“El sonido de un piano es como la voz de una persona”

“El sonido de un piano es como la voz de una persona”

Hace 40 años que Oscar Ledesma afina y restaura los pianos de los tucumanos. Las exigencias que tienen los grandes concertistas. El recurso de Beethoven para escuchar las notas.

OSCAR LEDESMA. OSCAR LEDESMA. FOTO LA GACETA/ANALÍA JARAMILLO

Blancas y negras pedalean en el triciclo de sus sueños. Las teclas le inventan personajes. Observa a Luis, su padre, reparar pacientemente esos muebles de donde sale música. Los cinco años tropiezan con corcheas y herramientas. Despiertan a los duendes de las fusas, inseparables amigos de su vida. Enfermero, médico, camillero, hasta psicólogo, de los pianos, se apasiona cuando se refiere a su oficio y el pecho se le hincha, cuando habla de sus hijos: Luis es el heredero de su saber y Daniel, de algún modo también lo es, por ser lutier. Hace cuatro décadas, echó raíces en esta tierra y se ha ganado un prestigioso lugar en el ámbito musical. “Soy oriundo de Mar del Plata, donde mi papá tenía su taller y me crié entre los pianos. Nací en 1945. Ya a los cinco o seis años andaba rondando por el taller. Después que hice el servicio militar, el negocio comenzó a caer, con el advenimiento de la televisión, la gente cambiaba un piano por un televisor en blanco y negro. La reparación y la afinación se vinieron abajo. Entonces mi papá cerró el taller y empezamos a viajar como afinadores ambulantes. Viajamos los dos solitos por todo el país, con una valija de herramientas en una mano, y con una de ropa en la otra, ese era nuestro taller y nuestra casa. Viajamos varios años, hasta que un día recalamos en Tucumán y vimos que había una Escuela de Música que tenía más de 1.200 alumnos, con 25 pianos, el Conservatorio que también tenía otros 1.000 alumnos y otros veintitantos pianos, entonces aquí había un semillero como no lo había en todo el país. Eran los años 69 o 70 y nos quedamos acá porque no nos dejaban ir; alquilamos una piecita en el hotel Plaza y ahí teníamos nuestra casa y el taller también”, recuerda Oscar Ledesma, afinador y restaurador de pianos.

- ¿Qué te atraía del piano cuando changuito?

- Siempre me gustaron las herramientas, el trabajo manual, eso me alentó a seguir con el oficio, mi papá me enseñaba gustosísimo y tenía buen oído, así que me dediqué únicamente a los pianos. Estudié en la escuela industrial, pero no tenía el espíritu de seguir algo técnico, a mí me gustaban los pianos. En Tucumán, me casé y tuve hijos. Nos habremos radicado definitivamente en 72 o 74. La familia abandonó Mar del Plata definitivamente. Tengo un hermano afinador ya fallecido que trabajaba en Santiago del Estero. Y mi otro hermano es lutier y arregla pianos también, y vive en Neuquén. Mi papa falleció hace poco a los 102 años. Mi hijo Daniel es lutier y Luis trabaja con los pianos, está a cargo de los pianos del teatro San Martín, de la Escuela de Música, el Conservatorio… Yo hago trabajos en el taller, mi hijo trae las máquinas de los pianos y yo las reparo.

- ¿Cuáles son las condiciones básicas de un buen afinador?

- La primera herramienta, antes que el oído, es la paciencia, porque junto a la perseverancia, constituyen el factor fundamental para desarrollar el oído. La segunda es el oído, pero la técnica también importa mucho, el conocimiento de los distintos mecanismos de cada piano, cada modelo, es un mecanismo diferente porque cada fábrica tiene su estilo propio de mecánica y de construcción. A nosotros eso nos marca una diferencia entre un modelo y otro.

- ¿Cuáles son esas diferencias?

- El sonido propio de cada uno, es como la voz de la persona y la mecánica, que es un factor muy importante porque la evolución de cada mecanismo genera una comodidad, un confort en el toque. Los pianistas son muy cuidadosos de conocer en qué piano van a tocar, averiguan la marca, como en los autos, vos tenés que correr una carrera y con un Renault, no creo que lo hagas, pero con un Mercedes Benz para arriba, más o menos. Con los pianos pasa igual, la marca importa mucho. A partir de ahí, especialmente los concertistas elaboran su proyecto de trabajo.

“El sonido de un piano es como la voz de una persona” FOTO LA GACETA/ANALÍA JARAMILLO

- ¿Qué diferencias de sonido hay, por ejemplo, entre un Steinway y un Yamaha?

