Criticada por sus negocios con Rusia, Alemania se acerca a Ucrania
El ex canciller Gerhard Schröder, quien trabaja para dos compañías de Moscú, encabeza la ola de cuestionamientos que salpican hasta a la que era la política más respetada del mundo, Ángela Merkel. Armas pesadas y un plan de ayuda para la exportación agropecuaria, la estrategia de Berlín para tender puentes con los ucranianos
El conflicto en Ucrania está detonando la reputación y la imagen que Alemania construyó después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Es uno de los tantos efectos colaterales de la invasión lanzada por el autócrata Vladimir Putin, pero tal vez el menos esperado.
Todo se remonta a la dependencia energética que Alemania, una de las naciones más industrializadas del mundo, tenía con Rusia -y estaba profundizando- cuando el Kremlin empezó a atacar a Ucrania por aire, mar y tierra hace ya más de dos meses. Las demandas del Gobierno de Volodimir Zelenski y de sus aliados para cortar esa relación comercial ya obligaron a Berlín a cancelar el segundo gasoducto que una corporación moscovita estaba a punto de concluir, y van por los negocios remanentes.
Gerhard Schröder, ex canciller alemán y hoy directivo de dos compañías al mando de Putin, encarna el rechazo a las relaciones rusogermánicas. Pero ni la reverenciada Ángela Merkel se salva de la ola de impugnaciones que Berlín está intentando domar con la remisión de armas más letales y ayuda comercial para Ucrania.
La invasión actualizó la polémica que había generado la decisión laboral de Schröder, quien, pocos días después de dejar el poder, aceptó la oferta de su amigo Putin y se integró al directorio de Nord Stream, firma controlada por Rusia que entonces estaba construyendo el primer gasoducto para conectar de manera directa a los dos países vía el mar Báltico.
Se trata de un proyecto que Schröder había impulsado durante su mandato con el objeto de acceder sin intermediarios al gas barato de Moscú, política de abastecimiento que Merkel prosiguió y que derivó en la ejecución del Nord Stream II. Entre sus honorarios en la compañía de los gasoductos y en Rosneft, la empresa petrolera estatal rusa, y la pensión por los servicios públicos que prestó, el dirigente socialdemócrata percibe alrededor de U$S 1 millón mensuales, según cálculos recientes de The New York Times.
Al tiempo del inicio de la guerra, Rusia proveía hasta casi la mitad de la energía que consumía el pueblo alemán. Ese lazo reportaba a Moscú aproximadamente U$S 220 millones diarios. Ante las dudas que Occidente y Europa del Este expresaban acerca del incremento de aquella dependencia, Alemania siempre respondía que la relación económica operaba como una especie de corsé militar y era la mejor manera de contener las derivas belicistas de Putin. Es una convicción que Zelenski reprocha permanentemente a Berlín y a los países del continente que siguieron sus pasos, y un error con el que hoy debe lidiar el canciller Olaf Scholz tanto dentro como fuera de su país.
La campaña para privar a Rusia de su principal herramienta de financiamiento forma parte de la lucha cotidiana de las autoridades ucranianas. “Si los líderes políticos y empresarios hablan en serio cuando dicen que Rusia debe poner fin a sus crímenes de guerra, ellos deben primero cortar los ingresos energéticos de Putin. Basta de excusas y de medidas livianas mientras los ucranianos están siendo bombardeados, asesinados, torturados y violados. El petróleo ruso está lleno de sangre de Ucrania. ¡Dejen de comprarlo!”, tuiteó el lunes el ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, en línea con la presión para que la Unión Europea aplique un embargo total a los combustibles que comercializa Moscú.
Equilibrio con inflación
La situación se pone cada vez más tensa porque el desarrollo de fuentes alternativas de energía es algo muy costoso y para nada inmediato, aunque el vicecanciller Robert Habeck afirmó el pasado martes que su país estaba cerca de terminar la alianza comercial con Rusia.
“Yo no hago un mea culpa”, dijo Schröder hace poco a The New York Times. El ex canciller, quien defendió su trabajo para los intereses rusos, fue uno de los que intentó mediar para que Putin desistiera de la invasión ucraniana. Los buenos oficios no funcionaron y ahora Schröder afronta una catarata de repudios. No sólo renunciaron en señal de protesta los integrantes de su equipo de colaboradores, sino que también podría ser expulsado del partido político de centroizquierda que encabezó y sancionado por su cercanía con la élite de Putin. A todo esto hay que sumar la ira de las redes sociales, donde circulan numerosas fotos del político alemán devenido en empresario con el autócrata.
Compelido a hacer equilibrio entre las necesidades de la economía doméstica -estresada por un pico inflacionario inédito desde la reunificación alemana- y las de la política exterior, Scholz ha intensificado sus acciones para despegarse del Kremlin. “El presidente de Rusia calculó mal respecto de la resistencia de los ucranianos y de la unidad de la Unión Europea”, aseguró en un discurso del 7 de abril. Además, criticó a la candidata francesa ligada a Putin, Marine Le Pen, y festejó la reelección del presidente francés Emmanuel Macron como una reivindicación del compromiso con Europa. “La ira hacia Putin y su brutal guerra contra la gente de Ucrania crece cada día. Pero también encontramos nuevas formas de apoyar a Ucrania todos los días, financieramente y con armas. Y estamos de acuerdo con nuestros socios: esta guerra no debe extenderse”, insistió Scholz la semana pasada.
Alemania cumplió sus promesas de avanzar en la asistencia al anunciar que enviará tanques antiaéreos a Kiev. Fue durante una reunión con ministros de Defensa de alrededor de 40 países, entre ellos los 30 que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Será la primera remisión de artillería pesada de aquel país desde que comenzó la guerra. El Gobierno de Scholz justificó el cambio de criterio en el hecho de que sus aliados internacionales (Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Holanda) también habían concretado giros armamentísticos parecidos. El refuerzo llega en medio de la llamada Batalla del Dombás que pone en juego el dominio del este y del sur de Ucrania, y entre pedidos reiterados de material bélico por parte de Zelenski y de advertencias nucleares por parte de Putin.
En paralelo al suministro de tanques, avanza en Alemania la idea de generar “un puente de granos” para asegurar las agroexportaciones ucranianas. El objetivo es suplir el transporte marítimo con la poderosa red de trenes alemana y, de esa forma, mitigar los perjuicios que la guerra infligió al comercio mundial de “commodities”. Todas estas medidas trascendieron luego de que Zelenski invitara a la ex canciller Merkel (se retiró el año pasado) y al ex presidente francés Nicolás Sarkozy a visitar la ciudad arrasada de Bucha para comprobar los efectos de su postura condescendiente con Putin. El 3 de abril, el mandatario recordó: “en 2008, Alemania y Francia se opusieron a que Ucrania progresara en el proceso de admisión de la OTAN con la convicción de que esa era la manera de calmar al Kremlin. Pasaron 14 años desde entonces y, después de ocho de enfrentamientos en el Dombás, ahora estamos luchando por nuestras vidas en el peor conflicto registrado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”.