El confinamiento estricto ya lleva un mes en Shanghái y los ciudadanos salieron a los balcones para gritar y hacer sonar sus cacerolas en señal de protesta contra el gobierno de China.
El clima se puso aún más tenso durante los últimos días, cuando los habitantes de esa ciudad empezaron a golpear ollas y sartenes, y derribaron vallas de acero fuera de complejos residenciales a modo de reclamo.
Los cacerolazos comenzaron a sonar a principio de esta semana principalmente en la zona céntrica Shanghái, donde se concentran las mayores torres residenciales.
En simultáneo, las redes sociales se inundaron de imágenes y videos de personas que se manifiestan contra el estricto aislamiento y reclaman la falta de suministros. Si bien los trabajadores sociales entregan alimentos y elementos de higiene básico, no sería suficiente.
La ciudad más grande de China reportó 500.000 contagios de coronavirus desde el 1 de marzo y, debido al confinamiento, se convirtió en una “ciudad fantasma”, con calles vacías y sucias.
En los últimos días, grupos de voluntarios y trabajadores del gobierno erigieron barreras de metal en varios distritos de Shanghai para cerrar el paso a las calles pequeñas y las entradas a los complejos de departamentos.
Los edificios donde se detectaron casos sellaron sus entradas principales y dejaron solo una pequeña abertura para que pasen los trabajadores de prevención de pandemias.