- La diferencia está en el timbre, mecánicamente, ponele que tengan un parecido importante, en las respuestas, especialmente, en los toques pianísimos, que son muy importantes y que la mecánica tenga un buen desarrollo. Las dos marcas tienen muy buen desarrollo técnico mecánico, pero tienen diferencias en sus estructuras acústicas, los pianistas a veces prefieren Steinway, Kawai, hay otras marcas; los Bösendorfer, esos son pianos extraordinarios, acá en Tucumán hay uno, es el del Colegio del Huerto, un piano de gran cola, es el único que conozco.

- ¿Cuál es el piano más viejo de Tucumán?

- Tenemos uno de 1840 o 50, pero el más viejo, creo que es el de la Casa Histórica, un Erard, francés, de 1801. Lo hemos restaurado con mi viejito por los 70 y lo reestrenó Miguel Ángel Estrella. Actualmente, creo que lo mandaron al depósito porque ocupaba mucho espacio, prácticamente una sala. Está en un depósito desde hace varios años. Ese piano fue del obispo Colombres.

- También restauraste el piano de Lola Mora que está en el Museo Avellaneda.

- Claro, un Pleyel, de Lola Mora, que también restauramos con mi papá; es un piano vertical, un poco más moderno que el de la Casa Histórica; es de 1860 o 70 más o menos. Lo hemos restaurado hace muchos años. Lo habían agarrado los ratones, debajo del teclado había un tremendo nido, se habían comido una buena parte de las piezas que hubo que fabricarlas todas a mano, porque no se consiguen repuestos de eso. Fue un trabajo totalmente artesanal.

- ¿Qué exigencias tienen los concertistas?

- Cada pianista las tiene. Por ejemplo, Bruno Gelber exige el sonido, es lo más importante; en cambio, otros tienen más exigencias de técnica, de mecánica, que tenga una respuesta más fiel para los pianísimos, como Nelson Goerner, un pianista exquisito y muy exigente. Cuando él toca un pianísimo, la nota tiene que salir pianísimo, no piano, es un detalle técnico que hay que saber afrontar y en su momento, porque hay veces que faltan minutos para el concierto y el pianista te viene con una cosa medio rara y no podés andar desarmando todo el piano con tan poco tiempo. Hay que recurrir entonces al oficio para poder complacerlo.

- ¿Qué otros pianistas te han dado trabajo para conformarlos?

- Gelber es muy exigente; a veces algunos pianos no tienen tantas posibilidades técnicas como otros. En este momento, uno de los mejores pianos de Tucumán es el Kawai, del Centro Cultural, porque es nuevo y de muy buena manufactura. El Steinway del teatro San Martín no es malo, pero ya tiene sus 15 años y está muy baqueteado, lo agarra cualquiera y le da con todo, entonces la baqueta también hace sus estragos.

- ¿Cómo resultó la experiencia con Martha Argerich?

- La primera vez que vino se lo preparé yo al piano. En realidad, ella le pide a su segundo que a veces es el chico Alan Kwiek, un dilecto alumno de ella que la acompaña a los conciertos. Él prueba el piano primero antes de presentárselo a Martha, él conoce sus exigencias. Ella tiene exquisitez en su forma de pedir los trabajos, el teclado tiene que tener una sensibilidad perfecta, el sonido lo saca ella, pero la mecánica tiene que estar al pelo para que esté conforme. Es un problema cuando viene un grande, hay que estar muy bien, especialmente el ánimo de uno.

- ¿Qué pianistas te han impresionado por el sonido que le sacan al piano?

- Nelson Goerner, Martha Argerich, Ralph Votapek, que es uno de los mejores pianistas que he podido conocer, me gustó también su personalidad, y Miguel Ángel Estrella, otro que también era un hombre que te pedía las cosas con tanta calidad humana, que vos no podías creer que parecía una persona del montón, pero era un pianista del mundo, era increíble, además de un ser humano extraordinario y como pianista, una sensibilidad muy importante. Establecimos una linda amistad.

- ¿Es necesario que el afinador sea pianista o que sepa tocar el piano?

- No. De hecho, la mayoría de los afinadores no somos pianistas, no es una condición sine qua non saber tocar, pero sí conocer algunos sonidos para probar el resultado final de nuestro trabajo.

- ¿Qué le hace daño al piano?

