periodistas que acompañan la comitiva, consistió en que el mandatario manifestó en su entorno que la pelea con la presidenta del Senado no se definirá en el terreno de las declaraciones, sino en el de las urnas: en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).
¿Es prematuro hablar ya de los próximos comicios? En términos de corrección política, sí. Por eso ayer, y para tratar de aplacar la confrontación con Cristina que representan sus pronunciamientos, Alberto intentó relativizarse a sí mismo sobre el final de su viaje por el Viejo Continente “No estoy discutiendo con Cristina; no estoy pensando en mi reelección”, dijo, luego de no haber hecho otra cosa más que hablar de ello (y de “Ella”) desde que puso un pie al otro lado del Atlántico.
Pero en términos de realpolitik, la campaña por el poder se lanzó hace exactamente seis meses. Fue el 15 de noviembre: el día siguiente a que el peronismo sufriera la peor derrota electoral, siendo gobierno, de su existencia.
Justamente, en el plano de lo inédito, la determinación de Alberto construye una noticia doblemente histórica. En primer término, el peronismo, por primera vez desde que se instituyeron las primarias, tendría que dirimir su candidato a presidente en las urnas. Por lo propio, sería la primera vez que un Presidente justicialista deberá medirse contra un oponente interno para disputar la reelección.
Las PASO hicieron su debut en 2011. La titular del Ejecutivo Nacional era Cristina, quien para el segundo mandato eligió a Amado Boudou como compañero de fórmula del Frente para la Victoria. Ninguna otra fórmula se postuló por esa coalición peronista.
En 2015, el mismo Frente para la Victoria buscó la continuidad en el poder con la fórmula Daniel Scioli - Carlos Zannini. Tampoco hubo competidores internos.
En 2019, el disperso peronismo (fracturado en un mosaico que tenía a los gobernadores por un lado, al massismo por otro y al kirchnerismo en una tercera vereda) logró la unidad en el Frente de Todos. Al binomio Alberto - Cristina, pese a la división precedente, nadie se le enfrentó.
En otras palabras, la confirmación estadística de que el peronismo es unicéfalo y verticalista.
Si eso varía en 2023, se asistirá a un cambio en la naturaleza misma de ese movimiento.
Equivalencias
Debajo de la superficie política, la decisión del Presidente de apelar a la PASO como escala para su reelección implica, como sustancia institucional, la consolidación de las PASO en la Argentina.
No es poco teniendo en cuenta que el macrismo buscó eliminarlas en 2019, a lo cual se opuso el peronismo. Y que el PJ intentó lo mismo el año pasado en nombre de la pandemia, pero la cerrazón opositora determinó que sólo fueran postergadas por un mes.
Ahora, las PASO ya no se presentan sólo como un mecanismo de definición de candidaturas, sino también como una instancia democrática para la solución de las diferencias políticas.
“El mayor valor del mecanismo eleccionario, que basta para que lo apreciemos, es que al menos en ciertas condiciones nos permite procesar con relativa libertad y paz civil los conflictos que surgen en la sociedad”, dice Adam Pzeworsky, sobre la naturaleza de los comicios, en su ensayo “¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones?” (2019).
Más elecciones equivalen a más democracia.