La historia del charango, desde la mulita a la madera

La historia del charango, desde la mulita a la madera

El luthier jujeño José Patagua ofreció una charla en el encuentro que finaliza hoy. Entrega de premios y recital de guitarristas en Derecho.

JOSÉ PATAGUA. El luthier oriundo de Purmamarca y radicado en La Plata, fue docente de artes plásticas. el tribuno JOSÉ PATAGUA. El luthier oriundo de Purmamarca y radicado en La Plata, fue docente de artes plásticas. el tribuno

Hoy a las 21, con un recital de los guitarristas Lucho Hoyos, Alberto Rojo y Pablo González Jazey, en el auditorio de la Facultad de Derecho de la UNT (25 de Mayo 471) -con entrada gratuita- culminará la 4ta Bienal de Luthería. Previamente, a las 19, se entregarán los premios del 6to Concurso de Luthería.

La bienal organizada por el Departamento de Luthería de la Facultad de Artes (Buenos Aires 768) se inició el lunes y contó con diversas actividades, como talleres, conferencias y recitales. Una de las charlas, sobre “Historia del charango” estuvo a cargo del luthier José Patagua.

El músico jujeño, oriundo de Purmamarca y radicado en La Plata desde hace 47 años, se graduó en artes plásticas en esa ciudad bonaerense. Allí se dedicó a la docencia universitaria en dibujo y pintura, mientras -paralelamente- hacía música con su grupo y fabricaba charangos. Ese instrumento era toda una novedad para los platenses en los años 70, según contó en diálogo con LA GACETA. Había aprendido a tocarlo de manera autodidacta en su pueblo natal y, cuando llegó a La Plata, llevaba su charango hecho de caparazón de mulita (quirquincho).

“Era un charango boliviano, fabricado en un clima muy seco, y en La Plata sufrió por la humedad que hay en esa zona. El caparazón de la mulita es un cartílago que con la humedad se tuerce, se vuelve un chicle, así que se empezaba a deformar, a despegar. Lo iba reparando, pero al tiempo decidí hacer otro -relató-. Con ganas y algunos conocimientos de arte, pude suplir la falta de herramientas. Lo hice de madera de álamo. Lo cavé con fuego. Ponía una brasa para que se quemara la zona donde había que ahuecar. Todo muy precario”.

- ¿Con qué madera trabaja para fabricar el instrumento?

- Se trabaja con la madera que se puede conseguir. Acá en el norte es más fácil que en el sur. Hace poco comencé a trabajar con cedro azul. Una madera bastante maleable, lijable, y relativamente blanda como para cavar. Porque yo los hago de una sola pieza. Hay otros que son ensamblados y no tienen problemas, pero yo prefiero hacerlos de un solo bloque.

- ¿Cómo fue el origen del charango?

- Cuando llegaron los españoles a América trajeron instrumentos de cuerda. Uno de los más parecidos al charango era el timple canario: una guitarrita pequeña con una afinación casi idéntica. También la vihuela española se asemeja mucho, lo mismo que la mandolina, que tiene casi la misma medida que el charango. A los lugareños, por comodidad y a falta de herramientas, se les ocurrió usar la mulita. Se la limpia bien, se la pone en un molde con la forma de un charango, y cuando se seca endurece. Hace muchos años leí una nota al músico boliviano Antonio Pantoja, donde hablaba de los diferentes materiales con que se hacía charangos y decía que había de cuero de burro. Yo me reía. Pero mucho tiempo después me llevaron a arreglar un charango que estaba hecho de ese material. Era verdad. De mulita ya no hay mucho. Hace 30 o 40 años hubo un auge, pero lo hacían más como souvenir para el turismo. Era un instrumento barato.

- ¿Hay charangos de diferentes tamaños?

- Además del charango característico, hay uno más grande que lo llaman ronroco (es el que toca Gustavo Santaolalla) y el machu charango, que lo incorporó el músico boliviano Mauro Núñez. Él también rompió con la simetría de la guitarrita, el tradicional ocho, incursionando en nuevas formas de la tapa o tallando las clavijas, cosas que la hacen más atractiva visualmente. Hay una disputa entre los bolivianos, los peruanos y los chilenos porque todos se quieren adjudicar la creación del charango. Los máximos charanguistas, del 80 para acá, son los bolivianos Ernesto Cavour y William Centellas. Ellos defendían la postura de que el charango nació en Potosí. Hay tallas antiguas en relieve en las puertas de iglesias, donde se ve figuras de sirenas tocando guitarras pequeñas.

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