El proceso de normalización partidaria de la UCR provincial sólo sirvió, finalmente, para regularizar la situación institucional del radicalismo del distrito: tiene autoridades orgánicas, pero no salió fortalecido del trámite electoral. Esto debido a que no hubo legitimación de la dirigencia en las urnas sino un acuerdo de cúpulas que, como tal, siempre deja heridos.
La UCR evitó la votación y, por lo tanto, también eludió la ocasión de exponer la capacidad de movilización y de representatividad de sus referentes. La lista de consenso armada a último momento y los que renunciaron a sus nominaciones -y que han resuelto acudir a la Justicia para ir en contra de la nómina- revelan que la UCR es una sigla manejada por unos pocos dirigentes.
Los que conducirán al partido, fruto del acuerdo entre el diputado nacional Roberto Sánchez y del funcionario de Energas Ariel García, hablarán y actuarán en representación de la organización, aunque sin conocerse el nivel de representatividad partidaria, la que se alcanza con los votos de los afiliados. Los que dimitieron a sus puestos, disconformes con el resultado final de la lista por la forma en la que se construyó y porque no se habrían respetado acuerdos previos, están igual a los que fueron proclamados como las nuevas autoridades de la UCR: tampoco se sabe a cuántos radicales representan con su conducta, respecto de que no se puede determinar si sus posturas de rechazo al pacto Sánchez-García tiene un respaldo masivo o es una expresión minoritaria entre los correligionarios.
La lista de consenso no se tradujo en una imagen de unidad en el partido de Alem; ya que pesan las objeciones del intendente Sebastián Salazar (Bella Vista), del concejal capitalino Francisco “Lucho” Argañaraz y del ex legislador Fernando Valdez, entre otros. Habrá que ver cómo juegan en adelante estos dirigentes al margen de las eventuales presentaciones judiciales, sino más que nada en vista de las próximas elecciones provinciales.
El hecho de no estar de acuerdo con el concepcionense Sánchez y de poner en dudas sus condiciones para conducir el partido y de liderar a los radicales, obliga a prestar atención en sus pasos de cara a la posible interna en Juntos por el Cambio para dirimir las candidaturas provinciales en 2023: ¿con quién estarán? Seguramente, en vista de que es imposible que haya una reforma electoral y que se modifiquen las reglas de juego para la elección del año próximo, los hará trabajar en la construcción de acoples fuertes.
Es decir, deberán salir a buscar socios políticos de fortaleza territorial en todas las secciones electorales para armar colectoras que puedan meter un par de legisladores, de mínima, por lo menos. O sea, mirar a dirigentes de otras expresiones políticas.
No sería raro que los encuentren entre los que integran la nómina impugnada, porque nunca se sabe cómo se establecen, mueren o reanudan las relaciones entre políticos que aparentemente están distanciados, enojados o resentidos. Las conveniencias, como se dice, siempre estarán por encima de las amistades.
Mientras avanza la confirmación de las nuevas autoridades partidarias, cabe decir que si bien algunos radicales quedaron afuera -o se fueron- la lista de consenso dejó en claro quiénes son los nuevos socios políticos, por lo menos en el partido: Roberto Sánchez, Mariano Campero, José Cano, Silvia Elías de Pérez y Ariel García. Muchos fueron duros adversarios internos y también en las primarias abiertas, por lo que hay que subrayar este acuerdo recordando las desavenencias que hubo entre ellos a partir de sus diferentes intereses sectoriales y personales.
Consolidarse como estructura partidaria y superar las desconfianzas que se mantienen será todo un desafío para estos nuevos socios, especialmente cuando se acerque el calendario electoral del 23. A mirar entonces a la integración de la convención provincial de la UCR, ya que ese cuerpo tendrá un rol protagónico a la hora de establecer alianzas y de resolver respecto de las reglas de juego electorales en el frente opositor. En teoría, ninguno de los que aceptaron ser parte de una misma boleta tiene mayoría de simpatizantes propios en el plenario radical, o por lo menos un número significativo de militantes propios para imponer decisiones.
Lo único seguro, por el final de este proceso de normalización partidaria, es que la UCR no salió ni fortalecida completamente, ni significativamente debilitada. Navega en la crisis de representatividad que atraviesan todos los partidos políticos. Dio un paso adelante en la normalización partidaria y dejó atrás una intervención de casi cuatro años, sin embargo de las habilidades de los nuevos socios internos dependerá de que la UCR recupere un rol protagónico, no sólo en el distrito, sino en la propia coalición opositora.