NUEVA YORK, Estados Unidos.- Una oferta varias veces multimillonaria y un juego de presiones sobre los accionistas llega a su fin, con el acuerdo del consejo de administración de Twitter, que decidió finalmente vender la compañía a Elon Musk, el hombre más rico del mundo y presidente ejecutivo de Tesla.
El multimillonario llegó a un acuerdo ayer para comprar Twitter por 44.000 millones de dólares. El acuerdo pone fin a la carrera de Twitter como empresa que cotiza en bolsa desde su oferta pública inicial de 2013.
La transacción le dejará el control de la plataforma de redes sociales que cuenta con millones de usuarios y líderes mundiales a la persona más rica del mundo.
“La libertad de expresión es la base de una democracia funcional, y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, dijo Musk en un comunicado.
La pregunta ahora es qué se propone hacer el empresario con esa plaza pública digital, y qué tanto influirán sus otros negocios en la orientación que puede llegar a tomar Twitter. Musk, además de Tesla, la compañía que fabrica autos eléctricos; es dueño de SpaceX, el servicio de lanzamiento privado para viajes espaciales comerciales.
Minutos después de que se confirmó la noticia, el debate estalló en la propia red social. Hay quienes creen que Musk llevará a la compañía a nuevas alturas de la libertad de expresión y mejorará el “juego limpio” para los intercambios. Hay quienes ya están pensando en cerrar sus cuentas para siempre. Y hasta hay quienes se entusiasman con un posible regreso del ex presidente estadounidense Donald Trump a la plataforma, un jugador que sabía como pocos el juego de Twitter y la provocación, pero que fue echado luego de que incitó a sus seguidores a invadir el Capitolio cuando perdió las elecciones, en enero de 2020.
El discurso de Musk es que compra Twitter para mejorarlo, no por dinero ni por influencia. El 14 de abril, en una charla TED, el mismo día en que se conoció su oferta, dijo que Twitter necesita más claridad en las normas, más transparencia en los algoritmos y más libertad en el discurso.
Una de sus ideas es que el algoritmo debe estar colgado en GitHub, la plataforma de código abierto, y otros programadores deben poder hacer comentarios y sugerencias, “como ocurre con Linux y Signal”. También los usuarios deben ser conscientes de por qué se toman decisiones: por qué se promueve o no un tuit “debe ser evidente, de modo que no haya manipulación tras bambalinas, sea algorítmica o manual”, añadió.
“Es importante que la gente crea y perciba que puede hablar libremente dentro de los límites de la ley, un recurso indispensable tanto para el funcionamiento de la democracia en Estados Unidos, y en otros países”, dijo.
No todos encuentran sinceras las declaraciones de Musk. El columnista del diario español “El País”, Jordi Pérez Colomé, por ejemplo, recuerda las numerosas veces en las que Musk intentó acallar o limitar el discurso de alguien que no le gusta, como cuando llamó “pedófilo” a un submarinista de una cueva tailandesa, cuando persiguió y espió a un ex empleado por hablar con la prensa o cuando bloqueó una cuenta de joven de Florida que publicaba en Twitter todos los vuelos del magnate.
La pregunta acerca de qué hará Elon Musk con Twitter sigue en el aire, dice Pérez Colomé, y con él coinciden críticos de la política conservadora en Estados Unidos, como Lincoln Michel (@TheLincoln): una cosa es que no le importe el dinero y la otra que no perciba maneras de hacer explotar los beneficios de Twitter, además precisamente de controlar una herramienta que le ha dado mucho. Sus tuits sobre Tesla, SpaceX e incluso la criptomoneda dogecoin le han hecho más rico.