Bocinazos, insultos, gritos, peatones cruzando por cualquier lado, vehículos pasando el semáforo en rojo, motos y bicis haciendo zig zag por la calle, los colectivos obstruyendo el paso... Un día común circulando por San Miguel de Tucumán. No importa cuándo, la situación es la misma; con más o menos volumen de tráfico según el momento del día, pero es siempre lo mismo. “Un caos”, resumen los conductores.
Caos. Esa es la palabra. “Sobre todo por los cortes, las manifestaciones y las obras que se realizan”, indica a LA GACETA Ariel Quintana, desde su vehículo. “Se ven más embotellamientos -resalta-; y el mayor problema es la gente de los colegios. Los padres, a veces con grandes camionetas, estacionan en doble fila y dificultan el paso”, comenta. Según él, los peores horarios para circular por la ciudad son el de la mañana, el del mediodía y luego pasadas las 18. “Se hicieron muchas propuestas pero casi nada se realizó, y lo que sí, no es efectivo -remarca-; y creo que el tránsito en una ciudad tan chica tiene solución, pero, por ahora, San Miguel está colapsado”.
Similar es la opinión del taxista Eduardo Moyano. Con 32 años en el rubro, conoce como pocos las calles de la capital. “Nadie respeta nada. Te ponen las balizas después de estacionar, la luz de giro después de doblar... Es un caos. Es duro circular; si querés esquivar un bache conocido, te agarrás con dos nuevos -explica-; además, se ve mucha violencia”. Moyano asegura que el peor momento para andar en la capital es a la mañana. “Salen todos apurados... Después sigue el mediodía; es inevitable el caos a esa hora. Encima, suele haber calles cortadas. La única alternativa es armarte de paciencia”, advierte y reflexiona: “mientras no se eduque, todo va a seguir igual”.
Un problema amplio
Hay muchas aristas. No hay una sola razón. El caos del tránsito no es sólo consecuencia de los problemas de trazado urbano, ni de la falta de respeto por las normas. Hay, como mínimo, varios actores y otras varias causas involucrados. Enrique Romero, subsecretario de Tránsito de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, es, una vez más, crítico con el tema. “El tránsito es un caos, porque somos un caos nosotros. Y la pandemia lo agudizó, porque generó una liberación. A nadie le importa nada”, indica tajante. “Los principales focos de conflictos están en todo lo que es el microcentro y en los estacionamientos escolares. Hay mucha intransigencia de los padres, que no entienden que el ascenso y descenso tiene que ser muy breve. Y eso genera caos vehicular”
“Todos los nudos están en el microcentro. Sobre todo en las horas pico -remarca-; hay mucho tráfico y mucha imprudencia de los conductores”. El funcionario comenta que hay estimaciones -hechas por su departamento de Estadísticas- que aseguran que por día ingresan a la ciudad cerca de 284 mil autos. “Pero vivimos en una anomia. Todos hacen lo que quieren”, advierte.
Claudio Artaza Saade, perito en Seguridad Vial y secretario de la Fundación Alerta en el Camino, considera que hay dos factores que provocan la gran congestión del tránsito en la capital. “En primer lugar, que las personas que se encargan en el municipio de controlar el tránsito y organizarlo han perdido la brújula hace rato. Un buen ejemplo son las bolas que se pusieron en el microcentro y que luego se quitaron. Eran un peligro para los vehículos. En segundo término, el transporte público. Ese es el gran inconveniente -remarca-; cuando solucionemos eso, recién vamos a poder tener una perspectiva para solucionar las congestiones del tráfico”.
Soluciones
El experto considera que es importante diferenciar las medidas urgentes de las importantes. “Lo importante es tener un plan coordinado en toda la provincia para mejorar la seguridad vial y el tránsito. Una alternativa sería, por ejemplo, volver a poner en marcha el Consejo Provincial de Seguridad Vial; y poner gente idónea para que se haga cargo del tránsito. En segundo lugar, hay que mejorar el transporte público, y desalentar a los usuarios a moverse en moto y vehículos particulares. No es raro ver autos con una sola persona que entran al centro... Y todo eso se descongestiona teniendo un sistema de transporte más seguro”. Lo urgente, asegura Artaza Saade, es atender “el tema” de las motos, un medio de transporte cada vez más usado. “Hoy las motos se movilizan con caño de escape libre. Y eso grita que ellos no respetan las normas; una persona que elige ponerle caño de escape libre no va a andar despacio. Va a ir sin casco, transgrediendo las normas de tránsito. Y hay que empezar por ahí; porque es lo que más llena las guardias de los hospitales”.
Y es que sí. El caos del tránsito repercute también en la seguridad de todos los actores. “Además, hay mucha violencia en la calle; eso se nota mucho y forma parte de la cultura que va a llevar años cambiar. Esa es otra cosa que hay que trabajar. Cambios en los funcionarios, en el transporte y en la cultura son cosas importante que no se resuelven de forma urgente”.
Educación, siempre la clave
“Hay una anomia en el tránsito por dos elementos: la falta de ética y la falta de valores -resume Romero-; y la única manera de cambiar eso es con educación vial. Es claro que se debe enseñar desde el nivel inicial hasta el terciario y no sucede. Esa es la manera de cortar con este universo de mala educación que tienen los conductores, que no les interesa tener solidaridad con nadie, que les da lo mismo estacionar en doble fila, en rampa para discapacitados, o en una salida de emergencia de un hospital”. El problema -dice Romero- es que no se dicta educación vial en las escuelas, a pesar de la existencia de una ley nacional a la que Tucumán se ha adherido.
“Hemos tomado medidas, como el auto pedagógico, o el megáfono, y la mano dura -enumera- Pero hay que seguir educando. Lamentablemente educamos con el garrote: con infracciones, levantando unidades en doble fila, disminuyendo la cantidad de años en la entrega del carnet u obligando a los conductores a hacer el curso de reeducación vial”.