En Argentina es tradición honrar las fechas patrias siguiendo las costumbres que acompañaron a la población del siglo XIX. En el último tiempo, el locro se convirtió en el plato típico de ese día y, aunque en un principio significaba una jornada de conmemoración, de reclamos y no de festejos, el ritual de comer locro en el Día de los Trabajadores se convirtió en la “vedette” de la celebración.
Sin distinción de clases sociales, el locro se sirve en ollas populares de los barrios, en bodegones y en restaurantes gourmet. Al ser una comida práctica de elaborar pero completa, porque se utilizan ingredientes que no son costos, el locro es hoy un símbolo de la unión y la lucha en forma de una plato de comida caliente con compañeros.
El Día del Trabajador tiene su inicio en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, pero en Argentina, la celebración como tal comenzó en los primeros años de la década de 1940 con la llegada de Juan Domingo Perón a la Secretaría de Trabajo y Previsión donde instaló por primera vez derechos laborales que más tarde, en su presidencia, plasmó en la reforma de la constitución de 1948 con el artículo 14 bis. Hasta ese entonces, a diferencia del asado y las empanadas, el locro no estaba instaurado como la comida típica de ese día.
La historia del locro se remonta a la era precolombina, en la cocina de los indios Quechuas, quienes lo llamaron “luqru”. Se trataba de un guiso realizado con ingredientes populares de aquella época: zapallo, maíz y porotos, pero con el tiempo se fueron sumando otros, como por ejemplo, el chorizo colorado y la panceta.
Los años pasaron pero el ritual permanece. La receta puede sufrir pequeñas modificaciones en su preparación, dependiendo la provincia, pero su sabor característico no varía. Es una comida anclada en la historia y las tradiciones gastronómicas del país.