- El maltrato, el olvido, el descuido. A veces un instrumento que está sometido a tanta tensión interna, cuando un piano está afinado en el tono normal, en La 440… hablemos de los verticales, que son domésticos y son la mayoría, tienen una tensión interna constante de unas 12 toneladas, son 250 cuerdas de acero estiradas a tal punto que puedan ofrecer ese sonido tan particular de cada cuerda, y en un piano de cola, casi el doble. Por eso, cada tanto, hay que hacerle un service que incluye no solo la afinación, sino un mejoramiento en las respuestas mecánicas. Es necesaria una limpieza periódica para eliminar restos del polvo que produce un desgaste acelerado de los mecanismos.

- ¿Cómo hacía Beethoven para escuchar las notas en el piano?

- En su último tiempo, cuando el oído no le daba más, él apoyaba una maderita muy inteligentemente sobre la tabla armónica, porque en aquel tiempo los pianos no eran verticales, eran como los modelos de cola que hay ahora. El piano horizontal te da la posibilidad de tener acceso a la tabla armónica mientras vos ejecutás. Él apoyaba una maderita en el puente del piano o sobre alguna tabla que vibrara en el piano y la conectaba directamente en el oído. Cuando él tocaba, el sonido se transmitía a la tabla armónica y esta lo transmitía a la parte anatómica de su oído. Así pudo escuchar bastante tiempo. Seguramente que algún médico de aquel tiempo se lo habrá recomendado, no creo que él haya inventado el sistema.

- Prácticamente estuvo sordo en la última década de su vida y compuso, entre otras obras, su Novena Sinfonía, ¿creés que Beethoven podría ser una prueba de la existencia de Dios, si es que existe?

- No tengo ninguna duda. Dios está presente en cada una de las notas de Beethoven. Soy un fanático de él, no toco el piano, solo los afino y los arreglo, pero cuando escucho Beethoven para mí es la presencia misma de Dios en música, la forma en que conversa él con nosotros. Siendo sordo, no se puede creer que haya escrito esa música tan sublime. Es como un pintor ciego.

- ¿Te hubiera gustado ser pianista?

- Sí, porque cuando termino de hacer un trabajo, y veo algunos pianistas o clientes que luego mientras lo están probando, lloran de emoción. En muchas personas, el piano tiene un valor afectivo tan inmenso que no lo cambian por nada del mundo. La mayoría de los clientes domésticos le tienen a su piano un tremendo valor afectivo.

- ¿Cómo aprendiste a reconocer el valor afectivo con un piano?

- Una señora muy mayor tocaba muy lindo. Vivía en una casa inmensa, preciosa, a todo lujo, con dos hijos solterones, cuarentones, que mientras yo trabajaba en el piano, se la pasaban caminando, fumando y sin hablarse entre ellos. Todos los años me llamaban. Pasaron dos o tres años y un día me llamaron. Me dijo uno de ellos que el piano estaba en otro domicilio. Voy y el piano estaba en una habitación chiquitita, lo afino y mientras lo hacía conversaba con el hombre y le digo: “- A este piano lo conozco muy bien, su mamá tocaba muy lindo”. “- Sí, sí, mi mamá falleció y bueno, con mi hermano tuvimos una gran disputa, que era el piano. Pero al final salí ganando yo, porque mi hermano se quedó con la casa y yo me quedé con mi mamá a través del piano”, me respondió. Hay algo en los pianos.

- ¿Qué te sucedió aquella vez que estabas trabajando en Perú?

- Una vez, estaba trabajando en un piano muy antiguo en Cusco. Era la casa de un señor prestigioso. Al piano le habían entrado los ratones, y le habían comido unas piecitas. Cuando lo empecé a desarmar, había un nido de ratones y estaba hecho con todos papelitos de colores, algo extraño, eran estampillas de colección que estaban destrozadas dentro del nido. Lo llamo al dueño y le muestro el nido. Entonces el tipo lo mira y empieza a temblar de una manera extraña. Cambió completamente su comportamiento y yo me estremecí. El hombre estaba a punto de caerse. Entonces me explicó: “Perdí a mi mejor amigo de toda la vida hace muchos años porque lo acusé de haberme robado mi colección de estampillas. Él siempre lo negó, pese a que la había tenido en sus manos. Ahora me explico qué pasó. Le voy a pedir que me junte eso y lo voy a llevar a casa de mi amigo ya mismo”. Y se reencontró con su amigo, gracias al nido de ratones que encontré dentro del piano.

- ¿Qué representa el piano en tu vida espiritual?

- Es parte de mi vida. Es mi segunda familia: mis hijos, mi esposa y el piano, en ese orden.

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