El precio de los alimentos siguen subiendo por el ascensor. La inflación es el termómetro de lo que pasa con la economía que, a medida que transcurren los meses, sigue batiendo récord. El último es el comportamiento interanual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que, con una tasa del 58%, fue el más elevado en los últimos 30 años.
“Este número nos preocupa, no sólo por ser alto, sino también porque se llegó a este punto con un tipo de cambio que viene atrás de la inflación y con tarifas de los servicios públicos y el precio de los combustibles atrasados. Esto significa que hay inflación contenida, que seguirá presionando los próximos meses”, advierte David Miazzo, economista Jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA).
Si analizamos una compra del súper, el mismo changuito con los mismos productos hoy nos cuesta más de seis veces lo que costaba hace cinco años: lo que nos salía $ 1.000 en 2017 hoy nos cuesta $ 6.481.
Con la ropa pasa lo mismo: las mismas prendas por $ 1.000 de 2017 hoy salen $ 6.869. Este es el rubro que más reajuste ha experimentado en el dato de inflación que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) ha dado a conocer ayer.
En su periódico informe denominado Changómetro, FADA señala que ni siquiera las salidas con amigos han quedado exentas del ajuste de gastos.
Una juntada nos cuesta seis veces lo que costaba cuatro años atrás. Perdimos siete pizzas caseras, 79 kilos de harina, casi seis de queso y 33 paquetes de aceitunas. Además, nos quedamos sin 180 vasos de bebida para compartir, indica el diagnóstico al que accedió LA GACETA.
“Este informe es una fotografía de un momento, de una experiencia compartida, para reflejar cómo la pérdida de valor de nuestros pesos afecta nuestra vida. Un par de pizzas caseras, dos cervezas, una gaseosa y un heladito, en 2017 nos salía $580 y hoy cuesta $3.400”, seis veces lo que costaba ($2.820 más), advierte Natalia Ariño, economista de FADA.
El Changómetro de este mes refleja la foto de cuatro adultos que se juntan a comer y cocinan dos pizzas, una especial y una de palmitos. Para tomar, buscan un par de cervezas con una gaseosa y compran un pote de helado de postre. Esos mismos productos valen seis veces lo que costaban en diciembre 2017.
En cuatro años, ese ritual de fin de semana se ve afectado. “Nuestro billete de $1.000 perdió la capacidad de comprar 79 kilos de harina, casi 6 de queso, casi 4 de jamón, 41 latas de tomate y 33 paquetes de aceitunas. Si nos gusta la de palmitos, en cuatro años perdimos 43 sachets de salsa golf y 22 latas de palmitos. Si vemos las bebidas, nos perdimos 180 vasos entre gaseosa y cerveza. Con el helado quedaron los 4 potes en el camino, no nos alcanza ni para uno”, afirma Ariño.
“El billete de $1.000 es el de mayor valor que tenemos en Argentina, y día a día vamos viendo cómo nos alcanza para menos”, sostiene la economista. Si vemos los productos que necesitamos para preparar estas pizzas, descubrimos que con ese billete en diciembre 2017 comprábamos 90 kilos de harina ($11) y hoy sólo 11 ($86). Con el queso sucede lo mismo, comprábamos casi 7 kilos ($148) y ahora apenas 1 ($945). Y las 51 latas de tomate que nos alcanzaban ($19,50) hoy se redujeron a 10 ($99). Después está decidir los “toppings”, qué le ponemos arriba: si aceitunas, palmitos, salsa golf, jamón, todo eso presenta aumentos considerables en estos últimos años.
“Un análisis obligado al tratar este tema es ver qué pasó con los salarios en estos años, si acompañaron el ritmo de la inflación”, comenta a su vez Miazzo. “Al comparar diciembre 2017 y marzo pasado, vemos que los salarios reales promedio cayeron un 21%”, advierte.
Los trabajadores del sector privado registrado perdieron un poder de compra promedio del 17% y el sector público 18%. Los no registrados un 34%, los más perjudicados. “Esto equivale a decir que si un trabajador informal ganaba $ 1.000 hace cuatro años, hoy gana 660”, completa Ariño. Sin embargo, hay medidas que pueden tomarse para poder “tratar” la fiebre de la inflación: son tres y no puede faltar ninguna: reducción de la emisión, equilibrar el gasto público y generar confianza en la economía del país.
Con una inflación del 6% en abril, la inflación de los últimos 12 meses es del 58% y se espera al menos un 65% para todo el 2022. “La inflación afecta más a los que menos ingresos tienen. Por un lado, porque gastan una mayor proporción de sus ingresos en necesidades básicas, por lo que no pueden defenderse de la inflación, a diferencia de quien tiene capacidad de ahorro. Y, por otro lado, porque quienes menos ingresos tienen muchas veces trabajan informalmente, por lo que les cuesta más defender sus ingresos contra la inflación”, explica Miazzo.
En FADA sostienen que se puede hacer algo para “tratar” la fiebre de la inflación. “Los primeros pasos en el largo y duro camino de reducir la inflación son equilibrar el gasto público, dejar de imprimir pesos y crear un plan económico sólido que ayude a generar confianza. Si alguno de estos elementos falta, nunca saldremos del hueco”, expone Miazzo.
“Mientras que como país no logremos controlar definitivamente la inflación, será muy difícil crecer sostenidamente, generar empleo y lograr que los salarios mejoren de manera genuina”, concluyen desde FADA.