La sociedad argentina tiene cada vez menos tolerancia con la dirigencia política. Y eso se refleja en cada elección. En los últimos años, otro factor ha tomado protagonismo en la consideración ciudadana: la economía. A la gente le duele el bolsillo y les hace pagar las facturas a los candidatos que se presentan para la Presidencia. El fenómeno es claro, según entiende el director de Zuban, Córdoba y Asociados, Gustavo Córdoba: la desafección es producto de los malos resultados económicos de las gestiones que pasaron. Por eso, indica el experto en comunicación política y gubernamental, el 80% de los argentinos tiene una mala opinión sobre los políticos. Córdoba vino a esta ciudad para disertar en el marco de un ciclo organizado por el área de Comunicación del PJ Tucumán, y brindó la siguiente entrevista a LA GACETA.
-¿Cuál es la incidencia del factor económico en las campañas?
-El fenómeno que estamos viviendo en estos momentos, si bien son inéditos en el sentido de que nunca antes en la historia había tenido un impacto tan grande del contexto internacional en la agenda política cotidiana (pandemia y las consecuencias económicas de la guerra Rusia-Ucrania), hay que tener en cuenta que la desafección democrática que se percibe desde hace algunos años tiene que ver con un origen en Europa donde el malestar de las democracias se empezó a verificar cuando los votantes socialdemócratas, ante la caída del nivel de empleo y de ingresos, empezaron a migrar electoralmente a posiciones más conservadoras y muy cercanas incluso a la derecha radicalizada. Ese fenómeno se verificó como punto máximo en el Brexit. Hoy estamos viviendo una situación equivalente en la Argentina, donde además no es la mala praxis económica de los sucesivos gobiernos, sino que además hay una especie de defraudación a la expectativa que tenía la sociedad argentina. Ella emite de manera permanente mensajes dirigidos al corazón de la dirigencia política nacional, mensajes que ni siquiera son tenidos en cuenta. Frente a esto, la sociedad ha optado por mandarlos con un lapso de tiempo cada vez menor. Dejó gobernar ocho años a Cristina Fernández; cuatro años a Mauricio Macri y dos años a Alberto Fernández y les emitió a todos un contundente castigo electoral.
-¿La política no tomó nota de esto?
-Prefiero decir que hay una ausencia de análisis honesto, en términos intelectuales, y profundo y humilde, de lo que la política realmente le ha ofrecido a la sociedad argentina desde 1983 en adelante. Allí hay una autocrítica pendiente y creo que esta sociedad ha tenido mucha paciencia, con un apego total al sistema democrático, con elecciones libres y acceso a los medios, hay libertad de prensa. Los escrutinios electorales son ejemplares. Y sin embargo el malestar con la democracia se manifiesta más que nada con la dirigencia política. Allí es donde radica la desafección por los malos resultados económicos, que generan una suerte de frustración muy grande en gran parte de la sociedad argentina. Te diría que el 80% de los argentinos tiene hoy una mala opinión de los políticos y allí está el caldo de cultivo del surgimiento de liderazgos incipientes como el de Javier Milei que, diría, hoy es la gran amenaza para el bicoalicionismo reinante. Me lleva a pensar que es posible y probable ver escenarios de tres , cuatro y cinco candidatos en 2023. Me lleva a pensar que para nada está definido el escenario presidencial en la Argentina. Sí estamos viviendo un momento que denomino de ansiedad electoral generalizada, porque mientras la macroeconomía está respondiendo desde las estadísticas y pese al contexto internacional global, hay problemas en la micro porque el Gobierno no termina de asentarse y de explicarle a la sociedad argentina las cosas que hace; y la oposición tampoco quiere que el Gobierno muestre progreso y se consolide.
-Mientras tanto la inflación nos está comiendo a todos…
-La inflación es una máquina que genera más pobreza. En este punto al Gobierno lo que más lo castiga es la falta de confianza. No conozco ningún país del mundo que haya salido sin diálogo institucional y eso en la Argentina no lo estamos viendo. Pareciera que los consensos se dan en momentos o para cuestiones que no son relevantes. Aquí hay un punto donde la dirigencia política no toma nota ni se pone los pantalones largos. Es todo un tema. ¿Quién genera los consensos? ¿Quién está obligado a generarlos? El que manda; el que está en el poder. El problema es que, generalmente, se ve a eso como una señal de debilidad. Entonces se espera ganar una elección para dar señales de consenso, pero no es necesario porque en ese momento ya está fuerte y eso es un ciclo interminable que nos impide a los argentinos evolucionar institucionalmente. Perdemos oportunidades permanentemente de recuperación por la inmadurez y el infantilismo, por ese estado de adolescencia permanente que vive nuestra dirigencia política. Es llamativa la incapacidad de poder ponernos de acuerdo.
