Como dice Bárbara Coloroso, una autora y oradora reconocida internacionalmente por sus libros sobre crianza y disciplina escolar, el bullying tiene que ver con un fuerte sentimiento de desdén hacia alguien. "Es arrogancia en acción", define esta pensadora estadounidense. Desde su mirada, los hostigadores no toleran las diferencias; creen que tienen derecho a molestar, excluir, ridiculizar o humillar. Incluso, el agresor induce al agredido a que tenga miedo a hablar.
Ante esta realidad, ¿cómo se ayuda a los chicos a que cuenten lo que les pasa? Si bien no podemos obligar ni forzar a nuestros hijos a confiar en nosotros, sí podemos ofrecerles un ambiente propicio, dice Ximena Espeche Bronzetti, especialista en ontología del lenguaje, una disciplina que ha logrado un fructífero espacio de aplicación en la capacitación empresaria, con el nombre de coaching ontológico.
"Lo único que posibilita que un niño se sienta seguro para confesar que está atravesando situaciones de conflicto con sus pares es un contexto de confianza; no de juicios de valor. Los padres debemos intentar revisar y rediseñar esos espacios", explica. Y enseguida advierte que la desconexión en la vida cotidiana de padres e hijos y el estrés no son compatibles con el surgimiento del diálogo. "Se trata de estar presentes, de sintonizar y de mirar a nuestros hijos con buenos ojos", expresa.
- Pero el dinero no alcanza. Las familias ya no viven con dos salarios; necesitan más ingresos. ¿Cómo hacen los padres para estar presentes?
- El tiempo que les destinamos a las responsabilidades nos obliga a delegar el cuidado de los hijos; es cierto. Hasta que ocurren situaciones impensadas, como los casos de bullying. Entonces, nuestra atención vuelve a su lugar. Lo primero que tenemos que hacer es construir estos espacios de escucha de antemano. Y eso se hace a través del juego compartido, del deporte en familia, de la cocina juntos o de lo que les atraiga.
Pero no todo es bullying liso y llano. Viky Ibáñez -actriz, profesora de teatro y directora de la compañía infantil Tole Tole- entiende que los chicos están expresando hoy en las escuelas y colegios todo lo que debieron soportar durante los momentos críticos de la pandemia. "Ellos estuvieron solos en sus casas. Aprendieron a hablarle a una pantalla y establecieron vínculos de ese modo. Es difícil reconstruir la sociabilización", razona.
Cuando se le pregunta si la violencia escolar ha aumentado en los últimos años, contesta que es probable. La pandemia -prosigue- ha exacerbado la frustración. "Los padres no estábamos capacitados para lidiar ni con las cuarentenas ni con los miedos ni con las muertes. Los chicos son grandes esponjas: absorbieron todo; lo bueno y lo malo de esos momentos. Y ahora lo están exteriorizando", asegura.
- Pero, ¿por qué permitimos el bullying?
- Seguramente, los adultos también hacemos bullying en nuestros ámbitos. De otras formas menos evidentes y sin darnos cuenta, lo hacemos. Ante esta realidad, pienso que en los establecimientos educativos debería dictarse una materia que se llame educación emocional, para enseñarles a los chicos a reconocer sus emociones.
- ¿Qué cosas debería decir una guía para prevenir las conductas violentas en los niños?
- Aunque sea una obviedad, hay que hablar; hay que dialogar. Cada docente debe enseñar con el ejemplo a resolver los conflictos. De ese modo, los chicos se animarán a mostrar su interior. Ningún niño nace enojado. Ningún niño nace violento. Los adultos tenemos que mostrar nuestra vulnerabilidad para que la empatía comience a fluir.
- ¿Cuáles son los principales obstáculos para afrontar el bullying?
- Nosotros mismos: la falta de amor propio; la falta de paciencia y la falta de legitimación del otro.
- ¿Acaso denigrar nos hace sentir poderosos?
- Vivimos en una sociedad donde se aplaude al poderoso. El amoroso es tildado de débil, en cambio. ¡Qué paradoja! ¡Si el amor es la mayor fortaleza de un ser humano! Todos tenemos momentos de gloria y de fracaso. Sería mejor si lo entendiéramos así.
Llegado este punto, la psicóloga infantil Analía Lacquaniti plantea la importancia de que los menores aprendan a tolerar la frustración a no ser elegidos. En muchas oportunidades los seres humanos nos sentimos rechazados y eso seguirá pasando siempre. Pero a los chicos les cuesta mucho entender esto, revela.
"Tolerar la frustración tiene que ver la madurez y con las experiencias cotidianas. Con respecto a lo primero, a medida que el niño crece su psiquismo aprende a fortalecerse para tolerar. En relación a lo segundo, somos los adultos quiénes debemos darles a nuestros hijos las herramientas para enfrentar la frustración. Debemos ayudarlos a que entiendan que hay otras personas, otras demandas, otros deseos y otros tiempos", expresa.
Finalmente, Lacquaniti plantea que los grandes deben tratar de ser modelos de cómo resolver la frustración. "Los padres impulsivos y poco tolerantes les muestran un modelo muy rígido y equivocado: si cada vez que se enojan, se frustran y reaccionan mal, los chicos imitan", concluye.