-¿Cuánto tiempo más el Gobierno vivirá en esta conducta de supervivencia, con peleas internas con Cristina Fernández, en un marco de inflación elevada, mientras el Presidente piensa en su reelección?
-A pesar de todo, incluso pensando que pueden venir momentos más difíciles en términos políticos más que económicos, creo que es bueno pensar que el gobierno de Alberto Fernández, como sucedió con Mauricio Macri, llegará al final de su mandato institucional. Absolutamente nadie piensa hoy en un quiebre o algún atajo. Es un punto central. El segundo lugar es que el Gobierno tiene el gran desafío de controlar la inflación. Está intentando de maneras poco efectivas, pero lo más importante es recuperar la confianza. Si uno lo ve en términos temporales, al Gobierno de Alberto Fernández le queda algo de tiempo para recuperar parte de la confianza perdida, e incluso recuperar margen electoral. El problema es más de decisión política que comunicacional. Es de una matriz de decisión política lo que el Ejecutivo debe afrontar porque está su supervivencia política en juego.
-Mario Riorda suele decir que las campañas electorales tradicionales han muerto. Entonces, ¿cómo puede llegar un candidato a ser presidente con los nuevos desafíos?
-Primero, teniendo lecturas de los contextos de opinión pública permanente o la comunicación gubernamental profesional que permite a los gobiernos permanencia en el poder. En el 90% de las campañas actuales, las tendencias electorales están fijadas con mucha anticipación. Son competitivas cuando el margen entre el primero y el segundo es menor a 8 o 10 puntos. Cuando hay una elección muy competitivas, las campañas tienen un poder de movilización real y concreto. Y la oposición, me dirás, si no tiene posibilidad de gobernar o gestionar la comunicación profesional, ¿cómo hace? Hoy estamos asistiendo a un fenómeno único: si te toca ser oposición, tenés que esperar cuatro años, porque vas a volver a ser gobierno. Estamos en una especie de loop interminable, en donde los que asumen creen que tienen el margen para gobernar y, si llegan a fracasar, pierden las elecciones luego. Cristina, luego el macrismo, después el Frente de Todos, y tal vez luego Juntos por el Cambio; pero en el fondo no hay elementos importantes para concluir que esta o aquella fuerza política se ha destacado por esto. Creo que la oposición lo único que tiene que esperar es que el Gobierno de turno fracase. Ahora en la oposición argentina, la ventaja que tiene es que el Gobierno se ha equivocado solo. Mantuvieron el volumen electoral de 2019 y no es poco mérito mantener un 40%. Se ha roto el mito de la gobernabilidad atada al peronismo. Ese es el dato significativo, porque las malas elecciones del PJ de 2019 y 2021 y que presumimos que se pueden trasladar a 2023 darán como consecuencia por primera vez en muchos años un Parlamento -en su cámara Alta y también en la Baja- antiperonista en su composición mayoritaria. Se va a producir algo inédito en la historia argentina si el próximo presidente es de Juntos por el Cambio; tendría mayoría en ambas cámaras, también si hace una buena elección parlamentaria.
-¿Y Javier Milei?
-Milei es hoy el único elemento que me permite ver una suerte de distorsión política muy grande en el sistema político argentino. Ahora hay que ver hasta dónde llega. No dejo de observar que Milei también tiene un votante muy volátil, que hoy lo sufraga a él; ayer lo hizo por Juntos por el Cambio o por el Frente de Todos; posiblemente mañana siga votando a Milei o a alguna otra opción. Esa volatilidad, el perfume antisistema que él genera contra la política, es difícil sostenerla en el tiempo, porque Milei tiene por delante una construcción y consolidación institucional de su espacio. Creo que allí se evidencia esa incompatibilidad de ser antisistema y la de echar raíces en cada uno de los distritos electorales más importantes de la Argentina. De hecho, está en condiciones de constituirse en la amenaza de ruptura del bipartidismo en algunas provincias. Lo hizo en Ciudad Autónoma de Buenos Aires; lo hizo José Luis Espert en provincia de Buenos Aires. Puede pasar en Córdoba, Mendoza y posiblemente Tucumán. Ojo con esa oficialización de la estructura de Milei como dirigente nacional en cada uno de los territorios provinciales; puede significar atractiva a los votantes más jóvenes, particularmente.